Por favor, don Max
Puede quedar inmortalizado como el empresario con visión social y sensibilidad que supo recuperar, restaurar y convertir un edificio ícono de nuestro pasado afrancesado en un, por ejemplo, deslumbrante centro cultural.
Estamos a punto de perder otro edificio emblemático de Santiago. Una joya arquitectónica de cuatro pisos que está en la esquina Rosas con Morandé. Se trata del Edificio de la Protección Mutua de Chile, inaugurado en 1924. Una belleza de estilo neoclásico y afrancesado, obra del arquitecto Pedro Palma. A pesar de que fue declarado Inmueble de Conservación Histórica en mayo del 2008, tenía vigente un permiso de edificación de enero de ese mismo año, y eso prima por sobre el decreto municipal.
Como la Seremi Metropolitana de Vivienda ordenó hace pocos días a la Municipalidad de Santiago que autorizara la demolición del edificio, para construir allí una torre de 33 pisos, quedan dos posibilidades. Una es rezar porque ocurra un milagro. La otra, apelar a la inteligencia y sensibilidad del dueño de la inmobiliaria y del terreno, un hombre que fue el financista y mano derecha de Marco Enríquez Ominami en su primera campaña presidencial así como una de las personas más cercanas a Fidel Castro.
Me refiero al conocido Max Marambio. Don Max, me han hablado muy bien de usted. Tenemos conocidos en común que destacan su inteligencia, su cultura y su calidad como amigo. No me cabe ninguna que usted debe ser un tipo choro, como pasa con muchos de los self made man. Hace 40 años era integrante del Grupo de Amigos Personales (GAP) del presidente Allende y hoy es un exitosísimo empresario.
Leía por ahí que esta propiedad le costó menos de 20 mil UF, o sea menos de un millón de dólares. Y claro, transformar esa inversión en un edificio de 33 pisos puede implicar una muy atractiva utilidad. Pero usted es un hombre que entiende de oportunidades. Y hoy se ve enfrentado a un dilema.
Puede hacer un negocio suculento y quedar como el hombre de izquierda que no tuvo piedad para conservar un hito patrimonial y terminó destruyéndolo o, fíjese bien, puede quedar inmortalizado como el empresario con visión social y sensibilidad que supo recuperar, restaurar y convertir un edificio ícono de nuestro pasado afrancesado en un, por ejemplo, deslumbrante centro cultural.
Uno que ayudó a recuperar el barrio y traer nuevas inversiones complementarias como restaurantes, librerías, disquerías, tiendas de ciclismo urbano y que les mejoró la calidad de vida a los propietarios de esa otra torre de 33 pisos que usted ya construyó ahí mismo, al ladito de la joya arquitectónica. Don Max, usted es un tipo que sabe de pintura, de literatura, un hombre que percibe el valor de la belleza, que entiende de patrimonio, que disfruta de la cultura. Y es también un hombre que abrió la ruta del turismo en Cuba y que podría agregarle valor a Santiago con esta decisión. No sólo a Santiago. Podría agregarle un tremendo valor a su propio nombre y apellido a través de esta decisión.
Insisto, don Max. Tiene en sus manos una preciosa oportunidad para salvar un edificio por el que muchos estamos llorando y darle nueva vida con una mínima inversión. Usted tiene la sartén por el mango. Usted puede convertir un duelo patrimonial en una fiesta ciudadana y ser el festejado, el que reciba los aplausos, el que quede inscrito en los libros como un hombre de bien. Por favor, don Max, piénselo. Y mientras lo hace, pase a revisar cada cierto rato la frase #SalvemoselEdificioDeRosas en redes sociales. A ese hashtag estaremos mandando nuestras oraciones y buena vibras. Don Max, un abrazo!