Las malas costumbres
Cambios tan significativos como el fin del binominal, la reforma tributaria, la reforma educacional, las reformas laborales avanzan en lo comprometido con los chilenos y son el camino para comenzar a terminar con la desigualdad que ha convertido a Chile en uno de los más desiguales del mundo. Corregir esto, hacer un país más justo y más democrático es la promesa que se quiere cumplir.
Sergio Aguiló es Diputado de Izquierda Ciudadana
El problema fundamental no es que se hayan hecho mal las cosas. Algunos errores menores se han cometido pero no es lo principal. Las cosas se han hecho bien. El gobierno de la Presidenta Bachelet está rompiendo con la peor de las malas prácticas políticas, cumpliendo sus compromisos con la ciudadanía, cuestión que no ha hecho ningún otro gobierno en los últimos 25 años.
Ese es el problema fundamental. Se había instalado como una mala costumbre prometer y no cumplir. Los programas de gobierno eran promesas electorales que rápidamente se convertían en letra muerta o a lo más en un ingrediente menor de lo que algunos personeros de la mal llamada clase política y los “dueños de Chile” cocinaban en algún salón del barrio alto.
Esto está en las bases del desprestigio de la política.
Se ha convertido en una muy mala costumbre no cumplir los compromisos. Hasta quienes hacen gárgaras con la buena política están entre los promotores de esta mala práctica.
Este es el problema principal. Esto es lo que le molesta a los “dueños de Chile” y, al parecer, también a algunos líderes que cuando pudieron no tuvieron la convicción y la decisión de llevar a cabo las reformas básicas que el país requiere para ir superando la profunda desigualdad que el modelo impuesto ha generado en nuestro país.
Cambios tan significativos como el fin del binominal, la reforma tributaria, la reforma educacional, las reformas laborales avanzan en lo comprometido con los chilenos y son el camino para comenzar a terminar con la desigualdad que ha convertido a Chile en uno de los más desiguales del mundo. Corregir esto, hacer un país más justo y más democrático es la promesa que se quiere cumplir.
Los “dueños de Chile”, los que han administrado el país en función de sus intereses, se oponen a emparejar la cancha.
Que el parlamento sea representativo, que los que tienen más paguen más impuestos para tener una educación de calidad para todos, una mejor salud para todos, barrios más seguros para todos; que hayan reformas laborales que respeten los derechos de los trabajadores, les es inaceptable.
Ante esto, haciendo uso del inmenso poder, intentan una suerte de golpe blanco que pretende impedir que la Presidenta Bachelet cumpla sus compromisos con el país y la ciudadanía.
Con ese fin se exagera de desaceleración económica y se la presenta como consecuencia de las reformas que se impulsan, cuando es un problema que se inició en el gobierno anterior, afecta a todas las economías regionales e inclusive a los países del capitalismo central.
Se aprovecha el control casi total sobre los medios de comunicación, se desinforma y se manipula información en una verdadera campaña del terror que ha llegado al ridículo de colocar a nuestro país como un país en que impera el “terrorismo”, para tratar de crear una imagen de inseguridad ciudadana, tratando, entre otras cosas, de encubrir el total fracaso de las políticas de seguridad ciudadana del Gobierno de Piñera.
Algo similar sucede en el campo de la salud. Los que destruyeron el sistema público de salud, que recibieron hospitales concesionados sin estar terminados, quieren culpar al actual gobierno de sus errores e incapacidades.
Pero, qué va. Que la derecha y los “dueños de Chile” estén en eso se puede comprender. Les tocan sus intereses y sus bolsillos. No quieren un país más justo y más democrático.
Que sectores de la Nueva Mayoría, presidentes de partidos, ex presidentes de la república, que pontifican y que entre otras cosas aumentaron la desigualdad durante su mandato, se sumen a estos afanes, es incomprensible e inaceptable. Por cierto, los “golpistas” luego dirán que no tuvieron ninguna responsabilidad, que los culpables fueron quienes tuvieron la loca idea de tratar de hacer un país más justo y democrático, menos desigual.
Como fueron parte de la mala costumbre de no cumplir sus programas, porque privilegiaron la cocina y no la voz de la gente, hoy pretenden que se siga su mal ejemplo.
El programa es un compromiso con el país y la ciudadanía. Los chilenos votaron por la Presidenta y su programa. Este compromiso que la Presidenta ha reafirmado debe ser el factor principal.