Mejor un conservador progre que una progresista repre
Hoy no me cabe duda: eran tantas las ganas que teníamos de sacar a Labbé de su reino, que nos negamos a leer señal alguna y, menos aún, quisimos hacer preguntas molestas. Nunca más. No podemos darnos ese lujo otra vez.
Dos alcaldes hicieron noticia antes de ayer. Josefa Errázuriz, de Providencia, por la votación que derogó la ordenanza de alcoholes que ella misma propuso hace tres meses, esa que ha castrado la noche en Providencia.
Y Rodolfo Carter, de La Florida, que a pesar de ser militante de la UDI ha destacado por iniciativas liberales, como izar una bandera en apoyo a las minorías sexuales en plena municipalidad de su comuna, poner un condón gigante en el centro de la misma y pedirle autorización al SAG para plantar marihuana.
Y que ayer, hablando de su propio partido, dijo una frase que se convirtió en titular: “¿No saben que nos llaman idiotas, ultraconservadores? Deberíamos escuchar la crítica profunda de la gente”. Interesante fenómeno. Atractiva paradoja. La progresista que reprime y el conservador que se la juega por las libertades en temas valóricos.
Es tal el nivel de desilusión que han significado varias de las decisiones de la alcaldesa de Providencia, tal la sorpresa entre sus electores liberales de enfrentarse a una mujer que ha tomado un camino poderosamente conservador, que es muy probable que se haya marcado un precedente: jamás volveremos a votar a ojos cerrados por un candidato progresista sin hacerle antes varias pruebas de blancura.
Permítanme la siguiente patudez, pero voy citar unas líneas que escribí en este mismo medio cuando la señora Errázuriz era candidata, algo que, por supuesto y dado el fervor que ella producía, casi nadie quiso considerar. El 6 de octubre de 2012, en una columna titulada “Josefa”, me referí a una entrevista que le habían hecho en CNN.
Ante la pregunta “¿El matrimonio homosexual debe legalizarse en Chile o no?”, ella contestó “Yo creo que la vida común en pareja debe existir. Ellos deben tener un acuerdo de vida en común para dejarse los bienes mutuamente”. Y ante la contra pregunta que le hizo la periodista Mónica Rincón, “¿No matrimonio?”, Josefa dijo claramente, “No”.
Eso me llevó a escribir la siguiente frase. “Súbitamente, la persona que apoyábamos con devoción nos hace dudar. Y no podemos evitar preguntarnos dónde está el límite entre el que no reconoce la igualdad y el homofóbico”. Sí, claro, yo también era un fan de Josefa, pero desde ese momento decidí empezar a meterle algo de escepticismo a mis convicciones.
Hoy no me cabe duda: eran tantas las ganas que teníamos de sacar a Labbé de su reino, que nos negamos a leer señal alguna y, menos aún, quisimos hacer preguntas molestas. Nunca más. No podemos darnos ese lujo otra vez. Pues es tan grande el impacto que un alcalde tiene en los habitantes de su comuna y, como hemos visto en el caso de Providencia, en toda la ciudad, que se vuelve absolutamente irresponsable apostar sin indagar, votar sin saber realmente a quién le estamos dando nuestro apoyo.
A estas alturas, y dadas las circunstancias, prefiero a un político lúcido y liberal como Carter, a pesar del partido en el que milita, que a uno como Josefa, a pesar de todo el flower power y la buena onda que tanto nos embriagó. Mejor un conservador progre que una progresista repre.