¿Quieren los chilenos transformaciones sociales?
Durante las últimas semanas, el apoyo a las transformaciones ha entrado en una etapa casi hilarante. Ahora, no sabemos lo que queremos que sean las reformas, y más en general, parece que debemos hacernos la pregunta fundamental: “¿quieren los chilenos transformaciones sociales?” Obviamente, como no hay forma de hablar con todos ellos, casi 17 millones, y por ello mismo, no es factible conocer qué es exactamente lo que desean, han ganado terreno las encuestas de opinión.
Modesto Gayo es Académico Escuela de Sociología UDP
Unos pocos meses atrás, en el momento en que Bachelet subió nuevamente al poder y, por tanto, formó un nuevo gobierno presidido por un socialista, se entendió ampliamente que habían ganado aquellos ciudadanos que apostaban por avanzar en importantes cambios estructurales tanto de la economía como de la sociedad chilena en su conjunto. Un nuevo país, lejos definitivamente de la dictadura, navegaría una segunda transición que ayudaría a crear una forma más armoniosa de vivir juntos.
Sin embargo, contra lo que muchos esperaban, cautivados por el dulce canto del cambio hacia algo mejor, pronto aparecieron las resistencias a las nuevas propuestas de política pública, principalmente en materia impositiva y educacional. Si el silencio de la Presidenta había buscado mantener la unidad en torno a una figura respetada, y un tanto idealizada, los intentos de enfrentar reformas con posibles consecuencias en las posiciones en la estructura social obtuvieron de forma progresiva y acelerada una respuesta por parte de grupos ahora organizados contra las propuestas reformistas, siendo probablemente muchos de ellos votantes bacheletistas, es decir, querían reformas pero que les favoreciesen, o hasta donde no se vieran perjudicados. En otras palabras, las bases sociales del “transformismo” parecían mantenerse unidas sólo mientras “paguen los ricos”.
Durante las últimas semanas, el apoyo a las transformaciones ha entrado en una etapa casi hilarante. Ahora, no sabemos lo que queremos que sean las reformas, y más en general, parece que debemos hacernos la pregunta fundamental: “¿quieren los chilenos transformaciones sociales?” Obviamente, como no hay forma de hablar con todos ellos, casi 17 millones, y por ello mismo, no es factible conocer qué es exactamente lo que desean, han ganado terreno las encuestas de opinión. Esta vez sin interesarse tanto por la intención de voto, ni siquiera por la tan manida aprobación presidencial. Ahora el tema es responder a dicha pregunta, y de ser afirmativa la respuesta, el propósito es darle cierto contenido, hablando de áreas particulares de la reforma, o de la naturaleza de las transformaciones (por ejemplo, ¿aceptamos lo privado?, ¿estamos dispuestos a ceder un poco con el “no al lucro”?).
En esta fiesta de la confusión, cada vez alzan más la voz los anti-reformistas, y algunos, en un tipo de interpretación que aquí denominaremos “libre”, llegan a decir que, en realidad, los chilenos no quieren las transformaciones que los actuales gobernantes quisieron empujar. En estos términos, haría falta un análisis más profundo, que nos llevaría a concluir que casi todo está bien como está. En otras palabras, la sociedad chilena, pasada por un psicoanálisis adecuado, rechazaría mayoritariamente las transformaciones que de forma banal en algún momento dijo apoyar.
En resumidas cuentas, ¿quieren los chilenos transformaciones sociales? Siendo enfocados con luz de interrogatorio, amenazados con golpes en la espalda y más pobreza, criticados por empleados de think tanks de dudosa independencia intelectual, respaldados por el gran poder económico y los diarios a su servicio, parece que estamos en camino de obtener una negación como respuesta, muy a pesar de que hace poco tiempo muchos creyeron no estar en un sueño.