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Actualizado el 25 de Noviembre de 2020

La gran lección de Lagos

Lagos habló de un Chile que por ser tan evidente, muchos no conocen. Retrató a una sociedad idiotizada por las encuestas porque no es capaz de comprenderse a largo plazo, y porque ha aplicado la lógica de mercado incluso para concebirse, transformando a los ciudadanos en simples consumidores.

Por Francisco Méndez
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Francisco Méndez es Periodista, columnista.

Lagos habló. En un encuentro empresarial rodeado de los grandes dueños del país, el ex mandatario se paró con su voz fuerte y de profesor de a hablarle, en el fondo, al país. En una exposición de una hora habló de la importancia de la comunión privada y pública, pero siempre dejando constancia de lo primordial que resulta que el Estado esté empoderado y conduzca esta relación.

Esto último curiosamente no le gustó a nadie; unos se quedaron en la forma diciendo que Lagos estaba hablando desde su lugar favorito que supuestamente es CasaPiedra, rodeado del poder. Otros, que hizo una fuerte crítica a la persona de Bachelet, y que quería volver a la idea de la gradualidad muchas veces “entreguista” de la Concertación. Pero principalmente lo criticaron por ser quien es, por representar lo que cada uno se inventó que representa, y por ser socialista y no enarbolar las banderas de una revolución imaginaria que solamente circula en la cabeza de quienes no tienen idea en qué consiste la política.

Lagos, en cambio, sí sabe en qué consiste el ejercicio público en una democracia. Debe ser uno de los exponentes máximos de un republicanismo que fue sepultado por las armas que los militares usaron para implementar una sociedad que remplazó las instituciones por los malls hace cuarenta años atrás. Habla, dialoga y explica cuando hay que hacerlo, como lo hacían los políticos que miraban a Chile como una gran proyección a futuro, y no simplemente como una batalla pequeña entre concepciones que se reducen simplemente a una elección.

Eso claramente no se entendió o, seamos realistas, se hizo lo posible para que no se entendiera. Tanto los medios de derecha como los ultrones de una izquierda dibujada y hecha a mano por estos medios, leyeron la exposición del padre de Lagos Weber en Icare como lo que les convenía hacer creer que era: como una crítica a las reformas impulsadas por La Moneda.

Y es que ese es el problema de Chile hoy en día: hay una izquierda y una derecha que son inseparables, que alimentan mutuamente sus discursos aunque digan lo contrario, y Ricardo Lagos con su conciencia de Estado por sobre sus pequeñeces partidistas claramente les resulta un estorbo.

Por esto es que nadie quiso reconocer que el ex Presidente dejó a un empresariado ignorante y ansioso por cumplir con su voluntad, aplaudiendo por lo que creyó haber entendido en un lugar en donde la clase política, por lo general, va a rendirle cuentas como si fuera una especie de monarquía construida a base de individualismos e intereses comerciales. Porque Lagos, de manera sutil e inteligente, fue a increparlos, a recordarle a cada uno de los acaudalados hombres de negocios que el futuro se estaba perdiendo gracias a sus inactivas y egoístas manera de actuar, y sobre todo fue a decirles que la política es la herramienta más potente para fortalecer a un país y que sin esta, los intereses se desbordan y terminan edificando un contexto obeso y poco dinámico.

Junto con lo anterior, evidenció la mediocridad de quienes creíamos eran los principales políticos de la actualidad. Mostró a plena luz que la institución de la Presidencia no puede ser dominada por comerciantes o por rostros impolutos que no se manchan. No sólo relegó a Piñera a su rol de vendedor de una ideología que le funciona a unos pocos, sino que también aconsejó sin nombrarla a una Bachelet que tiene todo para reformar un sistema, pero que no entiende su rol y su importancia como la máxima autoridad del país, porque aún no logra darse cuenta de que lo público no consiste en popularidad, sino que en profundizar y ampliar los derechos utilizando al Estado como principal guía.

Lagos habló de un Chile que por ser tan evidente, muchos no conocen. Retrató a una sociedad idiotizada por las encuestas porque no es capaz de comprenderse a largo plazo, y porque ha aplicado la lógica de mercado incluso para concebirse, transformando a los ciudadanos en simples consumidores.

Ricardo Lagos nos dio una lección que aún no vemos, que no queremos ver porque preferimos quedarnos con la idea de lo que somos antes de chocar con lo que verdaderamente nos caracteriza.

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