¿Cómo podemos diferenciar al liberalismo moderno con las otras alternativas?
Las instituciones de nuestra sociedad están en constante evolución. Basta con mirar la forma en que los roles de hombres y mujeres, y las actitudes hacia el matrimonio y el divorcio, han cambiado a lo largo del siglo pasado.
Jorge Schiappacasse es Cientista político UC y magíster en Ciencia Política de la Universidad Católica. Diplomado en Gestión Local en USACH. Fundador de revista digital Ciudad Liberal. cl
¿Cómo podemos diferenciar al liberalismo moderno con las otras alternativas? Esta parece ser una pregunta interesante dada la proto-primavera liberal, donde diferentes actores y movimiento coquetean con el liberalismo moderno (valiendo la aclaración que lo moderno es en contraposición al clásico o al neo liberalismo, sin que por el hecho de ser moderno sea necesariamente una visión más evolucionada y mejor que los otros liberalismos).
Para esto creo que es útil hacer una parafraseo y traducción de un discurso de Nick Clegg, líder del partido liberal demócrata de Inglaterra, con el cual espero mostrar cómo esta visión liberal de una sociedad abierta es distinta de las filosofías de la izquierda y la derecha.
Desde la izquierda y la centro izquierda se apoya en la idea de la “buena sociedad”, la cual suelen juzgarse en términos de igualdad de ingresos. Con el fin de lograr esto, utilizan el estado de forma muy agresiva en términos de regulación del mercado de trabajo, los servicios públicos centralizados y por medio de impuestos y beneficios.
Por otro lado los conservadores y la derecha chilena apoyan la idea de una “gran sociedad” o una sociedad libre, que si bien creen en la idea de una co-responsabilidad compartida por toda la sociedad ponen el énfasis en las instituciones no estatales, tales como el matrimonio, la familia, las iglesias y las organizaciones de voluntarios.
El ideal liberal es de la sociedad abierta, donde el poder es ejercido por personas, no en las instituciones estatales o instituciones societales. Esto significa que los individuos necesitan las capacidades y oportunidades para trazar su propio camino en la vida y para hacer que las instituciones rindan cuentas. Así, mientras que la buena sociedad necesita un Estado fuerte, y la gran sociedad necesita instituciones sociales fuertes, la sociedad abierta necesita ciudadanos fuertes.
Por supuesto, estas tres corrientes políticas de pensamiento a veces se superponen. Tanto es empoderar a las comunidades y a los usuarios de los servicios públicos más poderosos, como trasladar el poder a los grupos de voluntarios o de la comunidad son acciones que no violentan los principios de la sociedad abierta. Todo lo contrario.
Pero hay sin embargo una importante diferencia filosófica aquí. Los liberales a diferencia de los conservadores de derecha se muestran no solo escépticos del poder estatal y consciente de los peligros de esta opresión, sino que también somos conscientes de que las instituciones de la sociedad y sociales pueden ser igual de opresivas que las gubernamentales. Una cultura de la intolerancia puede destruir la libertad, incluso cuando el estado tiene leyes liberales. Como Isaiah Berlin nos recordó, “ser privado de mi libertad a manos de mi familia o amigos o conciudadanos (estado) es ser privado de ella con la misma eficacia”
Las instituciones de nuestra sociedad están en constante evolución. Basta con mirar la forma en que los roles de hombres y mujeres, y las actitudes hacia el matrimonio y el divorcio, han cambiado a lo largo del siglo pasado. No debemos tomar una versión particular de la institución familiar y tratar de conservarla en gelatina.
Al igual que la derecha conservadora, la visión socialdemócrata socialista o de izquierda es que “nosotros – ya sea la élite o del Estado – saber lo que es bueno para ti”. Los liberales sin embargo somos optimistas sobre el potencial de las personas, tanto colectiva como individualmente, para vivir bien y dar forma a las buenas comunidades. Y valoramos la diversidad, ya que las sociedades experimentan su camino a seguir.