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Actualizado el 25 de Noviembre de 2020

Fomento del libro y la lectura

A ningún gobierno le interesa de verdad el problema de la lectura, y por eso se entregan paliativos, maletines literarios, parches para tapar el problema, becas y subsidios que en ningún caso ayudan a superar la enfermedad.

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Miguel de Loyola es Cuentista y novelista chileno, con diversas publicaciones en Chile y el extranjero desde la década de los 90 hasta nuestros días. También es editor del sitio letrasdechile.cl y secretario de redacción de revista Proa. Miembro del Círculo de críticos de arte de Chile.Profesor y Magíster en Letras por la Pontificia Universidad Católica de Chile.

Muy buenos dividendos electorales traen las proclamas y consignas a favor de la cultura. Ha sido un arma usada con mucha eficacia por los candidatos a la presidencia y al Congreso. Se ha creado en Chile nada menos que hasta un Ministerio de la Cultura, un ente regidor de tales materias, institucionalizando así una actividad humana cuya principal naturaleza es la libertad. En pro del libro, se han erigido monumentos: en Chile hoy día abundan las bibliotecas, bibliotecas de excelencia, inmejorables, pero en su gran mayoría desiertas. Un paseo por la maravillosa Biblioteca Central es realmente desolador, salas y más salas vacías de público, donde los funcionarios viven en estado de reposo permanente, a un costo – es de imaginar- impresionante para el Estado.

Por cierto, la pregunta es qué ha fallado, por qué pese a los esfuerzos gubernamentales no mejora el interés por la lectura. No hay aquí un problema de infraestructura, de falta de acceso al libro, ni menos de precio, porque si hay interés por la lectura, los libros pueden leerse gratis en las bibliotecas emplazadas en todas las comunas de Santiago y del país, también está la posibilidad de hacerlo del mismo modo vía internet. Hay, desde luego, carencia total de políticas públicas funcionales y permanentes, conducentes a mejorar los niveles de lectura de una manera definitiva. Hay desinterés por extirpar la raíz del problema. Las existentes, sólo buscan limpiar la imagen del gobierno de turno, y, después, hasta luego, que se las arregle como pueda el gobierno siguiente. Así llevamos treinta años. Y, por cierto, nada ha cambiado, y hoy día se siguen formulando las mismas preguntas, los mismos diagnósticos en torno a la falta de lectura.

A mi entender, sencillamente, a ningún gobierno le interesa de verdad el problema, y por eso se entregan paliativos, maletines literarios, parches para tapar el problema, becas y subsidios que en ningún caso ayudan a superar la enfermedad. Por el contrario, la prolongan y mantienen, generando también otras, los grupos parasitarios que se alimentan de ella.

Si de verdad interesara a los gobernantes mejorar el nivel de lectura, un Estado consecuente usaría esos recursos botados a la basura en estudios, diagnósticos, becas y publicaciones institucionales, en publicidad audiovisual adecuada, que es la mejor herramienta creada por la técnica para inducir a las masas hacia un objetivo común. La usan con total eficacia y sin ningún escrúpulo para llegar al poder la mayoría de los gobernantes. Sin embargo, la ignoran cuando ven el peligro inminente que puede traer a sus gobiernos una ciudadanía informada. Esa es la cuestión. Cabe recordar que en tiempos de dictadura existían diarios y revistas al por mayor, las que misteriosamente se acabaron tras la llegada de la democracia.

Los libros son peligrosos, porque llevan a los individuos a pensar, y quienes piensan, adquieren una visión crítica respecto al mundo que los rodea, y se dan cuenta de las infamias y corrupciones del Poder. Una masa informada, no permitiría los descalabros y arbitrariedades en el Congreso, la repetición de cargos por años de años de algunos congresales, los sueldos millonarios de los parlamentarios que hablan de igualdad con un desparpajo sorprendente, la falta de justicia a la hora de hacer Justicia frente a los terroristas y delincuentes, los sobresueldos vergonzosos que algunos políticos le sacan a las empresas estatales por asesorías sin sentido, las estafas en los ministerios por obras jamás realizadas, los desvíos de dineros para causas inexistentes, los reembolsos por favores concedidos en tiempos de elecciones, la desvergonzada falta de consecuencia de los autoproclamados servidores públicos…

Leer es peligroso, quienes leen, toman conciencia del mundo, y ya no volverán a ir a las urnas como ovejas de rebaño, arriadas por falsas consignas. Esa es la cuestión. A la hora de votar, lo hará un hombre libre, liberado de las ataduras del poder, consciente de su destino, de lo posible y de lo imposible, de lo falso y de lo verdadero. Votará en consecuencia, un hombre que piensa, responsable de su destino.

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