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Actualizado el 25 de Noviembre de 2020

La portada de El Ciudadano (o esa izquierda efectista y poco inteligente)

Ser de izquierda es más que creerse rebelde. Es sustentar esa rebeldía y sostenerla. En el caso de El Ciudadano, creo yo, no se sostiene para nada.

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Francisco Méndez es Periodista, columnista.

En la portada aparece Ena apuntándose con una pistola. Al parecer El Ciudadano buscaba decir que la UDI se está suicidando. Tal vez no dejan de tener razón, debido a que el show que ha dado el gremialismo al transparentarse su relación casi matrimonial con el empresariado, es un escándalo.

Pero de eso ya se ha escrito-y yo ya lo he hecho en este mismo medio- demasiado. Por lo tanto, me gustaría poner énfasis, en esta oportunidad, en esa portada que tanto revuelo ha causado. En ese dibujo  que busca mostrar desacato, pero solamente deja relucir un mal gusto evidente con nula gracia y falta de inteligencia.

El desacato en las expresiones culturales o periodísticas, por lo general, cobra más sentido cuando es inteligente, irónico, sagaz y punzante, y en esa portada no se ve nada de eso. O, por lo menos, yo no veo nada de eso. Al contrario, veo una mala decisión editorial que busca impactar sin pensar antes en cómo hacerlo sin quedar como un pasquín burdo y del montón.

Porque eso veo yo también. Veo una incansable manera de querer mostrarse como revolucionarios, como un medio rupturista, pero solamente termina quedando como un trozo de papel panfletario, abordando un tema que incluso en redes sociales se ha tratado de manera más aguda.

En esa portada no hay agudeza, sino la demostración de un grupo de periodistas que buscan ser algo diferente, haciendo lo mismo que hacen todos los medios sin peso real en un Chile dominado por el periodismo de derecha y su hegemonía.

¿Cómo hacer un real contrapeso a esa hegemonía? Bueno, claramente de esta forma no. No porque sea muy terrible, sino porque no demuestra una gran capacidad periodística, sino más bien un ejercicio casi doctrinario que no le hace bien a quien quiere hacer un trabajo sarcástico, irónico y que remueva conciencias. Acá solamente vemos algo que trata de dar un mensaje claro, pero que se comunica mal. De manera tosca, tratando de mostrar un “izquierdismo” que quienes realmente son de izquierda no se esfuerzan por mostrar, porque el pensamiento tiene la suficiente sustancia para tener que recurrir a efectismos pobres.

Algunos en las redes sociales han osado en comparar este opaco dibujo con el colorido majestuosamente insolente de Charlie Hebdo, pero lo cierto es que El Ciudadano no muestra ni siquiera un poco de esa majestuosidad. No porque sea chileno, sino porque se convierte en una caricatura de un sector que entendió muy poco en qué consiste ser realmente de izquierda. Porque no saben que el ejercicio del cuestionamiento al poder establecido debe ser lúcido, certero y sin perdonar, pero siempre usando la cabeza y dejando que las vísceras adoctrinadas descansen para así dar paso al cerebro.

No quiero tratar de tontos a quienes están detrás de esa portada, pero claramente no hay entendimiento de ciertas maneras y formas de ejercer la insolencia.  Es más, yo no veo ningún rastro de  insolencia acá, sino solamente la pretensión de provocar. Pero la provocación siempre tiene que dejar algo atrás y, en este caso, una vez terminado el efecto, el dibujito caerá  por su propio peso.

Ser de izquierda es más que creerse rebelde. Es sustentar esa rebeldía y sostenerla. En el caso de El Ciudadano, creo yo, no se sostiene para nada.

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