Para consultar, vincular
Tras el proceso de consulta ciudadana en Santiago, y el que ocurrió a través de cabildos en Providencia, es bueno recalcar que éstos son eventos que no terminan con el cierre de la consulta y la publicación de sus datos. Una consulta finaliza cuando vemos sus resultados reflejados en una acción real y verificable: así cumple su objetivo y transformamos este hábito en costumbre ciudadana.
Pedro Matamala es Presidente y Cofundador de Fundación Multitudes. Abogado de la Universidad de Chile y Magíster en Derecho del Trabajo y la Seguridad Social de la Universidad de Talca y de la Universidad de Valencia. Docente en la Universidad Católica de Valparaíso y en la U. de Talca. Experto en derecho laboral.
Los esfuerzos de participación y consulta ciudadana comienzan a proliferar, y con gusto podemos ver que la experiencia está siendo recurrente en el llamado de diseño y creación de nuevas políticas públicas como la forma en que se sancionan los vehículos mal estacionados, o el cambio de horario del cierre de locales nocturnos.
Pese a la alta participación —más de 50 mil personas en Santiago—, debemos preguntarnos si efectivamente cumplen su objetivo inicial de inclusión de la ciudadanía o sólo funcionan como justificación para validar un proceso de decisiones que ya podrían haberse tomado.
Es hora que se considere que los ciudadanos no sólo desean ser consultados, sino que también están dispuestos a aportar en el rumbo de las decisiones locales o nacionales con ideas e indicadores, esto es, que estas consultas al final de día, tengan una forma de vinculación real.
La transparencia de los datos no es sólo un bloque de información agrupada, en donde una mayoría decide. Tampoco es un mero plebiscito: es una oportunidad para recoger nuevas opiniones, aportes o descubrir los temas que comienzan a tener una nueva preocupación en los vecinos o ciudadanos.
La riqueza de cualquier consulta no es sólo tener la información que se pretende conseguir por parte de la autoridad, sino que también vincular sus decisiones para que el hábito de participar se haga costumbre y que los que se han sentido ignorados no lo sientan más. La tarea es sumar, crear experiencia, y también compromiso con la sociedad.
El vínculo ciudadano
Consultar la opinión —sin importar la plataforma o tecnología— es de algún modo apreciar la voluntad de los participantes del proceso como punto de partida para disponer de resultados públicos y transparentes, con objeto de hacer reflexionar a la autoridad. Sin embargo, esto no es suficiente para generar las confianzas necesarias de participación.
La necesidad de una vinculación del resultado final, donde las decisiones tomen un sentido real y efectivo hoy queda a voluntad de la autoridad que solicita la consulta, que en el caso de ignorar lo que la ciudadanía dice, invalida el espíritu con el que se le pide la opinión a quienes, en un sentido amplio, mandataron a quien consultó. La participación meramente consultiva y sin mecanismos de vinculación con la ciudadanía, genera reacciones adversas y no propensas a la real participación, aleja al ciudadano de la urna y lo acerca a la frustración.
La validación como vinculación real y efectiva
Insistir en que la participación ciudadana lleve a una vinculación real en la ejecución de las políticas públicas, aún más si son organizaciones gubernamentales u otras instituciones públicas las que convocan, es una invitación a cambiar el sentido de las instituciones, para que realmente hagan de este proceso un aporte que premie a los participantes, que refleje en cada política pública el espíritu de decisión que buscan los proyectos colectivos y un nuevo trato hacia lo social, que genere políticas públicas inclusivas, reales y efectivas, donde provoquemos que la ciudadanía realmente manifieste su voz, porque tendrán la seguridad que esa voz tendrá algún real en esas políticas. Así, existirá una nueva forma de relación entre el Estado y los ciudadanos, o en palabras de la poetisa Cecilia Casanova las cosas recobrarán su unidad.