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Actualizado el 25 de Noviembre de 2020

Chile sí tiene algo que decir (y hacer) sobre cambio climático

La emisión de GEI ha ido aumentando de manera importante en nuestro país, fundamentalmente por las centrales a carbón y la disminución de la energía proveniente de centrales hídricas por efecto de una sequía que lleva ya cinco años.

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Eduardo Ordoñez es Ingeniero Civil Industrial de la Universidad de Santiago de Chile. Máster en Ingeniera en Recursos Naturales de Lincoln University, Nueva Zelanda y candidato a Master en Estudios Ambientales en School of Environment, Enterprise and Development, Universidad de Waterloo, Canadá. Posee amplia experiencia en empresas privadas y públicas, así como en centros de innovación ambiental. Es gerente de Desarrollo de ACCIÓN desde 2010.

Entre el 1 y el 12 de diciembre, en Lima, Perú, tendrá lugar la vigésima sesión de la Conferencia de las Partes (COP, por sus siglas en inglés), órgano supremo de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático. Serán dos semanas dedicadas a examinar la aplicación de medidas para reducir los Gases Efecto Invernadero (GEI) y negociar nuevos compromisos. Es un adelanto de la gran prueba de COP 21, en París, donde algunos esperan que las voluntades políticas se manifiesten en un gran acuerdo internacional vinculante.

Este encuentro, el de Lima, abrirá con un cierto grado de optimismo, pues a mediados de noviembre, Estados Unidos y China – responsables del 45% de las emisiones de GEI en el planeta – acordaron hacer sus mejores esfuerzos. El presidente Obama anunció que su país reduciría sus emisiones hacia 2025 entre un 26% y un 28% respecto de los niveles de 2005, mientras que Xi Jingpin dijo que China se ha fijado el objetivo de alcanzar un tope de emisiones “en torno a 2030”, con la intención de lograrlo antes.

Es cierto que frente a los impactos de estos dos gigantes, lo que pueda aportar Chile no es significativo, pues objetivamente somos responsables de menos del 1% de las emisiones. Pero también es verdad que la emisión de GEI ha ido aumentando de manera importante en nuestro país, fundamentalmente por las centrales a carbón y la disminución de la energía proveniente de centrales hídricas por efecto de una sequía que lleva ya cinco años. Lo paradójico es que la falta de agua se debe al mismo cambio climático, por tanto el problema y la urgencia de actuar no pueden ni deben resultarnos ajenos.

En lo que respecta a Chile hay dos dimensiones. Primero está  lo que como país  efectivamente podemos hacer para ayudar a la mitigación del impacto, que los científicos ya confirman será de un alza de 2°C en la temperatura promedio. Dado que nuestras emisiones no son gravitantes,  claramente nuestro rol está más bien en ejercer  liderazgo político en nuestra región y el mundo, en cuanto a dar el ejemplo y señales claras de que ante objetivos trascendentes, como son la preservación del entorno y nuestras condiciones de habitabilidad, el Estado, las empresas, la academia y la sociedad civil de Chile somos capaces de trabajar en conjunto. En ese sentido, no contribuye vincular los objetivos comprometidos por el gobierno con la idea de “sacrificar nuestro crecimiento”. Debemos crecer, sí, pero sin contaminación.

Al respecto, vale la pena señalar que nuestro actual desempeño en cuanto a gestión de los GEI presenta índices de ineficiencia al compararlo con algunos países similares o de la región. Si medimos el desempeño per cápita respecto de emisiones de GEI, que es la medida relevante y no la a nivel país, Chile emite 4,1, más del doble que Perú  (1,9) y Colombia (1,6), el doble que Brasil (2,1) y algo más que México (3,6). Si lo medimos respecto del PIB vemos que también el desempeño de nuestro país es pobre (2,6) al compararse con Colombia (2,0) y Brasil (1,9) y algo mejor que Perú (2,8). En este segundo punto, incluso peor que varios países OCDE, salvo EE.UU. (3,2),  por supuesto. Estas ineficiencias presentan oportunidades de mejora, pero también riesgos de presiones internacionales.

Lo segundo es cómo nos adaptamos a los inevitables 2°C extra.  Este aumento significará menos lluvias, mayor desertificación, impacto en la agricultura, menos capacidad de generación hidroeléctrica, afectación de las zonas costeras y la cantidad de peces disponibles. También habrá cambios en las ciudades y poblados costeros, habrá mayores inundaciones y problemas de abastecimiento de agua para la población. El Ministerio del Medio Ambiente ha convocado a un Consorcio Público-Privado de Adaptación al Cambio Climático que está trabajando estos temas específicos, del cual deberían salir planes multi-actores para el diseño e implementación de medidas de adaptación al cambio climático a nivel territorial. Se trata de alternativas que en el mundo se están ejecutando para enfrentar los riegos y aprovechar las oportunidades que el cambio climático presenta. Deberíamos empezar a pensar en ellos también.

Como representantes en Chile del Consejo Mundial Empresarial para el Desarrollo Sostenible (WBCSD, por sus siglas en inglés), en ACCIÓN tenemos la esperanza de que COP 20 en Perú consiga avances significativos. Existe una fuerte disposición del mundo empresarial consciente en cuanto a estar en un momento clave para generar soluciones y apoyar a los gobiernos para mitigar el cambio climático. No esperemos a que la realidad nos señale que perdimos la oportunidad de actuar.

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