Los humedales: la pausa irremplazable en la vida de las aves migratorias
El hombre, el ser más peligroso del planeta, se ha encargado de desestimar la importancia de los humedales para la vida animal, y de paso, ha puesto en riesgo, ni más ni menos, que la vida de las personas sobre la superficie terrestre.
Esteban Araya Silva es Estudiante de Geografía, Universidad de Chile. En twitter: @estebanarasi
B95 no es la sigla que define a una banda de rock, ni es un compuesto químico, ni tampoco es un avión de guerra supersónico, es mucho más espectacular aún. Se trata de una pequeña ave migratoria, de menos de 200 gramos de peso, que cada año emprende una increíble travesía por el Atlántico, desde el Ártico hasta Tierra del Fuego, lugar donde en 1995 un grupo de científicos lo anilló para seguir sus desplazamientos por el planeta, y lo denominó B95, una forma simple de referirse al playero ártico o rojizo (Calidris canutus rufa).
B95 es el protagonista de una de las historias de aves migratorias más conmovedoras de la vida “salvaje”, y desde esa perspectiva, merece ser valorada, en especial, si nos hacemos una pregunta que ella ya respondió, sin saber hablar: ¿qué ser humano sobre la faz del planeta sería capaz de realizar un viaje a pie desde el Ártico al Polo Sur, sin más indumentaria que su vestimenta? B95, así como otros pequeños seres vivos, a quienes solemos mirar como inferiores en inteligencia, fuerza y poder, son capaces de volar desde el hemisferio norte al hemisferio sur, sin pasaporte ni maletas, sólo ataviado de su suerte. Y de su plumaje.
Los científicos estiman que B95 ha volado una distancia superior a la que separa la Tierra de la Luna, cuestión que ningún ser humano podría hacer, aunque viviera dos siglos. Suerte que depende de ciertas condiciones medioambientales, como son la existencia de los humedales, verdaderos “hostales” de la naturaleza donde las aves migratorias pueden hacer la pausa tras largas distancias cubiertas por aire. En estos “hostales” ellas pueden reponer fuerzas, “alojar”, anidar, ver nacer a sus crías y luego, cuando éstas se encuentran en condiciones de viajar, reemprender el vuelo hacia su destino final.
De ahí el rol irremplazable de los humedales, los que no sólo ofrecen servicios de alojamiento y confort a sus pasajeros, sino también cumplen una función “renal”. En efecto, los humedales tienen una gran importancia vital para la biodiversidad: ellos proveen de apoyo y productos esenciales para las comunidades humanas en todo el mundo. Los humedales son considerados los “riñones” del planeta, al ser verdaderos vertederos y transformadores de múltiples materias biológicas, químicas y genéticas, las que ningún servicio sanitario institucional se encargan de manejar.
El único problema es que debido a la falta de información, y a la creciente ignorancia humana, hoy los humedales se hallan en serio riesgo respecto a su manejo y conservación, el que no sólo afecta sus funciones de albergue y excreción, también debido a su baja valoración como patrimonio de la naturaleza. El hombre, el ser más peligroso del planeta, se ha encargado de desestimar la importancia de los humedales para la vida animal, y de paso, ha puesto en riesgo, ni más ni menos, que la vida de las personas sobre la superficie terrestre, pues, cada vez que se desarticula un ecosistema, el perjuicio, más temprano que tarde, termina afectando a los seres humanos.
A propósito de la reciente celebración del día Mundial de los Humedales –el pasado 2 de febrero– que pasó desapercibida para la mayoría de los medios y las autoridades, Chile debiera adoptar una política de mayor compromiso en cuanto a la difusión de la importancia de los humedales, considerando que nuestro país tiene el privilegio de contar con su propia “cadena” de humedales, desde Arica (humedal de Lluta) hasta Puerto Williams, y aportar a su protección, invirtiendo los recursos necesarios para ese fin.
De acuerdo al ministerio de Medio Ambiente, en Chile existen más de 30 mil de estos sitios, muchos de los cuales se encuentran en la región de Valparaíso, uno de ellos está ubicado en la desembocadura del río Aconcagua, en la comuna de Concón, cuya vasta superficie se extiende más allá de la desembocadura del río, prolongándose por el oriente hacia la comuna de Limache, según el Inventario Nacional de Humedales del ministerio de Medio Ambiente. El humedal de la desembocadura del río Aconcagua es el hábitat de más de 70 especies de aves entre, migratorias y residentes; entre las primeras se cuenta la gaviota de Franklin (Leucophaeus pipixcan), ave proveniente del hemisferio norte, así como el zarapito de pico curvo (Numenius phaeopus).
De lo anterior se colige la importancia de ocuparse de los humedales, cuestión que no siempre tiene un lugar preferencial en la agenda de las autoridades, quienes muchas veces privilegian el interés en otros aspectos de la economía, como es el mediático auge de la industria gastronómica en la comuna de Concón, obviando una variable tan o más importante para el desarrollo presente y futuro, como es la preservación del humedal con el que el río Aconcagua saluda al Océano Pacífico, tanto a en su relación con el medio ambiente, como en su potencial turístico.
Hasta hoy el B95 suma otra afortunada variable a su exitosa travesía anual: por suerte para él, su rumbo lo lleva por la bajada oriental del continente sudamericano, pues de hacerlo por nuestra orilla, no estaríamos tan seguros de brindarle cobijo seguro. No obstante las declaraciones bien intencionadas a nivel institucional, aún no es posible asegurar que el humedal de Concón sea un sitio seguro para albergar su avifauna, y no por falta de recursos económicos, sino por la inconsciencia de los verdaderos responsables de su funcionamiento y preservación.