La reforma educacional en un Chile postmoderno
El sistema medial hegemónico de Chile, de diarios, canales de televisión y muchas radios, dominado por grandes consorcios, ha hecho un trabajo en la opinión pública y en la élite política de gran factura en estos meses del gobierno de Michelle Bachelet II, generando climas sociales adversos a la Reforma.
Héctor Vera es Periodista (Universidad de Concepción). Doctor en Comunicación Social (Université Catholique de Louvain. Bélgica). Fue Vicerrector de la Universidad Católica del Norte- Antofagasta (1970-1973). Vivió en el exilio en Bélgica durante 16 años ( 1974-1989). Consultor en educación en derechos humanos del Consejo de Europa y de la UNESCO. Investigador de la Université de Paix, Namur, Bélgica. Desde 1999 es Profesor de Teoría de la Comunicación y de Epistemología de la Comunicación en la Universidad de Santiago de Chile.
La Nueva Mayoría y el Gobierno tienen el dilema de impulsar una verdadera Reforma a la Educación, gratuita, de calidad, sin lucro, sin selección socioeconómica, como se prometió en las elecciones presidenciales recientes o retornar los acuerdos con la derecha, ampliamente derrotada, transformando una decisión democráticamente adoptada.
¿A qué se debe esta duda o dilema fundamental del Gobierno y de la Nueva Mayoría ?
Podríamos configurar dos razones:
- Las que provienen de las contradicciones internas inevitables cuando se implementa una reforma importante y cuando hay diferentes sensibilidades desde donde se mira el problema y la solución. Es el caso de las frecuentes disputas verbales entre el PDC y el PC.
- La otra razón, mucho más fundamental que la señalada anteriormente, es que se deba la duda , al propio debilitamiento de su convicción de hacer los cambios prometidos de los agentes claves del Gobierno y de la Nueva Mayoría .
Esta segunda hipótesis, me temo, es la que resulta más determinante y genera condiciones difíciles de superar. La primera es natural y superable.
Ya ocurrió con la Reforma Tributaria que se aprobó en el Parlamento bajo sustantivas garantías para el mundo empresarial de los grandes capitales, obteniéndose nuevos recursos para el Estado, pero sin modificar la desigual estructura de redistribución de los ingresos. Se mantendrán los bases económicas neoliberales, la concentración monopólica de farmacias y de laboratorios y la desigualdad socioeconómica se extenderá por mucho tiempo. Lo sustantivo está hecho. Los grandes empresarios están respirando tranquilos.
El sistema medial hegemónico de Chile, de diarios, canales de televisión y muchas radios, dominado por grandes consorcios, ha hecho un trabajo en la opinión pública y en la élite política de gran factura en estos meses del gobierno de Michelle Bachelet II, generando climas sociales adversos a la Reforma.
Las sostenidas y contundentes campañas anti reformas que han llevado a cabo estos medios, están directamente conectadas con las siguientes realidades:
- La propia baja en la aprobación de la Presidenta , según muestra la reciente Encuesta Adimark, en que la reprobación a su persona es mayor que la aprobación.
- Las movilizaciones callejeras logradas por sostenedores de colegios y de apoderados que ven amenazados sus intereses, pidiendo pagar y seleccionar el ingreso, peticiones disfrazadas de igualdad y de libertad.
- La propia desmovilización estudiantil es inquietante. Las organizaciones estudiantiles han perdido la iniciativa.
- Las universidades estatales están perplejas y defraudadas ante un presupuesto 2015 semejante al que dejó Sebastian Piñera, sin los recursos de la reforma Tributaria.
El debilitamiento de las posturas reformistas, las dudas persistentes de la orientación política en el Gobierno y sus partidos, hace entrar a Chile, en el peor de los mundos posibles: ni los ricos ni los pobres, ni los partidarios ni los contrarios de los cambios económicos, educacionales o institucionales, ni los ciudadanos de izquierda, de centro o de derecha …se identifican con las medidas que se están adoptando en el sistema político.
Esto nos hace entrar a los chilenos en una especie de postmodernidad, de pérdida de un sentido histórico preciso, de confusión, donde nada del mundo político importa o nadie sabe para donde se debe ir y si lo supiera, no tiene ganas de compartirlo porque no cree en nada.
Este clima postmoderno, que se traduce en una creciente baja participación ciudadana, en desentendimiento entre la sociedad y sus lideres , de un distanciamiento entre la sociedad civil y las autoridades, explicaría la tremenda contradicción que se presenta cuando vemos que los jóvenes desfilan masivamente por una educación gratuita, como derecho garantizado por el Estado y por el fin a la discriminación y meses más tarde, los padres de esos jóvenes marchan por una educación privada, selectiva y dominada por el mercado.
El sistema medial hegemónico en Chile no tiene capacidad – lo demuestran las últimas elecciones presidenciales – para imponer los candidatos o los programas de la derecha a la ciudadanía, pero si tiene la fuerza para desviar, desacreditar, cambiar o desnaturalizar, el sentimiento y la voluntad democrática de la mayoría democrática de hacer cambios sociales sustantivos.
Este deterioro de la voluntad popular recientemente expresada, es una trampa a la propia estabilidad del país. Por ello es el momento de hacer algo para instalar políticas públicas que garanticen a la población el derecho a una información oportuna, de calidad, diversa y plural que facilite la formación de una ciudadanía activa y robusta que le dé estabilidad a los procesos democráticos. Es momento de escuchar al Colegio de Periodistas que pide se establezcan tres áreas en el campo de las comunicaciones: la privada, la estatal y la comunitaria y se escuche a los televidentes saturados de programas chatarras y de noticieros sensacionalistas que no actúan con responsabilidad social.
Algo debiera hacerse en beneficio de la democracia chilena para no quedar atrapados en el chantaje medial de una derecha política y económica que se opone- hasta hora con éxito – al verdadero desarrollo social.