Goodbye Mineduc
Como la Presidenta Bachelet sigue sin hablar, lo que todos pensamos que era una estrategia primero de imagen y posteriormente de campaña, se ha convertido finalmente en una forma de gobernar.
Modesto Gayo es Académico Escuela de Sociología UDP
Nuevamente, dando muestras de una gran habilidad política, los estudiantes han comenzado a dar claras señales de distanciamiento con respecto a la forma que está comenzando a adoptar la reforma educativa comandada por el Mineduc y su actual ministro, Nicolás Eyzaguirre, de cuya significativa sonrisa inicial ya sólo va quedando una mueca sin significado alguno.
Como la Presidenta Bachelet sigue sin hablar, lo que todos pensamos que era una estrategia primero de imagen y posteriormente de campaña, se ha convertido finalmente en una forma de gobernar. Siendo así, esta languidez del Gobierno frente a un tema tan determinante, se ha venido a sumar a sus múltiples detractores y enemigos.
Las voces discordantes se han multiplicado y han incluso aparecido en lugares inesperados. A este respecto, las dudas y los negocios de la DC eran conocidos, y no ha sorprendido particularmente su ambigüedad durante todo el proceso. Por el contrario, ha sido más abrupta la irrupción de Ricardo Lagos Escobar, pidiendo, ante los empresarios, que “se pongan los pantalones” en el Gobierno, lo que podría venir a sugerir que un gobierno de faldas es por naturaleza ineficaz.
El guitarrista con alcurnia que parecía llamado a convertirse en el ministro más importante de la segunda transición en Chile, va perdiendo su desparpajo, su capacidad para sorprender, el prestigio de haber sido alguna vez ministro de Hacienda, y sobre todo va perdiendo su audiencia, lo que pudiera llegar a convertir las conversaciones futuras en una forma de predicar en el desierto o hablarle a las paredes. En otras palabras, sin estudiantes no hay diálogo posible, y, quizás más grave, sin ellos no habrá apoyo político alguno.
Como todo político, Eyzaguirre entendió que incluyendo a su contraparte más líquida evitaba recorrer un camino en el que finalmente no hubiese nadie esperando. Pero los estudiantes, muy astutos a estas alturas, evitando enrollarse en la madeja gubernamental, decidieron que su participación no debiera concluir en el punto en que el ministerio decidiese terminar con dichas conversaciones.
Los estudiantes saben que lo importante es el contenido de la reforma. Dejar en este punto el proyecto significa que las decisiones finales, ya sin ellos, se adoptarán en el Ministerio y, posteriormente, que áquel será deglutido por el Parlamento. Además, las leyes hay que interpretarlas y hacerlas cumplir de manera cabal. Dejar a estas alturas la reforma educativa, es abandonar a su suerte un proyecto plagado de enemigos, y éstos son tanto aliancistas como concertacionistas. Si el ministro tiene un compromiso real con las reformas, más le valdría dejar abierta la colaboración con los estudiantes, los únicos que de verdad parecen creer en ella.