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Actualizado el 25 de Noviembre de 2020

El mundo de Nicolás Correa, candidato ABC1

"No culpo al señor Correa, sino a quienes le privan de ver hacia abajo y descubrir lo bello y diverso que hay en otros lados en donde no todos se parecen a él".

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Francisco Méndez es Periodista, columnista.

Un audio que comenzó a circular por las redes sociales tiene como protagonista a Nicolás Correa, candidato a presidente del centro de alumnos de Ingeniería Comercial de la Universidad del Desarrollo. En éste, Nicolás hace una invitación a votar por él de una manera muy particular, en la que, entre otras cosas, destaca su condición de ABC1, y llama a disfrutar el hecho de que todos en la universidad, según sus palabras, piensen parecido. Llama a votar por él, aunque no existe ninguna diferencia entre su llamado y una invitación a celebrar un “carrete”.

 Yo fui a esos carretes en mi época escolar y universitaria. Vi a muchos Nicolás Correa sintiéndose parte de algo que no entendía y que finalmente era su conciencia de clase, la única permitida en Chile. Por lo mismo, si uno es estricto con todo lo que dijo Nicolás, no miente mucho: es ABC 1 y el lugar en el que desenvuelve, hay muchos que piensan lo mismo.

No cuestionan, no se incomodan y menos miran a su alrededor porque sus padres los criaron para otra cosa. Para seguir auto reproduciéndose. Nicolás no se da cuenta, ve a sus apellidos y condición social como una situación privilegiada a la que hay que sacar provecho, porque lo más seguro es que eso le inculcaron y nadie le dijo lo contrario nunca.

Nicolás es la muestra de que la educación en los barrios encumbrados de Chile normalmente crea lazos, conveniencias, pero no contacto con la realidad. Al contrario, intenta hacer lo posible por negarla, por esconderla viendo todo como un gran cumpleaños, una gran fiesta permanente en la que están invitados solamente algunos. Los iguales.

El carácter casi religioso con el que se perciben los ABC1 en este país muchas veces denota características de ritualidad en torno a lo que son. Van a los mismos colegios, a las mismas universidades y tratan de juntarse solamente entre ellos, casi como si fueran una secta, un lugar cerrado hacia todo el que quiera entrar o codearse con ellos.

Esto, aparte de profundizar más aún la segregación en Chile, crea jóvenes desinteresados y despolitizados de una manera sumamente política. Muchachos y muchachas que se sienten parte de una realeza criolla en la que su estatus y sus contactos son heredados por un asunto de linaje y de tono de piel.

En nuestro país aún es mejor visto haber nacido en un sector que en otro. Todavía tu credencial de decencia es determinada según el lugar en el que estudiaste o en el que te has desenvuelto durante toda tu vida. Es mejor pertenecer a algo que realmente hacer algo, aunque ese lugar de pertenencia solamente te enclaustre en lo que tu clase te indica que debes pensar, querer o despreciar.

Todavía tenemos una oligarquía que niega la lucha de clases por el solo hecho de ir ganándola. De aprovecharse de ella para seguir edificando un país propio dentro de un Chile que pide a gritos un más integración y menos selección. Más abrazo y menos mirada en menos.

Nicolás Correa, lamentablemente ha sido instruido para sentirse más por venir del lugar que viene. Para enorgullecerse de pertenecer a algo por el hecho de haber sido ungido, desde su nacimiento, en un relato de una nobleza “chilensis” en donde lo noble se ha ido perdiendo con las diversas actitudes de sus integrantes hacia los que consideren los “otros”.

Y esto, junto con ser clasismo también es una ignorancia. Porque negar a las otras clases es ser ignorante. Y sentirte parte de una fiesta permanente que se está cayendo a pedazos también lo es. Pero no culpo al señor Correa, sino a quienes le privan de ver hacia abajo y descubrir lo bello y diverso que hay en otros lados en donde no todos se parecen a él.

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