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Actualizado el 25 de Noviembre de 2020

Futbolizar la sociedad

Dicen que el fútbol finalmente es un reflejo de la humanidad, con sus grandezas y sus pequeñeces. Depende de nosotros salir a jugar de una forma que nos haga sentir orgullosos. Un año mundialero es la ocasión perfectapara que de una vez por todas, emparejemos la cancha de nuestra sociedad.

Por Pía Mundaca
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Pía Mundaca es Directora Social de TECHO-Chile desde 2012. Cientista Política de la Pontificia Universidad Católica de Chile. Nombrada Global Shaper 2014 por el Foro Económico Mundial.

Se ha dicho muchas veces: el fútbol es un deporte impredecible. A diferencia de otros deportes, en él no existe el hándicap (como ocurre en el polo), no hay tecnologías que marquen diferencias (como sucede en la Fórmula 1)  y la tasación de los jugadores no hace avanzar etapas de facto (como en el tenis, en que los mejor rankeados no juegan la qualy). Por siderales que sean las diferencias, monetarias o de trayectoria, siempre va a ser once contra once, al menos desde el inicio. Si esa realidad se replicara en Chile, aunque sea un poco, tendríamos un país más justo. Propongo entonces futbolizar la sociedad.  Tengo cuatro razones: en el fútbol  no existen los imposibles porque con esfuerzo se han logrado odiseas impensadas, es un deporte que nos invita a usar al máximo nuestras habilidades sin ignorar la realidad que nos rodea, es un juego que no acepta discriminaciones en cuanto a sus reglas y, por último,  porque en su historia han vencido los sistemas más fraternos. 

1. Romper con lo esperado

El peso de la historia se ha encargado de recordarle a los aficionados de este deporte, una y otra vez, que los favoritos pueden caerse cuando menos se piensa. Ejemplos sobran, pero en los mundiales estos parecen cobrar una importancia histórica más trascendente. Las ocasiones en que el fútbol ha demostrado  que “en 90 minutos todo puede pasar” no se remiten únicamente al trillado “Maracanazo” de los uruguayos en 1950.  No hay que remontarse a los orígenes del futbol para encontrar hazañas que rompen con la lógica: la joven Croacia deslumbró en 1998 siendo tercera, Corea del Sur llegó a semifinales eliminando a España en 2002 y en el último mundial  los anteriores finalistas, Francia e Italia, quedaron eliminados en la fase de grupos. Quizás la promesa de que nadie tiene comprada la victoria, por profundas que sean las inequidades, es lo que hace al futbol tan atrayente.

2. El premio al esfuerzo

El fútbol es un deporte donde el trabajo y el mérito son caminos para obtener recompensas, porque pese a que no siempre gana el que mejor juega- y ahí reside su carácter impredecible- es posible obtener la victoria apelando al esfuerzo en vez del talento natural. Esos equipos defensivos, poco dados al toque pero con espíritu de lucha y que muchas veces son criticados por su juego tosco, son un claro ejemplo de aquello. Los que reniegan hacia el juego combativo casi siempre serán espectadores imparciales y no de hinchas sufridos de equipos humildes. Sólo aquel que ha sufrido el dolor de la derrota inminente comprenderá  que cuando se trata de ganar, jugar al pase o al pelotazo deja de ser lo más importante. Y aunque no se note, el mundo del  fútbol está hecho más de equipos humildes y chicos, que de gigantes y millonarios. El equipo aguerrido al que el árbitro nunca favorece y que juega más de visita que de local es una realidad mucho más extendida que los equipos que disputan las copas continentales. Que los medios no hablen tanto de ellos es otra cosa.

3. Igualdad de oportunidades

El valor democrático del fútbol se traduce en que no  existen discriminaciones: permite a cualquier equipo llegar a los certámenes continentales y a cualquier selección llegar al mundial. Nadie dijo que el camino fuese fácil, pero tampoco nadie lo impide de antemano aún cuando algunos países la tengan más difícil. Cuando se inician las eliminatorias a ninguna selección nacional, por poco futbolizado que sea el país, se le cierran las puertas. Por otro lado, en la cancha de barrio a nadie le importa el origen y si importara poca injerencia tendría en el resultado; es el fútbol y su magia la que nos hace ser iguales, aunque sea sólo por 90 minutos. Quizás por eso nos apasiona tanto, es el modelo de sociedad a la que deberíamos aspirar. Mientras fuera de la cancha el colegio, la universidad o la dirección son cosas que determinan nuestra vida, dentro todo puede pasar.

4. El triunfo de la fraternidad

Por último, el fútbol reivindica con su desarrollo la victoria de los equipos en los que todos trabajan para todos. En la década de los setenta la escuela del entrenador holandes Rinus Michels, materializada primero en el mítico Ajax de Amsterdam y luego en la selección holandesa, marcó un antes y un después en las estrategias de este deporte: todos los jugadores tenían funciones de cooperación con el equipo. Si un futbolista salía de su posición de alguna manera otro tenía que llegar a cubrirlo. Era la oposición absoluta a ese futbol antiguo del vulgar “lauchero”, ese centro-delantero a la antigua que se quedaba en el área esperando el cabezazo y desentendiéndose de las labores defensivas. Un tal Johan Cruyff, sabio aprendiz de esta escuela holandesa, se animó a plasmarla en el F.C. Barcelona coronándose campeón de España y Europa a principios de los noventa. De esa experiencia catalana nació el  fútbol multicampeón de Pep Guardiola, que aplicando la base de ambos casos se convirtió en el entrenador más ganador de los últimos veinte años.Quizás es esa también una de las características de “la Roja” que nos hace soñar: potenciar el funcionamiento colectivo por sobre las individualidades.

Si en nuestra sociedad aplicáramos estos principios podríamos tener un país más justo que no le impida a nadie obtener un trabajo por su barrio de origen, por no estudiar en un colegio elegante ni por  ni por carecer de apellidos rimbombantes. Por lo mismo, si impulsáramos una cultura del premio al esfuerzo, serían miles las familias que tendrían sus hogares definitivos en vez de los campamentos que se multiplican por nuestro país; nos preocuparíamos más de esas familias que llegan a fin de mes como pueden, aguantando a que pasen los descuentos.  En un país con igualdad de oportunidades nadie estaría condenado a una educación de mala calidad por nacer en una zona pobre, todos tendrían la oportunidad de clasificar a una mejor y más digna calidad de vida. Y si implementáramos políticas públicas como el Ajax lo hacía en la cancha, hace tiempo que hubiésemos dejado de pensar que la inequidad es una condición necesaria para mantener el crecimiento económico del que tanto nos jactamos y empezaríamos a preocuparnos de todos los que formamos parte de la sociedad.

Dicen que el  fútbol finalmente es un reflejo de la humanidad, con sus grandezas y sus pequeñeces.  Depende de nosotros salir a jugar de una forma que nos haga sentir orgullosos. Un año mundialero es la ocasión perfectapara que de una vez por todas, emparejemos la cancha de nuestra sociedad.

*Escrita junto a Benjamín Fernández, uno de los tantos que jamás le falla al Estadio Santa Laura.

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