La verdad, la primera víctima
"El Gobernador de Arauco no puede ni debe seguir en su cargo. Sería un contrasentido brutal. Y una señal de que más allá de discursos indigenistas de buena crianza, poco y nada han aprendido en décadas de buscar apagar el conflicto con bencina".
Pedro Cayuqueo es Periodista y escritor.
El pasado fin de semana fuimos testigos de uno de los más surrealistas episodios relacionados con el conflicto chileno-mapuche en el sur. Y trágicos, porque involucró el crimen de un joven cabo de Carabineros, de dotación de la subcomisaria de Lirquén. Aconteció en el sector de Alto Lleu Lleu, al sur de Cañete. Hasta allí arribó una patrulla policial la medianoche del viernes, alertada de un asalto en progreso. Las víctimas eran una pareja de ancianos, propietarios de una de las tantas parcelas del sector. El operativo, como ya es sabido, desembocó en una balacera donde perdió la vida el cabo Alex Gutiérrez y otros dos funcionarios resultaron gravemente heridos.
Me enteré de lo sucedido mientras escribía, en mi habitación de hotel en Castro, algunas líneas para la presentación de mi obra en la Feria del Libro local. Fue por un despacho del corresponsal de radio Biobío, tipo dos de la madrugada, a pocos minutos del incidente. Fue un reporte bastante escueto, informativo, que daba cuenta de los hechos sin atribuir responsabilidades ni aventurar hipótesis. Simplemente los hechos. Una denuncia de asalto. Carabineros al lugar. Una confusa balacera. La víctima fatal y los heridos trasladados en helicóptero a un centro asistencial. Todo lo demás, apuntaba el colega desde Cañete, materia de investigación.
Quedé pegado en la transmisión radial. Un Carabinero asesinado en una zona de conflictos territoriales no resueltos, bien podría ser la mecha que incendiase definitivamente todo el sur de la Provincia de Arauco. Era mi preocupación, más que justificada por lo volátil de la situación en un sector hace poco intervenido con tanquetas y decenas de efectivos. Decidí abandonar mi escrito y recabar información monitoreando las redes sociales, que de a poco y pese a la hora ya se hacían eco de la noticia. Lo que vino más tarde fue para no creerlo. Me refiero a las irresponsables declaraciones que tanto el Alto Mando policial como el Gobernador de Arauco, Humberto Toro (PS), comenzaron a emitir aquella madrugada. O a disparar, mejor dicho.
Según la “versión oficial”, se estaba frente a una planificada “emboscada”, es decir, una acción militar de exterminio, que incluyó armamento de guerra y el uso de señuelos para atraer al personal policial a la parcela. Un plan “cobarde y criminal”, orquestado -era que no- por grupos radicales mapuches operando en la zona. Al primero que escuché esta versión fue al Prefecto de Arauco, coronel Mario López, tipo tres de la madrugada, cuando el fiscal designado para la investigación aún no terminaba siquiera de tomar sus primeras notas de lo acontecido. El oficial, muy suelto de cuerpo, habló de una “vil emboscada, amparada en la oscuridad de la noche y bajo el follaje de los árboles”.
Mucho más lejos iría el gobernador Toro. No solo responsabilizó a un “grupo de maleantes” vinculados a “la causa mapuche” de un “ataque artero y traicionero”. También amenazó con una cacería policial implacable, que no cesaría hasta dar con su paradero. “Los vamos a perseguir, los vamos a enjuiciar y los vamos a encarcelar”, repetiría varias veces esa madrugada, parafraseando -quizás sin querer, lo dudo a estas alturas- al general Bernales y su “no se duerman, los vamos a encontrar” para el caso del cabo Moyano. Lo olvidaba. También advirtió de la fortaleza de las políticas indígenas. “La mayoría de las comunidades son pacíficas y están por el diálogo”, apuntó, mezclando políticas públicas y crónica roja de una manera insólita.
Faltaba todavía la guinda de la torta. Con un titular de portada que desplazó en importancia la falla generalizada del Metro, El Mercurio dio cuenta la mañana del sábado de la “vil emboscada” y de la sospecha -del Prefecto y el Gobernador- de estar los mapuches tras los hechos. La nota, en un esfuerzo editorial sin precedentes, alcanzó a ser incluida en la edición papel de la Región Metropolitana. No solo eso. Como si la muerte del funcionario no implicara el suficiente impacto público, “El Decano” -así como Emol, su edición online- sumó el crimen del dueño de la parcela, también en manos de radicales mapuches con “armas de alto poder, capaces de atravesar chalecos antibalas”. “Carabinero y dueño de parcela mueren baleados en sector rural de Arauco”, sería el titular de El Mercurio.
Nada de lo anterior era cierto. Domingo Flores, el parcelero asesinado según El Mercurio, no solo no estaba muerto. Reconoció, interrogado por la PDI esa misma mañana, haber sido el autor de los disparos de “escopeta” contra los efectivos policiales, que -según su versión- ingresaron a su habitación derribando la puerta y sin identificarse. “Pensé que se trataba de un asalto”, reconoció el anciano de 73 años ante el fiscal. Tampoco existió la “vil emboscada” del Gobernador de Arauco, quien de manera irresponsable y abiertamente racista (atribuir a priori conductas violentas a los mapuche es racismo, señor Toro) se dedicó, cual pirómano político, a exacerbar los ánimos y promover odiosidades. La situación, claramente, ameritaba lo contrario. Un llamado a la prudencia, cuando menos.
¿Y si un grupo de exaltados, basados en las declaraciones del gobernador, hubieran optado por hacer justicia con sus propias manos, atacando a comuneros mapuches como represalia? Créanme, no estamos lejos de tal escenario, de allí que sea incomprensible el respaldo del ministro Álvaro Elizalde y del subsecretario del Interior, Mahmud Aleuy, al hoy cuestionado gobernador provincial. ¿Sospecharán siquiera que todo lo bien obrado por el Intendente Francisco Huenchumilla resulta hipotecado tras esta vergonzosa actuación del gobierno? ¿Es así como esperan desde La Moneda restablecer confianzas con el pueblo mapuche y dejar atrás un siglo de mala historia, atropellos y tomaduras de pelo?
Difícilmente El Mercurio rectificará en un titular de las mismas características su grosera cobertura a lo acontecido aquella noche en Lleu Lleu. Sería pedir peras al olmo. Distinto es el caso del gobierno. El Gobernador de Arauco no puede ni debe seguir en su cargo. Sería un contrasentido brutal. Y una señal de que más allá de discursos indigenistas de buena crianza, poco y nada han aprendido en décadas de buscar apagar el conflicto con bencina. Vayan finalmente mis condolencias a la familia del cabo Gutiérrez, un hijo de la región mapuche, de origen campesino y humilde como muchos funcionarios enviados al choque por sus mandos uniformados y civiles. Su muerte no nos es indiferente. Duele, como todas aquellas que cada tanto riegan con su sangre nuestro suelo.