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Actualizado el 25 de Noviembre de 2020

Oposición, fiscalización y responsabilidad

En otros países, las interpelaciones son formas habituales de funcionar. Nuestra aspiración es desdramatizar este instrumento, y lograr que las interpelaciones tengan el sentido de ayudar a la gente, y no ser un gallito entre políticos.

Por Pedro Browne
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Pedro Browne es Representa a las comunas de Lo Espejo, Pedro Aguirre Cerda, San Miguel.

Esta semana la oposición concretó su segunda interpelación. El interrogado fue el Ministro del Interior Rodrigo Peñailillo y la causa, la violencia en la Araucanía.

Hace más de un mes, fue el diputado de Amplitud, Joaquín Godoy, el encargado de inaugurar el uso de esta herramienta de fiscalización. Lo hicimos desde una mirada ciudadana, poniendo nombre y apellido a los problemas que se arrastran en Valparaíso después del gigantesco incendio.

Lamentablemente, no logramos compromisos concretos por parte de la Ministra Paulina Saball, pero al menos en algo se ha acelerado la llegada de ayuda para la gente de los cerros.

Durante la interpelación al Ministro del Interior, el diputado José Manuel Edwards hizo esfuerzos para buscar compromisos por parte del Gobierno, pero –para bien y para mal- Rodrigo Peñailillo definió que no se haría cargo de un problema que se arrastra por cientos de años.

Nuestras herramientas de fiscalización son muy limitadas. Dada la baja representación parlamentaria, sólo podemos aspirar a Comisiones investigadoras e interpelaciones.

Por la forma como se desarrolla cada mecanismo, la interpelación resulta ser más efectiva, porque permite a los parlamentarios interrogar directamente a un Ministro, quienes no son precisamente rápidos a la hora de responder oficios, otro de los mecanismos con que cuenta la Cámara para realizar su labor fiscalizadora.

Por lo mismo, es necesario cuidarla.

En otros países, las interpelaciones son formas habituales de funcionar. En Inglaterra, por ejemplo, el Primer Ministro debe asistir a la Cámara de los Comunes todos los miércoles, a las 12 horas, para responder hasta seis preguntas de los congresistas.

Nuestra aspiración es desdramatizar este instrumento, y lograr que las interpelaciones tengan el sentido de ayudar a la gente, y no ser un gallito entre políticos.

La Constitución permite interpelar hasta tres veces en el año a un ministro, pero debemos hacerlo con seriedad.

Desde Amplitud, creemos que las interpelaciones deben cumplir ciertos requisitos antes de ser decididas, a fin de que sea un instrumento realmente útil para nosotros a la hora de fiscalizar.

Pero además, es clave que la ciudadanía les crea, y sienta que al ver una interpelación, encuentra respuesta a sus preguntas y a sus problemas.

Creemos que como requisito fundamental, la interpelación debe ser sobre un tema de relevancia nacional, no solamente hechos que ocurren coyunturalmente.

Asimismo, creemos que la elección del partido que interpela debe estar necesariamente condicionado a tener al parlamentario más idóneo para abordarla, ya sea porque el tema es de su distrito, o porque está fuertemente ligado a un área específica del cual es motivo la interpelación. Esto se traduce en dejar de lado afanes de figuración personal, sino más bien pensar en el colectivo.

En ese sentido, debe existir un compromiso institucional, porque los desmarcados de último minuto no hacen más que desprestigiar aún más a la clase política.

Dado lo anterior, resulta inoficioso imponer un orden previo de interpelaciones. No queremos cuoteos. En eso hemos sido claros desde el comienzo.

Cuando las herramientas de fiscalización para la oposición son escasas, estas deben ser utilizadas con mucha responsabilidad. No podemos permitir que se desprestigie un instrumento que, a todas luces, cumple su objetivo cuando se hace bien.

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