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Actualizado el 25 de Noviembre de 2020

Productividad: la necesidad de reorganizar el trabajo

"Largas jornadas laborales tienen un efecto negativo sobre la salud de las personas, al aumentar el stress y disminuir la respuesta inmune; además de aumentar el riesgo de accidentes laborales y de tránsito".

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Víctor Muñoz es Víctor Muñoz M., Kinesiólogo Ipsum, UMCE. Diplomado en Control Motor, U. Mayor. Docente en diversas universidades en el área de la biomecánica y análisis del movimiento humano.

Encontrar un equilibrio entre la vida personal y el trabajo es un desafío importante para nuestra sociedad que posee una clara tendencia al envejecimiento, propia de una sociedad en vías de desarrollo, donde la relación entre el empleo y la calidad de vida debería ser un tema de discusión al estar directamente relacionado no sólo con el bienestar, si no con el desarrollo del país.

Un aspecto importante del equilibrio entre el trabajo y la calidad de vida es la cantidad de horas que una persona pasa en el trabajo. La evidencia sugiere que largas jornadas laborales tienen un efecto negativo sobre la salud de las personas, al aumentar el stress y disminuir la respuesta inmune; además de aumentar el riesgo de accidentes laborales y de tránsito producto del cansancio mental y la falta de concentración. En Chile la jornada laboral promedio es de 2.029 horas al año, uno de los índices más altos dentro de la OCDE con un promedio de 1.765 horas/año. La cantidad de empleados que trabajan más de 50 horas semanales alcanza el 15% mientras que el resto de los países pertenecientes al organismo tienen un promedio de 9%, destacando que esta larga jornada laboral está presente en mayor proporción en hombres que doblan el porcentaje de mujeres dentro de actividades remuneradas.

Si a esto se le agrega la cantidad de horas trabajadas en actividades no remuneradas, como las de aseo y mantención del hogar, además del tiempo y calidad del transporte desde y hacia el trabajo, resulta fácil entender que nuestro país aparezca en el lugar 31 entre los 36 del ranking OCDE en cantidad de trabajadores con jornada laboral extensa, cantidad de horas extra trabajadas y tiempo dedicado a recreación y autocuidado.

Si lo anterior es cruzado con que nuestros índices de productividad son de los más bajos entre los países de la OCDE, sólo igualados o superados por otros países de altas horas de trabajo a la semana, parece evidente la necesidad de plantear el debate sobre las cargas de trabajo y la productividad como eje central de nuestras actividades laborales.

Se debe entender que distintos trabajos tendrán distintos requerimientos y, ergo, distintas cargas físicas y mentales. Sin embargo, toda carga responde a la misma lógica estructural: una carga debe ser soportada. Cuando la carga es mayor a la capacidad de ser soportada por una estructura se produce una falla. Por otra parte, cuando las cargas son repetidas constantemente se produce un efecto acumulativo que puede llevar a la estructura a una falla a largo plazo, las llamadas “fallas por stress”.

Bajo esta prisma, una respuesta básica y de gran relevancia es el descanso, dado que hablar de cambios a la jornada laboral parece aún muy lejano y responde a procesos político – económico que no vienen al caso, por lo que el descanso puede ser fácilmente introducido mediante la redistribución de la carga a lo largo de la jornada laboral.

Una reorganización de las cargas de trabajo permitirá bajar las demandas físicas y mentales dependiendo de las necesidades del puesto laboral, lo que retardará la aparición de la fatiga a la que nos vemos todos expuestos. La fatiga es una causa importante en la disminución de la productividad al dificultar los procesos cognitivos de atención y concentración, entorpeciendo la toma de decisiones. Además, disminuye el rendimiento físico y es un factor predisponente para las lesiones y accidentes.

En el Reino Unido se ha determinado una disminución de un 53% en la productividad de sujetos fatigados mentalmente en sus puestos de trabajo, con un impacto negativo en el PIB y los costos de salud asociados al tratamiento de stress y accidentes laborales. Al considerar que toda carga puede ser cuantificada, no es iluso pensar en que con el apoyo de la ciencia y tecnología se pueda aumentar la productividad de las actividades económicas, los puestos de trabajo y además mejorar la calidad de vida de nuestra sociedad. El desafío es claro, ¿quién se anima?

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