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Actualizado el 25 de Noviembre de 2020

Masculinidades y paternidad chancletera

En tanto varón, medianamente inserto en el debate de género, feminismo y masculinidades, una de las preguntas que me han rondado es: ¿Cómo criarás a tu hija? ¿Con los modelos represores de la división de género o con una mirada crítica sobre el género?

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El día del niñ@, y los feriados en general, es hoy un día mercantilizado lleno de enunciados y de chantaje emocional, en este caso a los padres/madres para que ellos demuestren su afecto materializándolo, por supuesto, en algún producto. La sociedad globalizada actual, de consumo, actualiza elementos viejos (y las delimita materiales y simbólicamente) constantemente desde las dimensiones de género.

Tradicionalmente en Chile materializamos el cariño, por ejemplo en este mes de la patria con la comida. Ser padre, en la colonia y en el Chile independiente, era ante todo ser una acción de alimentar, literalmente, a la descendencia. ¿Cómo nos vinculamos los varones, desde una perspectiva histórica, con lo femenino? específicamente me refiero a la relación con nuestras hijas. Esto, en buen chileno, tiene por nombre “padre chancletero”.

La RAE denomina esta expresión de la siguiente manera:  Adj. coloq. Chile, Cuba y Perú. Dicho de un hombre que solo tiene hijas. Entiendo que este nombre está porque cuando en tiempos de antaño en una familia (campesina) nacía un varón, este era esperanza de progreso para la misma, por lo cual los padres lo proclamaban a los cuatro vientos, orgullosos, y trataban de darle lo mejor. Esto es clásico ejemplo de la mentalidad operante de una sociedad patriarcal. Cuando, en embargo, era una niña la que nacía a lo más que podía aspirar era a casarse y “dejar de ser una carga” para la familia. Los padres iban, con mucha modestia, a comprar “chancletas” (ese calzado ligero de estar en casa) para ellas en el día de casamiento. De ahí el nombre.

Se refiere hoy a que los varones con hijas le compran de todo y son manipulados por ellas, y así se da pie a debatir sobre el rol de lo masculino frente a lo femenino. Y esa no es una relación unívoca ni permanente y acalla la posibilidad de los detalles unívocos del vínculo humano. Creo que las cosas que más disfruto con mi hija son los gestos cómplices que tenemos y lo peor es cuando, ahora ella ya más grande, tengo que negociar regalos u objetos deseados por ella, inculcado por propaganda ineludible de esta sociedad mediatizada. ¿Qué es mejor? Aislarla de la sociedad o tratar de darle mejores herramientas para entender su entorno. En tanto varón, medianamente inserto en el debate de género, feminismo y masculinidades, una de las preguntas que me han rondado es: ¿Cómo criarás a tu hija? ¿Con los modelos represores de la división de género o con una mirada crítica sobre el género?

Ciertamente estar entre las posturas conservadoras, por un lado, y, por otra, las más militantes o de-constructivistas me genera cierta tensión como varón y como padre. Y esto contrasta con la vivencia cuando supe que iba a ser padre, ese hito “biológico”. Cuando me dijeron que iba a ser hija me sentí aliviado, aliviado por no tener que, proyectándome, enfrentar con esa noción de criar desde la norma masculina y con la posibilidad de vivir lo femenino de mi paternidad. Las posturas mencionadas anteriormente tienen en común que ambas implican una acción de privación o condicionamiento a priori de la experiencia con/en el mundo. Y eso tenía medianamente claro que no quería para mi hija, o cualquiera. Y en esa tensión los hijos/as son capaces de sorprendernos cuando menos lo esperamos.

Hace pocos días ella me dijo, enojada, “La tele miente”. Yo le había comprado, negociándolo por cierto, un álbum de princesas para colorear y con pegatinas. El álbum no cumplió con las expectativas creadas por la televisión o programas que ella ve y alegó. Y dije para mis adentros “!!Si, ocurrió!!” mientras le preguntaba poniendo cara de sorpresa: “¿Hija, no puede ser y porqué dices eso?” Me responde: “Es que ellos dicen que vienen con todos los stickers y no es cierto!” Y acto seguido tira el album al piso indignada y se va a su pieza y comienza a pintar en su escritorio.

Creo que ella le ha dado al clavo más de lo que pudiera deseado y lo hizo solita. Puede que haga esta afirmación desde la “chochería paterna” pero creo que es también producto de que en vez de imponer o privarle de cierta experiencia es que lo haya “descubierto” para sí misma un elemento, importante para mí también, y que es el carácter crítico, central en nuestras vidas como sujetos dentro de una sociedad mediatizada. O sea que podemos, los varones, desear nuevos caminos a nuestras hijas, y para nosotros mismos, y que finalmente implique que ellas se “compren sus propias chancletas” y que, más importante, tomen sus propias decisiones. Y eso es un regalo que solo el tiempo puede dar. El tiempo dedicado a ellas/os.

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