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Actualizado el 25 de Noviembre de 2020

Tierra de sangre

Por José Blanco J.
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José Blanco J. es Profesor de Estado (Universidad de Chile), Doctor en Filosofía y Doctor en Materias Literarias (Universidad de Florencia, Italia). Se ha dedicado a la filología medioeval y humanista, dando especial importancia a Dante, Petrarca y Boccaccio sobre los que ha escrito numerosos libros y ensayos. Ha traducido al castellano textos de cronistas florentinos que vivieron en América en los siglos XVI y XVII. También ha publicado libros de historietas de dibujantes chilenos.

Muchas veces he señalado que es cada vez más difícil desarrollar guiones cinematográficos originales al punto que los grandes productores norteamericanos se dedican a los remakes y los reboots.

Hace ya bastantes años, cuando era niño, vi una película chilena (cuyo nombre no recuerdo) que mostraba a unos esquiadores a los que sorprendía la noche. Llegaban a una cabaña y una anciana, iluminada por una lámpara, les contaba una historia de amor y de violencia. Terminada la historia y llegado el día, los deportistas proseguían su viaje.

El esquema de Tierra de sangre, dirigida por el treinteañero norteamericano James Katz, es el mismo. Y es que el “racconto” es parte del cine mismo. Baste como ejemplo el famoso Titanic, de James Cameron (1997), y películas como Los sospechosos de siempre, de Bryan Singer (1995), que reservan una sorpresa final.

No voy a contar el argumento, sino que me voy a limitar a ejemplificar cómo – para uno como yo que ha visto más de tres mil películas en su vida – ciertos estilemas tienden a repetirse.

Lo que empieza como un filme romántico, con ambientación del siglo XIX, al estilo de Silvio Caiozzi o Raúl Ruiz, poco a poco empieza a transformarse en un producto que se inspira a Roger Corman y las realizaciones de la Hammer Films. Es así como de la suntuosa mansión con ejército de sirvientes se pasa a sótanos húmedos y lúgubres, de personajes ricamente ataviados a indefensos seres humanos que claman por sus vidas. Todo esto con referencia a los más sombríos cuentos de hadas europeos, como Barba Azul o aquéllos con bosques donde deambulan monstruos asesinos o se desplazan carruajes de la muerte.

A todo esto se agrega el monje taumaturgo, que cura con el vino especial que se produce en el lugar y que pretende exorcizar al demonio. Y – ¡atención! – nada de conflictos sociales o políticos.

Con un reparto cosmopolita (mexicanos, chilenos, norteamericanos y un francés de origen noruego) la película va a gustar a los que buscan entretenerse sin sorprenderse demasiado.

Muy convincentes las actrices (Aislinn Derbez, Camila Hirane); definitivamente sobreactuados los varones (Francisco Pizarro Saenz de Utury aka Cosmo Gonik, Aurélien Wiik, José María de Tavira).

(Tierra de sangre. 2014)

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