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Actualizado el 25 de Noviembre de 2020

Reforma educacional: no hay avance posible sin movimiento social

Queremos edificar un nuevo Sistema Nacional de Educación Pública, lo que implica un fuerte compromiso del Estado en la construcción, orientación y regulación de un sistema educativo gratuito y de calidad, que apunte a la creación de una sociedad democrática, con justicia social e inclusiva. También pretendemos diversificar la formación, tanto técnica como universitaria, pensando en un Chile con soberanía y que se autodetermine como nación.

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Angel Delgado C. es Presidente Federación de Estudiantes Universidad Austral de Chile

Durante estos días hemos escuchado al ministro Nicolás Eyzaguirre asumir públicamente el compromiso de derogar los artículos del DFL-2 a objeto de no impedir la participación de los estudiantes y las comunidades en su conjunto en los destinos de las instituciones de educación superior. Sin duda, esto constituye un avance en materia de participación y democracia universitaria, pues pone término a uno de los cerrojos institucionales legados por la dictadura y abre las puertas para democratizar los espacios universitarios, lo cual para nosotros tiene una perspectiva estratégica: transformar las instituciones en entes que impulsen cambios sociales y que no sean diques de contención y conservadurismo.

Pero debemos ser claros: este avance no se habría logrado sin el rol que ha jugado el movimiento social y sus organizaciones, ya que han sido ellas las que han presionado para instalar y cambiar este aspecto, expresión de una democracia tutelada y restringida. Más aún considerando que el programa de gobierno de la presidenta Bachelet, y los proyectos de ley hasta ahora presentados, nada decían sobre este punto.

De ahí la importancia de haber condicionado nuestra presencia en el Plan de Participación Ciudadana para la reforma educativa a una serie de garantías, incluida la derogación del DFL-2. Esto nos demuestra que sin movilización y presión social no hay avances posibles. También, por otra parte, la importancia de ser hábiles en no caer en maximalismos que confunden radicalidad en los planteamientos con intransigencia y marginalidad, dos actitudes que podrían hipotecar años de movilización y lenta rearticulación del campo popular.

Sin embargo, queda pendiente concretar esta iniciativa puesto que el gobierno se ha comprometido a enviar con suma urgencia un proyecto de ley destinado a responder a esta demanda estudiantil. Hay que estar alertas.

¿Cuáles son las principales dificultades que debe enfrentar el movimiento estudiantil?

La derecha ha lanzado una campaña del terror contra cualquier atisbo de cambio en el sistema educativo, logrando movilizar a los sostenedores de colegios, lo que claramente expresa una defensa a ultranza del lucro y la segregación en el sistema educativo.

Pese a que los primeros proyectos de ley en materia educativa no representan, a juicio nuestro, una transformación estructural del sistema educativo, este rechazo demuestra la visión dogmática y el apego irrestricto al mercado por parte de estos sectores.

Es importante que el movimiento estudiantil y quienes se sienten representados por sus planteamientos no retrocedan en el debate de ideas que ya se ha instalado en Chile a partir del 2011 en materia de derechos sociales y sean capaces de superar políticamente a los verdaderos “ultras”, que son los del lucro y el negocio educativo.

Hay que advertir que este sector no es exclusivo de la derecha. Cada vez se torna más evidente cómo hay quienes dentro de la Nueva Mayoría hablaban de cambios estructurales y hoy aparecen nuevamente en defensa del modelo, torpedeando las posibilidades de transformaciones.
La experiencia acumulada por el movimiento estudiantil nos hace estar cautos al momento de escuchar promesas. Queremos ver hechos concretos. Recientemente hemos visto cómo para la discusión tributaria el gobierno ha corrido para llegar a acuerdos entre cuatro paredes con los defensores del modelo. Y peor aún, hay quienes se vanaglorian de estar cocinando el mantenimiento del statu quo y la reedición de la política de los consensos ahora en versión 2.0.

También nuestra memoria reciente como movimiento estudiantil, considerando las experiencias del 2006 y el 2011, nos torna escépticos. Se dijo el 21 de mayo que ésta sería la reforma más importante de los últimos 50 años y a la fecha aún no conocemos el diseño integral de los cambios enunciados y sólo se han anticipado medidas fragmentadas, lo cual resulta claramente insuficiente.
Nuestra apuesta

Como movimiento estudiantil no nos prestaremos para ser comparsas de nadie ni para simulacros de participación. Si vamos a participar en la discusión de la reforma será para incidir en la dirección de cambios profundos, pues como hemos dicho hace bastante rato, la educación chilena requiere transformaciones estructurales y no sólo correcciones de los excesos del mercado.

Nuestras demandas han sido claras, se han expresado en hitos masivos de movilización social y han concitado adhesión ciudadana y popular. El gobierno de la Nueva Mayoría y la presidenta Michelle Bachelet durante su campaña se apropiaron de las demandas del movimiento estudiantil y realizaron promesas de cambios profundos. Es momento de cobrarles la palabra y eso sólo lo haremos con movilización y exigiendo nuestra participación vinculante.

Queremos edificar un nuevo Sistema Nacional de Educación Pública, lo que implica un fuerte compromiso del Estado en la construcción, orientación y regulación de un sistema educativo gratuito y de calidad, que apunte a la creación de una sociedad democrática, con justicia social e inclusiva. También pretendemos diversificar la formación, tanto técnica como universitaria, pensando en un Chile con soberanía y que se autodetermine como nación.

Apostamos por un sistema educativo que se rija por una estrategia nacional de desarrollo, a partir de la cual las instituciones orienten su quehacer de acuerdo a las necesidades de nuestra sociedad en todos los planos, particularmente el económico, tanto en perspectiva nacional como regional.
Queremos también una nueva institucionalidad, una nueva estructura de financiamiento y un nuevo sistema de acceso. Esto implica una reforma estructural al sistema de educación superior.

Sabemos que para conseguir nuestras demandas se requiere una amplia y activa movilización ciudadana. Las conquistas populares nunca han sido concesiones de los poderosos sino fruto de la lucha social del pueblo organizado. Para ello el movimiento social estudiantil debe ser capaz de incidir en la arena pública, disputar los espacios de deliberación política y concitar apoyo social. Con vocación transformadora, de poder y de mayorías podemos avanzar en el largo camino de la democratización política y la justicia social. En esta tarea histórica, todas las manos sirven y ninguna sobra.

 

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