Lemebel al Nacional: una decisión política
Lemebel es tierra, es la incomodidad hecha carne para mucho reaccionario instalado en las cúpulas de la literatura nacional. Es lenguaje desconocido pero popular, es la libertad marginal circulando por las hojas que algunos creen sacras e incorruptibles. Es quien se ríe de la pluralidad inventada al son de un comercial de retail.
Francisco Méndez es Periodista, columnista.
Hace días que una campaña anda circulando por las redes sociales. La motivación de ésta es la idea de que Pedro Lemebel obtenga el Premio Nacional de Literatura 2014. La iniciativa ha llevado a varios y varias a alzar la voz en pro de esta causa, que más que literaria parece social política, y es que no es para menos, ya que la marginalidad finalmente se toma la literatura.
Lemebel es calle, es respiración proletaria y es izquierda más allá de las invenciones políticas de los partidos y sus grandes discursos de igualdad. Su crónica va más allá de los grandes índices de crecimiento o del discurso oficial que contiene esa idea irreal de una reconciliación que solamente los victimarios buscan y quieren.
Este cronista es parte de la crudeza de la calle, es la realidad del Zanjón del Aguada, y de esos lugares en donde la pobreza no es amable como en los cuadros que la elite progre cuelga en sus living, sino que es fría, es rabiosa y es intolerante, con razón de sobra.
Las historias de esta loca-como él mismo se ha descrito- no son bonitas, conmovedoras, ni menos rodeadas de bonitas frases y lindos lugares comunes; al contrario, la belleza de sus relatos se encuentran en la carencia de todos estos “atributos”, ya que son sustituidos por la realidad, por el extremo de las calles oscuras en donde circulan quienes no son tomados en cuenta por esta democracia feliz y risueña llena de abrazos y palmoteos en la espalda.
Lemebel es la piedra en el zapato para quienes creen que hicieron todo bien al momento de recuperar la libertad luego de la dictadura; es quien no deja tranquila la conciencia de los que creen que Chile es cada vez más inclusivo y democrático, y quien se pasea por la mente de los nuevos movimientos por la igualdad, liderados por un Simonetti que habla desde su experiencia burguesa, que más bien parece un cuento de hadas comparado con lo que el autor de Tengo Miedo Torero ha descrito por años y años.
Lemebel es tierra, es la incomodidad hecha carne para mucho reaccionario instalado en las cúpulas de la literatura nacional. Es lenguaje desconocido pero popular, es la libertad marginal circulando por las hojas que algunos creen sacras e incorruptibles. Es quien se ríe de la pluralidad inventada al son de un comercial de retail.
Por eso es tan importante esta instancia. No porque el premio sea particularmente importante, sino porque la democracia consiste también en ir ganándose espacios más allá del oficialismo, de la voz única y de una sola manera de ver Chile. Porque si gana Skarmeta-otro de los postulados- todo será igual que siempre, ya que será el corazón concertacionista el que esté hablando desde su podio de lo que es o no cultura. Es como si volviera Andrés Velasco al ministerio de Hacienda a “poner orden” o si Andrés Zaldivar tomara las riendas de Interior. Es volver a veinte años en donde lo cultural y lo político parecía ser rebelde, pero no era más que añejos recuerdos que personas que vieron su pasado desde el cómodo escritorio de su casa en la playa. Es volver al quietismo, a lo estático pero saludable.
Y es que el arte- y la política- no siempre tiene que ser saludable, sino que tiene que tener contacto con las miserias, con lo que sucede y no con lo que se dice que sucede. Y decidir que Pedro Lemebel sea el ganador de Premio Nacional 2014 es una decisión que nos acerca más lo que pasa que a lo que dicen. Es una decisión que no es solamente literaria, sino democrática y propia de un país que busca abrir espacios a lo concreto.
(Foto: Sebastian Tapia Brandes)