Gabinete presidencial, ¿líderes gestores o comunicadores?
La invisibilidad del gabinete sigue siendo sorprendente después de estar ocho meses expuestos a la prensa y, a pesar del espacio comunicacional que les dejó la Presidenta para posicionarse.
Cristián Leporati es Se desempeña como director de la carrera de Publicidad y profesor asociado en la UDP. También es académico en la Universidad Alberto Hurtado. A su vez, es Consejero del CNCA Región Metropolitana. Posee magísters en Filosofía (UAI) y Antropología Urbana (UAHC). Complementa el desempeño académico con las asesorías en comunicación y diálogo social, es socio de Diálogo Consultores.
Frente a la acusación reiterada de “invisibilidad comunicacional premeditada” de la Presidenta Bachelet de cara a las reformas que vive el país, aunque esta semana ha mejorado ostensiblemente su presencia mediática, me vino a la memoria la magistral película “El discurso del Rey”, estrenada el 2010. Para el que no la vio, relata la historia verídica de quien terminó siendo Jorge VI de Inglaterra, padre de la reina actual.
Después de fallecer su padre, Jorge V, y la abdicación de su hermano mayor Eduardo VIII, Jorge VI asciende al máximo cargo poco antes de iniciar la II Guerra Mundial. Aquejado desde pequeño de un tartamudeo, Inglaterra necesitaba con desesperación un líder, por lo que su mujer Isabel, la que se conoció posteriormente como reina madre, lo contacta con un peculiar logopeda conocido como Lionel Logue. A pesar del impacto inicial, ambos se sumergen profundamente en una terapia poco ortodoxa que les llevará a establecer un vínculo de amistad permanente. Estando Logue atrás del rey, igual que su familia, gobierno y Churchill, el rey da por superado el tartamudeo. El discurso radial resultó inspirador para su pueblo, uniéndolo frente a la guerra en ciernes.
El film resulta ser un espejo inspirador sobre el cual pueden mirarse los políticos nacionales, y sin lugar a dudas, más de alguna autoridad de gobierno. La invisibilidad del gabinete sigue siendo sorprendente después de estar ocho meses expuestos a la prensa y, a pesar del espacio comunicacional que les dejó la Presidenta para posicionarse. Como atenuante, hay que decir que efectivamente Peñailillo le ha robado cámara al gabinete completo con su empoderamiento; salvo a Eyzaguirre, por razones más que obvias.
Entonces, ¿cómo debería trabajar un gabinete para mejorar su comunicación y liderazgo, sabiendo que deben gestionar reformas paradigmáticas para el país y, en tan solo cuatro años?
En primer lugar los ministros no son necesariamente líderes. Son profesionales, sí. Tan vulnerables emocional y psíquicamente como tú o yo en un trabajo, negociación o conferencia de prensa.
A su vez, tampoco tienen porqué ser hábiles comunicadores, pero sí tienen que estar predispuestos a comunicar ( y bien ). El proyecto y su gestión es lo más importante. Si hay algo (su imagen, pronunciación, gestos displicentes, algún tic o muletilla en el habla…) que motiva ruido comunicacional, que distrae, el mensaje no llega. Y entonces sí tiene un problema.
También resultan particularmente críticos la importancia de los valores, tales como la dedicación, convicción, esfuerzo y la superación en momentos marcados por el desprestigio de los políticos. Tan recontra predecibles en sus declaraciones.
Hay que agregar que el poder que posee un ministro no siempre coincide con el poder de la palabra. La construcción del carisma (¿liderazgo?) y autoridad en un contexto tan mediatizado como el actual, es mucho más que elegir las palabras precisas y certeras. El enfoque, el tono (tan criticable en el caso de Eyzaguirre por ejemplo), el registro o el relato tienen también mucho que decir.
En fin, todo se reduce a que, tras un debate, un discurso, una entrevista televisada o radial, una experiencia; con el paso de las horas no recordamos tanto qué nos dijeron, ni siquiera qué hicieron, pero sí la emoción que nos quedó. Y en eso, la deuda del gabinete a la fecha es GIGANTE.