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Actualizado el 25 de Noviembre de 2020

Casi un Gigoló

Podría haber sido una comedia que analizara sobre todo los sentimientos de soledad, de aislamiento y de la promesa de una felicidad a través de un amor imposible. En cambio, es casi una denuncia de la manera de pensar de los habitantes del ghetto de Brooklyn donde transcurre la historia.

Por José Blanco J.
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José Blanco J. es Profesor de Estado (Universidad de Chile), Doctor en Filosofía y Doctor en Materias Literarias (Universidad de Florencia, Italia). Se ha dedicado a la filología medioeval y humanista, dando especial importancia a Dante, Petrarca y Boccaccio sobre los que ha escrito numerosos libros y ensayos. Ha traducido al castellano textos de cronistas florentinos que vivieron en América en los siglos XVI y XVII. También ha publicado libros de historietas de dibujantes chilenos.

Una película declaradamente antisemita.

Empezando por el lugar donde los hechos ocurren. Es el ghetto, pero no el ghetto tradicional de los pobres judíos obligados a vivir fuera de la sociedad. Éste es un lugar de Brooklyn en el que no sólo hablan su lengua y practican su religión, sino que tienen su propia policía y sus propios tribunales de justicia (con jueces vetustos y de luenga barba). Además, imponiendo el principio sacrosanto del Estado Ético, determinan lo que cada habitante debe hacer de su vida, sobre todo si se trata de la joven viuda de un rabino con seis hijos. Llegan al punto de tratar de impedirle que salga del ghetto y vigilan todos sus pasos.

En segundo lugar, el racismo. Antes de empezar una relación de cualquier tipo, la pregunta de rigor es precisa y directa: ¿es judío?

Para lo único que no es requisito ser judío (al contrario, no debe serlo) es para la obtención de dinero y – demostrando una avaricia rayana en lo delincuencial – el coprotagonista prostituye a un antiguo dependiente de su quebrada librería para que preste servicios sexuales a señoras insatisfechas.

Llega a tanto el desparpajo que, no sólo se queda con un porcentaje de los honorarios (por ser su manager), sino que lo obliga a dividir por igual las propinas (“como lo hacen los camareros en los restaurantes”).

Director y actor principal de esta película es John Turturro, pero el que mueve los hilos de la acción e influye notablemente en su perspectiva es Woody Allen. Incluso en la tendencia a incorporar a figuras de reconocido prestigio internacional. De hecho, están presentes tres “bombas” del erotismo tanto cinematográfico como de crónica farandulera: Sharon Stone, Sofía Vergara y Vanessa Paradis. A ellas se agrega un elenco interminable de actores étnicamente seleccionados, al que encabezan Liev Schreiber (con su 1.91 y ricitos que cuelgan de sus sienes) y Bob Balaban.

Podría haber sido una comedia que analizara sobre todo los sentimientos de soledad, de aislamiento y de la promesa de una felicidad a través de un amor imposible. En cambio, es casi una denuncia de la manera de pensar de los habitantes de ese ghetto.

Dicen que los judíos son los que conocen los mejores chistes sobre los judíos. Woody Allen siempre se ha reído de su religión (es famosa su frase “¡Señor, sabemos que somos tu pueblo elegido! Pero, ¿no podías elegir otro pueblo?”) y por ello se le aceptan estas “humoradas”. Para otros realizadores, como Mel Gibson, está la inmediata condena de la comunidad judía regional e internacional.

(Fading Gigolo. USA, 2013)

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