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Actualizado el 25 de Noviembre de 2020

El Código Enigma

"La misión principal es descriptar una máquina con la que los nazis programan, día a día, los ataques. La configuración se cambia día a día y la cantidad de combinaciones supera un número de 19 dígitos".

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José Blanco J. es Profesor de Estado (Universidad de Chile), Doctor en Filosofía y Doctor en Materias Literarias (Universidad de Florencia, Italia). Se ha dedicado a la filología medioeval y humanista, dando especial importancia a Dante, Petrarca y Boccaccio sobre los que ha escrito numerosos libros y ensayos. Ha traducido al castellano textos de cronistas florentinos que vivieron en América en los siglos XVI y XVII. También ha publicado libros de historietas de dibujantes chilenos.

Me gusta buscar segundas lecturas en las películas y ésta – excelente en su factura – tiene más de una en forma paralela.

A partir de un tema estrictamente semiótico: el hablar también es un sistema lingüístico críptico, puesto que la gente piensa una cosa y dice otra. Así lo sentía el niño Alan Turing, cuando vivía en un internado y tenía como único amigo a Christopher, que lo había salvado del bullying: ya sentía lo atracción homosexual por él y fue ese compañero (un as de las matemáticas como él) el que le hizo conocer la criptografía (practicándolo con mensajes en clave).  Será siempre una prodigiosa constreñida a vivir “en código”, siendo incapaz de descifrar los comportamientos ajenos o de traducir los propios en comunicación humana.

Con un excelente montaje, la película se plantea en constantes flashbacks y flashforwards que, en vez de dificultar la “lectura”, la facilitan. Es decir, aplica en lenguaje cinematográfico lo que teoriza en la pantalla.

El joven matemático, iniciador de los computadores (que en un primer momento se conocieron como las Máquinas Turing) llega, en plena Segunda Guerra Mundial (1943), a Bletchley Park, un castillo cerca de Londres, donde están reunidos los mejores cerebros de Gran Bretaña para seguir y registrar los mensajes de los enemigos.

La misión principal es descriptar una máquina con la que los nazis programan, día a día, los ataques. La configuración se cambia día a día y la cantidad de combinaciones supera un número de 19 dígitos.

Ése es el Código Enigma, sobre el cual ya hubo una película en 2001, dirigida por Michael Apted. Pero, en este caso, se vuelve el símbolo de la diversidad. Es casi un “idiot savant” que no sabe alemán, pero que cree que para entender y combatir a una máquina es necesario crear otra (segunda lectura) y consigue 100.000 libras esterlinas, autorizadas por el mismísimo Churchill, para construirla.

A este punto (tercera lectura), me vino a la memoria una frase que no es de Churchill, sino de Georges Clemanceau: “La guerra es un asunto demasiado serio para dejarla en manos de los militares”. Y aquí la prueba está en el aborrecible comandante Denniston (Charles Dance), que me recordó a ciertos personajes chilenos entre los años 1973-1989: las guerras se vencen con reglas y con disciplina. Y Turing (excelente actuación de Benedict Cumberbatch) es todo lo contrario: desarrolla una máquina  (a la que llama Christopher, en recuerdo de su amor)  que pocos pueden entender, no utiliza a matemáticos, sino a expertos en enigmística. Entre estos últimos – cosa impensable en esos tiempos – a una mujer, Joan Clarke (la siempre convincente Keira Knightley), que podría haber llegado a ser su esposa, incluso demostrándole ella que podrían ser más felices que otros matrimonios.

Pero el que tiene el verdadero poder es Stewart Menzies (Mark Strong) al que, más que las reglas, le interesan los resultados: y el proyecto sigue adelante.

Me detengo aquí y agrego  sólo una cuarta (pero no última) lectura: esa Inglaterra es una metáfora del understatement, que busca anular cualquier forma de desobediencia a la normalidad. Así como resulta moral permitir que se produzca un ataque que causará muchas  muertes (para mantener el secreto de que Enigma fue descriptado), también lo es condenar a un homosexual a pesar de que, con su obra, salvó a 14 millones de personas.

(The Imitation Game. Gran Bretaña / USA 2014)

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