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Actualizado el 25 de Noviembre de 2020

Ni…

Los sueños no gobernaron aún, y las realidades concretas son las que manejaron los presidentes “administradores”. Debería haber un acto superior y entender que sin ideas no hay administración, y que sin acción efectiva las ideas dejan de serlo.

Por Guillermo Bilancio
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Guillermo Bilancio es Profesor de Dirección General en la Escuela de Negocios de la Universidad Adolfo Ibáñez. Consultor en Política Empresarial.

Imaginen por un momento la situación de quedar flotando en medio de un río, con pocas energías y con seres indiferentes en cada orilla…

Bien, algo así es lo que está aceleradamente sucediendo con este gobierno de Michelle Bachelet, que con un apoyo de más del 60% en las urnas que pedía cambios sustanciales, está quedando atrapada por el síndrome de las encuestas de satisfacción.

Esas encuestas que muestran niveles de aprobación han sido y son el elemento de medición que todos los presidentes, uno tras otro en los últimos períodos, han elegido como foco de su rol olvidando que la calidad de un gobierno sólo se comprueba por la calidad de sus decisiones, que generalmente no son de impacto inmediato.

Este gobierno tiene la gran oportunidad de pasar a la historia inmolándose políticamente en el corto plazo con decisiones que pueden ser antipopulares, pero siempre necesarias.

Recordemos el gobierno post-dictadura del Presidente Aylwin, criticado por su gestión “blanda” que luego, con el paso del tiempo, fue reconocida como una virtud para atravesar la transición política.

Michelle Bachelet tiene esa oportunidad, si consideramos que su re-re-elección no es posible, pero si lo es la posibilidad de generar cambios necesarios y posibles, que seguramente afectan a ambos lados de ese río que hoy la tiene navegando por la mitad.

Por un lado parece un rehén de su propia coalición y por otro, complaciente al negociar con el poder de los poderosos.

La conclusión es que este gobierno es, hasta ahora, “ni…”

Ni la reforma tributaria, posiblemente mal planteada e improvisada y manoseada hasta quedar en un simple aumento de impuestos, ni la reforma educacional, todavía en discusión y sin horizonte claro, son las dos columnas para conformar un verdadero modelo de cambio. Pero está pasando el tren y nada. Es que esas son las decisiones que muestran la calidad de un gobierno que busca replantear un modelo de país.
Es absolutamente imposible satisfacer a todas las partes involucradas, el concepto de win-win en una negociación sólo está en los libros. Si alguien va a ganar, es porque el otro algo va a ceder. Y este es le manejo que supone la política, que es mucho más que la gestión y la administración.

Porque la política es el arte de resolver problemas no estructurables, algo que en Chile es realmente molesto y poco confortable si pensamos en la permanente necesidad de contar con certezas y cable a tierra. Chile no está cómodo con la incertidumbre y cuándo sucede, los políticos que parecen tan seguros de su discurso, transforman todo en un “ni”.

Y no es sólo un tema de la Presidenta Bachelet. Los últimos presidentes le han sacado el brazo (Por ser grosero) a la jeringa…

Pero Chile necesitará rever esta indecisión. Y en esto está el futuro de su escenario político.

Días atrás pude ver el debate entre MEO y Velasco. Y ese parece el nuevo espacio de competencia. Parece ser, por fin, que es el fin de la izquierda y la derecha para pasar a elegir entre el idealismo y el pragmatismo. Tal vez entre el liberal y el conservador.

Uno propone sueños, otro intenta bajar las aspiraciones a certezas y realidades concretas.

Los sueños no gobernaron aún, y las realidades concretas son las que manejaron los presidentes “administradores”. Debería haber un acto superior y entender que sin ideas no hay administración, y que sin acción efectiva las ideas dejan de serlo.

Los chilenos pidieron (Y piden) un cambio. Pero también deben entender que esos cambios profundos exigen medidas que no son populares porque no son confortables para todos. Alguien siempre termina cediendo, perdiendo ó ganando. Pero nunca esperar vivir en el agua estancada, sino en un remanso que va, y va…

Es preferible una alta calidad de decisiones, medidas en profundidad, que el conformismo.

Porque esa “inacción” es la que genera un juicio popular acerca del escaso espacio de poder de quien gobierna, entonces nada cambia. El impopular asume los espacios, y su legitimidad es la que le permite decidir.

Falta eso, alguien que salga del “ni”, y que pueda romper el vidrio…

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