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Actualizado el 25 de Noviembre de 2020

Lo importante es llegar a la meta

La meta al final del día es una sociedad más justa pasa, con ciudadanos empoderados y autónomos. Y lo que queda a la Nueva Mayoría y al gobierno es trazar ahora una ruta clara y decidida para poner al alcance de sectores excluidos sus derechos. Nos queda tiempo, pero no demasiado tiempo.

Por Fidel Espinoza
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Fidel Espinoza es Diputado Partido Socialista, integrante de la comisión de Educación.

“Se agotó la cuenta de ahorro de la Presidenta”. “Estamos en crisis”. El martes con los resultados de la encuesta Adimark a la vista, que  mostraron por primera vez un porcentaje de rechazo al gobierno de la Presidenta Michelle Bachelet superior a la aprobación (47 v/s 45%), se reeditaron los llamados autoflagelantes, que penaron la recta final del gobierno del ex presidente Ricardo Lagos.

No se trata de cerrar los ojos. Como oficialistas bien podríamos salir a cuestionar la validez de los sondeos de opinión por su domicilio político o por su metodología. Pero eso sería  cerrarse ante lo evidente y contradeciría a la propia Presidenta que sí recogió el guante y esta semana hizo un llamado a todos a “trabajar más”.

Es cierto que hay que trabajar más para comunicar mejor la gestión de gobierno; es cierto también que la ciudadanía a ratos parece perpleja ante los cambios que se vienen. Pero también es cierto que no hay gobierno reformista que no pague costos. Y la de la Presidente Bachelet es la gestión más ambiciosa en reformas desde el gobierno de Frei Montalva que no con pocas críticas impulsó la Reforma Agraria.

La coyuntura política vuelve fluctuante la valoración ciudadana. Basta recordar que el ex presidente Lagos empezó su gestión con una aprobación del 49%, llegó a su punto más bajo en diciembre de 2002 con un 40% de debido al caso GATE y las controversias derivadas de la Reforma a la Salud. Y aun así terminó su gestión con un 58%, según la CEP.

La primera administración de Bachelet da cuenta del mismo fenómeno. Partió con un 44% de aprobación en junio de 2006 y tras el lanzamiento del Transantiago llegó a su punto más bajo de valoración con un 42% de rechazo y un esquivo 40% de aprobación. Sin embargo, la ciudadanía despidió el mandato de la Presidenta Bachelet con un inédito 78% de aprobación y un 11% de rechazo.

No significa que no haya que preocuparse. En la Nueva Mayoría no  hay dos opiniones sobre el programa de gobierno. El punto es cómo llegamos a puerto. Ciertamente, tenemos diferentes opiniones sobre la ruta a seguir y han sido esas discrepancias las que lamentablemente han llegado con más fuerza a la opinión pública.   

Creo profundamente en el derecho a disentir, pero también coincido en que es necesario hacer un esfuerzo para que nuestras diferencias no sean un obstáculo para avanzar en las reformas profundas que comprometimos ante la ciudadanía.

Estamos recién partiendo esta carrera. La reforma a la Educación es uno de los pilares fundamentales de nuestro gobierno y trabajaremos con ahínco para hacer realidad la promesa de educación gratuita, fin al lucro y a la exclusión. Como socialistas también insistiremos en la necesidad de penalizar el lucro, pues estamos convencidos de que quien haga mal uso de los recursos destinados a la educación debe tener una sanción ejemplar.

La Reforma Laboral también implica un desafío mayor. Es demasiado alta la deuda que el país tiene con los trabajadores. El abuso a través del multirut, del no pago de cotizaciones, del reemplazo en huelga y de prácticas antisindicales se han vuelto una constante.

La meta al final del día es una sociedad más justa pasa, con ciudadanos empoderados y autónomos. Y lo que queda a la Nueva Mayoría y al gobierno es trazar ahora una ruta clara y decidida para poner al  alcance de sectores excluidos sus derechos. Nos queda tiempo, pero no demasiado tiempo.

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