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Actualizado el 25 de Noviembre de 2020

#AMezclarse por un país que nos pertenezca a todos y todas

Por Myriam Aravena
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Myriam Aravena es Editora de Medios Digitales, Comunicaciones Educación 2020. Periodista, Universidad de Chile.

La base de los derechos humanos es ver en el otro a un ser humano como uno, merecedor, por el sólo hecho de existir, de los mismos derechos. Cuando dejamos de ver al otro como un ser humano es mucho más fácil violentar sus derechos. Porque el otro ya no es mi amigo, mi vecino, mi compañero de curso, que tiene un nombre y apellido, con quien comparto hobbies, con el que converso en el paradero en las mañanas. El otro pasa a ser un desconocido: “el indigente”, “el inmigrante”, “el homosexual”. Una sombra de un ser humano.

Y es fácil dejar de ver al otro cuando no lo conocemos. Cuando su figura la tenemos que aprender en los libros o a través del filtro de los medios de comunicación o los comentarios de terceros. Cuando no tenemos un nombre, un rostro y una historia que nos remita a un ser humano, sino sólo una etiqueta que no lo representa y que no nos dice nada sobre ellos más que un prejuicio.

De ahí la importancia de terminar con la segregación brutal que existe en nuestro país: porque Chile entero parece un puñado de guettos donde, a pesar de vivir en una gran ciudad, estamos confinados a conocer sólo a una pequeña parte de toda la población. Y escogemos la parte que más se parece a nosotros porque el resto nos da miedo.

Nos da miedo que nuestros hijos salgan a la calle a jugar con los amigos del barrio, nos da miedo llevarlo al colegio donde van niños más pobres, nos da miedo que conozcan realidades distintas. Argumentamos que es por su seguridad —y no dudo que muchos padres y madres tienen razones para pensar así—, pero qué poco nos paramos a pensar en su desarrollo integral. En que aprender con los otros y de los otros es tan importante como aprender Matemáticas.

Porque la diversidad enriquece el proceso educativo, hace que los niños y niñas vean más allá de su propia realidad y se acerquen a las múltiples realidades que coexisten en el país. Porque conocer y aprender a respetar a los otros los hace ser mejores personas.

¿Se ha puesto a pensar que su hijo/a es también un desconocido, un distinto para otros niños y otras familias? Cuando hablamos de diversidad no estamos hablando de lo extraño, sino de lo distinto. Y todas y todos somos distintos.

Así como otros niños y otras familias tienen algo que aportarle a su hijo, su hijo también puede ser un aporte al resto. Esto es la base de una sociedad solidaria y cohesionada, que ve en el otro un potencial aliado antes que un potencial enemigo.

Sabemos que no es fácil avanzar hacia una sociedad basada en la cooperación cuando hemos vivido sumergidos en el cruel mundo de la competencia por tanto tiempo, por eso que creemos que el colegio, sobre todo desde la educación parvularia y escolar, es el lugar ideal para comenzar a construir un país más justo y solidario; un país que acoja y no discrimine.

Por eso hoy desde Educación 2020 llamamos #AMezclarse: porque creemos firmemente que el sistema educativo tiene que ser la piedra angular de un Chile mejor, donde las salas de clases sean lugares de encuentro y aprendizaje entre culturas distintas, orígenes distintos, capacidades físicas o cognitivas distintas, orientación sexual o identidades de género distintas. Sólo así podremos construir un país del que nos sintamos orgullosos: porque nos pertenecerá a todos y todas.

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