La portada de LUN (o cuando la derecha cayó en la desesperación)
La derecha no entiende otra lógica. No quiere otra lógica y otra manera de ver Chile. Por lo mismo es que caricaturizan la aprobación de la reforma a la educación en sus pasquines más “livianos” como LUN, para así esconder sus verdaderas intenciones.
Francisco Méndez es Periodista, columnista.
Si es que uno ve lo que ha pasado en estos días con la aprobación de reformas como la educacional, el término del binominal, y con leyes que aprueban la unión civil, puede concluir claramente que algo está cambiando; que una concepción de un Chile está quedando atrás para dar paso a otra.
Eso a unos nos encanta, pero a otros les da pavor. Es como si les hubieran cambiado el país que construyeron a su medida año tras año con leyes y reformas que según ellos nunca debieron existir ni si quiera en la mente del ciudadano chileno. Son herejías en contra de un régimen sacrosanto que establecía democracia plena en el marco que ellos decidieran que era bueno tenerla. Acceso a la educación dentro de los márgenes que les pareciera a ellos también conveniente.
Por eso es que luego del escándalo de Penta- y el descubrimiento de cómo un sector veía la política como un acuerdo público privado en donde el privado siempre ganaba-el hecho de que sus ideas país fueran perdiendo en el Congreso los hizo entrar en crisis. Ahora había que recurrir a uno de los tantos comodines que tenían para salvar su institucionalidad. Era la hora de poner al Tribunal Constitucional en el centro del debate porque, como siempre lo han hecho, no quieren decir que algo no les gusta y va en contra de sus intereses, sino que apelan a los “vicios constitucionales”. Figura que les sirve para instalar sus posturas ante las reformas como posiciones serias y preocupadas por el país y no como lo que son: simples berrinches de quienes ven cómo la democracia aparece fortalecida en medio de un sinfín de acuerdos, miedos y acomodamientos del pasado que están cayendo por su propio peso.
Se acostumbraron a esa idea de democracia en donde todo tenía que pasar por ellos, en donde aunque perdieran siempre, finalmente, terminarían ganando y teniendo al oficialismo-en ese tiempo la Concertación- corriendo para ir a pactar con ellos antes de que se enojaran, de que sacaran del bolsillo su sagrada Constitución del 80.
Hoy a muy poca gente le interesa ese librito. Muchos quieren cambiarlo porque ya resulta tragicómico que sigamos rigiéndonos por algo que fue hecho por unos pocos justo en momentos en los que se piden inclusión, o algo parecido. Resulta extraño, por decir lo menos, que sigamos rindiendo pleitesía a algo que todos sabemos su origen y la idea central que lo originó.
Es por esto que la derecha ha estado todos estos meses tirando patadas de ciegos, tratando de bajar ministros con sus medios de comunicación , haciendo interpelaciones en el Congreso que dan pena y risa, entre otras cosas.
Están desesperados porque por primera vez se están enfrentando con un debate democrático real, con un adversario que sabe lo que quiere y que no le tiene miedo a lo que en el pasado le tuvo terror. Hay ganas de ejercer lo democrático de manera verdadera y no con acuerdos que fueron convirtiendo a la transición en un eterno apretón de manos que estranguló las necesidades de cambio y las ganas de entrar en otra lógica.
La derecha no entiende otra lógica. No quiere otra lógica y otra manera de ver Chile. Por lo mismo es que caricaturizan la aprobación de la reforma a la educación en sus pasquines más “livianos” como LUN, para así esconder sus verdaderas intenciones. No se atreven a decir en voz alta lo que piensan. Sólo esconden sus ideas tras la concepción de realidad.
Por eso medios como Las Últimas Noticias resultan tan funcionales a lo que ellos quieren transmitir, que es seguir ocultando el trasfondo ideológico tras una simpaticona portada, como por ejemplo la de una tómbola que realmente era una ruleta.
Es cierto, existe la libertad de expresión y todo el mundo puede hacer las portadas que quiera. Pero creo que en el contexto de libertad de prensa, también debe existir la transparencia de objetivos ya sea políticos y morales.
Esconderlos y vestirlos de algo que no es, es solamente una manera de utilizar soterradamente la manoseada libertad, sobre todo en un país en donde los dueños de los medios son con suerte tres personas.