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Actualizado el 25 de Noviembre de 2020

Los negocios fuera de la trinchera

Necesitamos dejar de quejarnos respecto del escenario cambiante y exigente. Aferrarnos a nuestras ideas convencionales no sirve de nada.

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Gonzalo Muñoz es Co-Fundador y CEO de TriCiclos internacional; Co-Fundador de Sistema B; Miembro del directorio de BLab. Ha sido reconocido con distinciones como Avonni Medio Ambiente 2011, Ashoka Fellow 2011, Personaje Medioambiental Chile Fundación Schwab 2012, Emprendedor Social Chile 2013 , Endeavor 2014, Emprendedor Social Global 2015 del World Economic Forum, Liderazgo Responsable Global Fundación BMW 2016.

Hace unos días un gran empresario me dijo “dedico casi todo mi día a defenderme, y tengo poco tiempo para crear valor en mi negocio y poder trabajar más nuestra contribución a la sociedad”.

Efectivamente vivimos un tiempo de tal beligerancia hacia el empresariado, que pareciera no existir actividad posible fuera de la trinchera, a pesar del consenso sobre la necesidad de avanzar hacia un modelo sustentable de desarrollo donde las empresas constituyen un motor de innovación.

También sabemos que los mercados van madurando y por lo tanto se fiscaliza más. Eso es inevitable y deseable. Y si en esa mayor fiscalización se descubren malas prácticas que deben ser erradicadas, sería esperable que los empresarios asumamos la actitud proactiva de exigir elevar los estándares de cada una de las industrias donde estemos llevando a cabo nuestras actividades.  Escudarse detrás del “así es como se han hecho siempre las cosas”, sólo agrava la falta y profundiza el problema.

A mi parecer, son justamente las malas prácticas y los malos ejemplos los que han llevado a los empresarios a la trinchera. Y estando ahí, es muy probable que en el otro bando se tiendan a generar malas políticas públicas. Nadie conversa de trinchera a trinchera. Y claramente ese no es el escenario con el cual se construye valor para un país. Debemos dejar atrás las trincheras para hablar del país que necesitamos hoy y los próximos 100 años.

Lo que vemos es un camino empresarial que se estrecha. Cada vez las exigencias son mayores, los recursos se limitan, la tecnología reduce las barreras de entrada en muchos mercados, nos vemos obligados a innovar día a día, y los grupos de interés nos analizan permanentemente desde distintos ángulos (incluso con herramientas que no conocemos).

Necesitamos dejar de quejarnos respecto del escenario cambiante y exigente. Aferrarnos a nuestras ideas convencionales no sirve de nada. Por mucho que esas ideas nos hayan resultado  en el pasado, es poco probable que ellas nos permitan seguir siendo exitosos en el futuro. Y eso se debe a que es la definición de éxito la que está cambiando y con ello el perfil de riesgo de los negocios.

Al mismo tiempo que el empresario convencional se siente cada vez más presionado, vemos como se desarrollan empresas que conviven sin problemas. Asumen que el cambio constante no es más que un axioma que nos obliga a adaptarnos permanentemente, y a escuchar a quienes tradicionalmente no considerábamos.

¿Será ahora el tiempo de estos nuevos empresarios? Empresarios que viven la misma ética los 7 días de la semana, y que no tienen problemas en formalizar legalmente ese compromiso para anticiparse al escrutinio público.

Hoy en día existen empresarios que viven en armonía fuera de la trinchera, aun recibiendo ataques y cuestionamientos. Empresarios que saben que no existe la empresa perfecta, y que la única forma de acceder a la mejora continua es aceptar que hay mucho que cambiar, estar dispuesto a reconocerlo públicamente, y trabajar activamente para reparar cada ripio. Ripios de gobernanza, ripios de transparencia, ripios ambientales, ripios laborales, ripios con las comunidades, ripios con los proveedores, ripios en nuestros modelos de negocios. Justamente los siete ámbitos que verifica la certificación de las empresas B.

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