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Actualizado el 25 de Noviembre de 2020

Discapacidad Turística, gira de estudios desde mi silla de ruedas

El Estado, los privados, los municipios, los museos, las Iglesias, preocúpense. Las personas con movilidad reducida también habitamos este país y queremos apreciarlo y valorar por completo.

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Alfonso Gálvez Caroca es Papá de Javiera, estudiante de Tercero Medio B Colegio Raimapu. Publicista. Ha trabajado en diseño gráfico para diferentes medios como Fortín Mapocho, La Nación y diversos organismos públicos y de la empresa privada.

Quiero contar mi experiencia luego de acompañar a mi hija a su gira de estudios… (haré como que fui yo el que estuvo todo el viaje en silla de ruedas).

Partimos en un bus muy moderno, de un valor de $180 millones aproximadamente, perteneciente a una agencia de viajes que siempre se la jugó por entregarme la mayor comodidad en mi viaje pero… éstos vehículos interurbanos no tienen un acceso especial para alguien con una silla de ruedas a no ser que trate (si es que puedo) de subir gateando al primer asiento o que alguien me suba en brazos… técnicamente nada que hacer en este caso, hay que optar por arrastrarse en el suelo sobre alguna manta o tela.

En el trayecto a La Serena, en mitad de la ruta hicimos una parada a un servicentro a desayunar. Los baños (una de mis principales preocupaciones en viajes largos) estaban muy bien equipados.

Seguimos en la ruta y paramos a almorzar en Los Vilos, el restaurante muy bueno pero… la mayor parte de las mesas estaban en el segundo piso y ahí le habían habilitado espacio a mi curso. Gracias a la ayuda de mis profesores y choferes del bus, pude subir a almorzar, era más fácil subirme que bajar 10 mesas de comedor, obvio.

Luego de eso vino un paseo a la playa, sin acceso ni ramplas para discapacitados, sólo pude ver el arena de lejitos, Los Vilos debería ser más inclusivo. Al terminar el día llegamos a un hotel (Sendero del Sol) en que nos asignaron una buena habitación en el primer piso y que tenía rampla de acceso, además el baño contaba con barras de apoyo en la tina, un siete para el hotel.

Al día siguiente estaba agendada una salida al Valle del Elqui… muy buen paseo y me las pude arreglar sin problemas a pesar de que en todos los lugares los baños no tienen ramplas de acceso y las puertas son angostas y mi silla no entraba a varios, con mucho ingenio me las arreglaba para ingresar. El museo a Gabriela Mistral en Montegrande era muy accesible y sus baños un lujo, los felicito.

Para terminar el día visitamos el Observatorio Mamalluca y sus telescopios, los ví de lejos porque en el observatorio mismo no hay ascensor o rampla para llegar a su mirador principal, la voluntad de subirme en andas estaba, pero mi temor pudo más y desistí. A ver las estrellas desde lejos no más.

El tercer dia visité… o lo intenté, la Cruz del tercer Milenio en Coquimbo… que gran infraestructura, una enoooorme inversión, pero la ví desde afuera porque el ascensor desde Semana Santa (de acuerdo a lo que me dijo alguien de administración) que está malo para subir al primer mirador que da acceso a la cruz, y más encima con sacos de arena en la entrada porque ingresaba el agua cuando llovía. El ingreso principal es una enoooorme escalera y sólo se puede entrar con una silla de ruedas por un camino de tierra lateral de unos 40º de inclinación… entre 4 personas tratando de subirme por esa zona en mi silla.

El cuarto día visité el centro de La Serena, un lugar bello y limpio que no estropeó mi silla con mugre o caca de perro, algo habitual en mis recorridos por las ciudades. Allí La Recova tiene una rampla de acceso caracol a los restaurantes, muy buen trabajo, faltan franjas antidelizantes eso sí, mi papá casi resbala conmigo y se cae, acá los baños son imposibles de visitar, puertas estrechas y además en malas condiciones al menos para mi, todo el piso mojado y sucios.

La mañana siguiente visité el Parque Botánico Japonés, gracias a la fuerza de mi papá pude avanzar, porque a algún genio se le ocurrió poner ripio en todos los senderos, lo que me hizo “súper fácil” el traslado (ironía). En este lugar el baño para discapacitados era de los mejores de todo el viaje, los felicité. Me dijeron eso si que debían mantenerse con llave porque algunos visitantes ingresaban y los dejaban sucios.

Al dia siguiente visité la caleta de Punta de Choros, traté de subir a la lancha pero me ganó la sensación de inestabilidad y vértigo, en todo caso agradezco la compañía de los pescadores y el bello paisaje. Otro lugar que visité y ví desde lejos.

El último día fuimos al Parque Nacional Fray Jorge. Por lo que aprecié en las fotos de mis compañeros, el sendero mismo es de relativo fácil acceso para alguien en silla de ruedas. Digo por lo que ví, ya que el bus no podía llegar a esa zona, sólo se puede entrar en vehículos livianos (que el lugar no tenía). Sin embargo, el gentil guardaparques se manejaba en moto para guiar a los grupos. Los baños de este recinto estaban en muy buen estado, los felicito, aunque un sendero más firme y llano para llegar a ellos sería una inversión no muy cara y quizás un panel solar para que tuvieran alumbrado.

En fin, un viaje de más dulce que de agraz, pero que me dejó sensación de que se puede hacer más en infraestructura, invertir para TODOS, no basta con acordarse para la Teletón de las personas que tenemos ésta movilidad reducida, hay detalles que siempre son suplidos con la buena voluntad de los lugareños y ciudadanos y eso se agradece, pero… y el Estado, los privados, los municipios, los museos, las Iglesias, preocúpense. Las personas con movilidad reducida también habitamos este país y queremos apreciarlo y valorar por completo.

Como YO… deben existir muchos niños/as que se decepcionan y padres que nunca se dan por vencidos.

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