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Actualizado el 25 de Noviembre de 2020

¿En tu jardín o el mío?

"Nuestro problema serio es que no estamos de acuerdo en quién debe resolver sobre los grandes proyectos. Y mientras no tengamos eso resuelto, los jardines seguirán en peligro".

Por Rodrigo Quijada
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Rodrigo Quijada es Miembro de Ciudad Viva - Ingeniero de Transporte

Este domingo terminó la nueva temporada de “¿Por qué en mi Jardín?”, el programa de TVN dedicado a cubrir conflictos entre ciudadanos y grandes proyectos. Fue una buena temporada, que incluyó casos de hidroeléctricas, autopistas, inmobiliarias, mineras, entre otros, y del que se pueden sacar un par de reflexiones. Todos los capítulos están disponibles aquí.

Hubo varios momentos que destacar y que los twitteros no dejaron pasar sin comentar. En el programa sobre autopistas, por ejemplo, causó furia en la red social ver cómo la ex ministra de Obras Públicas esquivó por más de un año entrevistarse con TVN. Su asesora comunicacional simplemente se dedicó a “pelotear” a los reporteros, no respondiéndoles el teléfono, no devolviéndole los llamados, nunca dándoles cita; todo a vista del espectador. La reportera no tuvo más remedio que abordar a la ministra informalmente pero ni así. Ella no se dio por aludida, aplicó una media vuelta y literalmente huyó. La imagen fue patética y la lección patente: si la autoridad puede ignorar a los reporteros del canal de televisión más grande del país, ¿qué queda para un ciudadano común? Pucha que se entiende la impotencia de tanta gente a la que se le viene un proyecto encima.

Valga comentar que los twitteros le dieron duro a la asesora ministerial, Consuelo Argandoña, y varios consideraron que ella encarnaba el estilo Piñera, pues toda esta filmación sucedió al final de ese gobierno. La nefasta asesora, sin embargo, sigue empleada por el gobierno actual, como oficialmente lo consigna la página web del Ministerio. Y esa es, a mi gusto, la otra gran moraleja de ese episodio: importa bien poco qué color político está a cargo de los grandes proyectos; las habas se cocerán igual y hasta con los mismos chefs, incluso cuando los pillamos in fraganti.

El capítulo que parece que llamó más la atención fue el de las inmobiliarias. Escenas fantásticamente bien logradas de una retroexcavadora demoliendo una casa preciosa en Providencia, llegaban al alma. El capítulo tenía la gracia de mostrar una victoria ciudadana contundente, que tan escasas son: los vecinos de un barrio de esa comuna se organizaron para instar a la Municipalidad a cambiar el Plan Regulador allí, reduciendo las alturas permitidas. Fueron escuchados y su petición formalmente aceptada en el Consejo Municipal. ¡Qué sana envidia! Aquí la lección fue igual de potente: Vecinos organizados combinado con un Municipio dispuesto a aceptar las exigencias ciudadanas, hace diferencia, y muy concreta.

Pero en este artículo quiero por sobre todo poner el foco en las palabras de Juan Pablo Martínez. Él es un alto ejecutivo de SOCOVESA, la desarrolladora inmobiliaria más grande de Chile, y a diferencia de la cobarde ex ministra, él apareció dando la cara y su opinión en ese episodio de las inmobiliarias. No era el típico pirata inmobiliario que nos gusta imaginar y hacía reflexiones harto interesantes. En un determinado momento Martínez, apuntando una casa, pregunta: “¿solo la gente de esa casa con estilo francés, muy linda, tiene derecho a disfrutar de esa ciclovía, o 100 veces más personas deberían poder [gracias a un edificio]?

Me encanta la pregunta porque delata el conflicto y su validez: resulta que quienes ya viven allí quieren mantener su estilo de vida, otra mucha gente que no vive allí quisiera hacerlo, y una inmobiliaria quiere hacer un negocio concretando el deseo de esos muchos. Los tres deseos son absolutamente legítimos y ese es exactamente el problema.

El fondo de la cuestión es ¿cómo se resuelve un conflicto entre intereses legítimos? ¿Quién decide si el proyecto se hace o no, y de hacerse, quién decide si se hará en tu jardín o en el mío? Esa es verdaderamente la pregunta. Quién decide. ¿El que tiene más plata? ¿el alcalde de turno? ¿el que tiene el mejor abogado? ¿el que se encadena por más tiempo a la retroexcavadora? ¿el que tiene el megáfono más grande? ¿el que tiene más doctorados? ¿el que tiene los argumentos más científicos? La cuestión ineludible, tanto en ese episodio de las inmobiliarias como en todos los demás, es que por angas o por mangas, al final, final, la decisión recae en alguien. Y por ende todo decanta en una sola pregunta, cuya simpleza es brutal: ¿Quién decide?

Nuestro problema serio es que no estamos de acuerdo en quién debe resolver sobre los grandes proyectos. Y mientras no tengamos eso resuelto, los jardines seguirán en peligro.

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