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Actualizado el 25 de Noviembre de 2020

Cultura del despelote

Nuestro país se encuentra en un punto de inflexión donde no resiste más conformismo y mediocridad. Por fortuna, la cultura de hacer las cosas bien hechas, en forma seria y de manera eficiente, ha ido ganando terreno, dejando atrás el mal llamado “Chilean Way”.

Por Rodrigo Durán Guzmán
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Rodrigo Durán Guzmán es Académico y periodista.

Recientemente el contralor, Ramiro Mendoza, acusó una “cultura del despelote” respecto a la rendición de cuentas de los dineros de la Subvención Escolar Preferencial en el sector municipal. Más allá de la crudeza y escaso protocolo en su afirmación la autoridad no deja de tener razón, especialmente si hacemos la analogía con aquellas célebres afirmaciones que justifican incluso lo injustificable: “hacer las cosas a la chilena” o “estamos en Chile”.

Si hay algo que pareciera ser común en nuestra sociedad es esa búsqueda incansable por hacer las cosas a medias, desordenadas, improvisadas y mal hechas. A lo anterior se agregan cuestiones tales como sacar la vuelta en el trabajo cada vez que se presente la oportunidad, envidiar al de al lado o chaquetear al compañero de trabajo, o a quien sea, si es que logra algún éxito o desempeña su labor de manera exitosa. Ciertamente cada uno de estos últimos puntos parecieran ser inverosímiles, pero no lo olvide: ¡Estamos en Chile!

Bajo este escenario podríamos pensar que estamos ante una realidad macabra, pero tranquilos compatriotas y lectores, que aún hay patria. Porque los nativos de esta larga y angosta faja de tierra también poseemos otras características mucho más loables tales como la amabilidad, generosidad y solidaridad, entre otros. Los chilenos somos de juntarnos en familia o con amigos a celebrar por cualquier razón; excusas no faltan. Apreciamos y admiramos la geografía y naturaleza de nuestro país, considerando lugares tales como la Cordillera de Los Andes, la Isla de Pascua, el Desierto de Atacama, los lagos y volcanes, las caletas pesqueras, la Isla de Chiloé y la Patagonia chilena como lo más representativo de nuestra identidad. Y, muy especialmente, somos capaces de reconocer y apreciar un espíritu colectivo de lucha, solidario y optimista frente a las dificultades que presenta la naturaleza, las que por nuestra topografía (habitamos entre la Cordillera de Los Andes y el Océano Pacífico), sumado a nuestra situación respecto a las placas de Nazca y Sudamericana, son muchas y muy frecuentes.

En esta “cultura del despelote” también existen personas que día a día se esfuerzan por hacer bien su trabajo, que respetan y toleran en la diversidad, que construyen con ahínco y espíritu propositivo un sendero orientado hacia la calidad, la excelencia, la equidad y la justicia social. Personas de esfuerzo que día a día luchan por alcanzar sus metas en una realidad a ratos incómoda e injusta, pero donde cada uno de nosotros ejerce su opción sobre cómo enfrentarla, de saber y aprender a vivirla.

Nuestro país se encuentra en un punto de inflexión donde no resiste más conformismo y mediocridad. Por fortuna, la cultura de hacer las cosas bien hechas, en forma seria y de manera eficiente, ha ido ganando terreno, dejando atrás el mal llamado “ChileanWay”.

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