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Actualizado el 25 de Noviembre de 2020

El gran problema de la Teletón

"El problema es la forma, la manera en que se promueve y se lleva a cabo esta ayuda".

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Francisco Méndez es Periodista, columnista.

El problema de la Teletón no es el fondo. Al contrario, la idea de ayudar a niños discapacitados que deben pelear con más obstáculo aún el día a día, es una gran tarea, con grandes tintes cristianos.  El problema es la forma, la manera en que se promueve y se lleva a cabo esta ayuda.

Algunos dirán que el fin justifica los medios, a lo que yo de manera inmediata les respondo que no es así. En este caso el fin se desvirtúa cuando la forma en que se quiere llegar a este, se convierte en lo más importante, en lo esencial de un show televisivo que no perdona, que no se preocupa del pudor de familias que viven diariamente en sufrimiento, con tal de tratar de obtener el preciado dinero de bolsillos acaudalados que ven en este espectáculo una manera de hacer negocio.

Durante las “27 horas de amor”, muchos en vez de ayudar, gustan de verse en las cámaras ayudando. Ojalá pudiendo hacer llorar a una familia para que así la teleaudiencia reviente a mares con casos que claramente nos tocan el alma, porque ver sufrir al prójimo siempre es triste y doloroso. Y más doloroso es cuando se lo hace sufrir a sabiendas de un objetivo pueril e inmoral como es obtener un buen programa.

Porque el programa de televisión tras la Teletón nos retrotrae a lo peor de nuestra historia más reciente: un país que se había olvidado del Estado como benefactor-ya que en ese tiempo se dedicaba solamente a reprimir- y dejaba todas las iniciativas sociales a la lógica del mercado, a la espera de que aparecieran las grandes empresas con sus aparatos comunicacionales desde una especie de olimpo a salvarnos y-de pasada- a promocionarse, como si fuera cualquier fecha comercial en la que se tiene más oportunidad de venta.

La Teletón es parte de este sistema, porque sirve como trampolín para que acaudalados hombres de negocios sigan acrecentando sus fortunas con publicidad a sus empresas o aumenten su ego dando grandes cifras de dinero frente a todo un Estado Nacional, como haciendo un favor.

Por más que se hable de solidaridad, la sociedad que promueve la Teletón desde el mundo privado no es solidaria. Al contrario, es la del sálvate solo y ayuda solamente si es que te conmueves con las imágenes que te pondremos en televisión. Una sociedad realmente solidaria no necesita de esos estímulos para correr al banco. Al contrario, es un lugar en el que el Estado debe crear una manera por la que todos como ciudadanos tengamos como obligación ayudar con la tarea. Así se evitan personalismos y circos que no ayudan nada a la causa.

Y con personalismos me refiero particularmente a Don Francisco y sus imperiosas ganas de seguir fomentando una forma de ver a Chile que nunca colaborará con acabar con las injusticias que él dice combatir. Ya que la despolitización con la que afronta la “unidad” de una sociedad es tal vez la visión más ideológica de concebir los deberes y obligaciones.  Mario Kreutzberger cree en un país en el que colaborar con otros tiene un carácter más bien caritativo cuando quienes lo hacen son grandes millonarios. Es ese Chile del “cuidar a los ricos” que alguna vez nos habló Pinochet, su comparsa en la creación de esta realidad que respiramos hasta el día de hoy.

Kreutzberger es el dictador que aún no ha caído. El tirano comunicacional que nos hizo creer que las instituciones no son necesarias cuando el mercado puede remplazarlas, incluso en un tema tan delicado como es el de la discapacidad.

Por lo mismo, repito: el problema de la teletón no es su objetivo, sino las formas en que se sustenta su noble propósito.

 

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