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Actualizado el 25 de Noviembre de 2020

Agustín Edwards, el defensor del relato

Agustín cree que, con los nuevos habitantes de La Moneda, todo eso se derrumbará. Todo ese Chile construido- luego de la matanza de los milicos- para olvidar el costo humano y moral del “milagro económico” en el que nos habíamos convertido.

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Francisco Méndez es Periodista, columnista.

Escuché decir al autor de la biografía desautorizada de Agustín Edwards, que era difícil entender la historia contemporánea de Chile sin este personaje. Cierto, Edwards Eastman, al igual que sus ascendientes, han cruzado parte esencial de nuestra historia y han dibujado un Chile a su antojo siempre pensando en la construcción de su relato. El que se transformó en el nuestro.

Porque lo cierto es que Agustín es el creador de la “realidad” que hemos vivido en los últimos cuarenta años. Tal vez El Mercurio no tenga el mismo poder de antaño, pero su tono con tintes de neutralidad, como si estuviera diciendo una verdad indiscutible-y sabemos que no es así muchas veces-, ha creado una manera de entender las noticias y cómo deben abordarse.

Por estos días es fácil ver eso que nos decían nuestros mayores que pasaba en los setenta. Esas portadas de catástrofe en un contexto que no era tal, es lo que el llamado Decano nos muestra hoy en día para defender desde su trinchera ese relato que se está viendo extraviado ante lo tangible. Es cosa de ver las editoriales que se espantan con las reformas como si estuvieran defendiéndonos ante una revolución armada como la sucedida en Cuba en los años cincuenta, ya que nos demuestran que cuando don Agustín no está feliz, y al parecer muchos tampoco debemos estarlo, ya que nos están socavando ese mundo que él nos construyó.

Ese mundo que va desde la literatura hasta nuestros gustos juveniles. Basta con haber leído alguna vez Artes y Letras, y la desaparecida Zona de Contacto, para entender que Edwards inventó una cultura-refinada, como si la otra no existiera- y una juventud- seudo existencialista, -pero nada de política- a la medida de ese Chile construido por sus columnistas de opinión y los contextos de sus noticias.

Agustín cree que, con los nuevos habitantes de La Moneda, todo eso se derrumbará. Todo ese Chile construido- luego de la matanza de los milicos- para olvidar el costo humano y moral del “milagro económico” en el que nos habíamos convertido. Por lo mismo es que desde cualquier lugar, con su sombra decadente y angustiada, hace de todo para seguir hundiendo sus garras en la piel gelatinosa y tambaleante de este sistema que está a punto de explotar, según él. Desde El Mercurio, desde LUN o-ya desesperadamente- desde La Segunda, el octogenario empresario se aferra a su realidad, a su imperio cada vez más desmoronado económicamente.

Pero, como le leí también a su biógrafo, esto no es solamente una obsesión suya, sino también de los principales medios de este país. Al parecer muchos han omitido la existencia de la biografía, así buscando omitir, a su vez, la realidad detrás de lo que se nos ha dicho muchas veces que es real. Temiendo a que algo se derrumbe, por medio de la autocensura para así no tocar a su competencia más directa, aunque esto sea un deber periodístico. Los deberes periodísticos no les interesan. Porque la épica del periodista se perdió hace mucho tiempo en esa verdad descrita por las páginas de El Mercurio.

El relato se está deshaciendo y hay que seguir atrapándolo. Hay que seguir apretándolo fuerte entre los brazos para que no se escabulla, para que no se desintegre debido a su nula consistencia.

Es un poco triste vivir la vida así. Construirla solamente a base de intereses y poder. Como si eso fuera lo único palpable y verdadero. Es triste que nos neguemos a una historia con tal de seguir alimentando otra que ya demostró su carencia de argumentos.

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