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Actualizado el 25 de Noviembre de 2020

Devuélvannos la política

"Nos han enterrado en un agujero del que no saldremos mientras nuestros líderes sigan siendo portada de los medios de comunicación por sus escándalos y no por sus logros".

Por Ricardo Sande
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Ricardo Sande es Director ejecutivo ONG Empodera. Consejero político de Chile Vamos. Ex presidente FEUC.

La política chilena está en crisis. Las últimas encuestas muestran una bajísima aprobación a  parlamentarios, partidos políticos, al Gobierno y a la Presidenta. De hecho, hoy muchos se preguntan ¿para qué están los políticos?

Se lo preguntan porque los hechos recientes demuestran que nuestra política está gravemente enferma. Financiamiento ilegal, conflictos de interés, abusos de poder. Estas faltas a la ética nos han hecho perder el norte y nos han enterrado en un agujero del que no saldremos mientras nuestros líderes sigan siendo portada de los medios de comunicación por sus escándalos y no por sus logros. A todos ellos les decimos: devuélvannos la política.

El caso Penta y el caso Caval son ejemplos obvios. Rechazamos enérgicamente estas prácticas, pero sin quedarnos en esperar a que los implicados, en el caso de comprobar su culpabilidad, reciban el castigo que merecen. Como sociedad debemos exigir mejores representantes políticos, y demandar estándares éticos superiores de quienes detentan posiciones de poder económico o social. No podemos aceptar un Chile donde los privilegios monetarios y políticos doblegan a la justicia.

No debemos quedarnos sólo en buenas intenciones. Tenemos que tomar medidas en la formación de nuestros profesionales. Desde la Universidad Católica hemos de avanzar en entregar una formación ética intachable. Tomemos los ejemplos internacionales, donde los casos éticos han ido impregnando las mallas de distintas disciplinas, contribuyendo a una formación más integral. Nada tiene que ver con esto el análisis simplista y antojadizo que hemos visto los últimos días, con el que se ha intentado traspasar la responsabilidad de algunos a toda una Universidad. No nos dejemos engañar: la Universidad Católica ha contribuido al país con más de 120.000 egresados de excelencia, y su legado no se empaña por actos de unos pocos. Recordemos que las personas son libres y que muchas veces su comportamiento no depende sólo de su formación profesional, sino que también de la que han recibido en sus hogares, entornos sociales y, fundamentalmente, de sus decisiones personales.

Otro elemento a considerar, es la necesidad de trabajar sobre la cultura de ciertos grupos frente a las reglas. Hoy existen quienes se sienten por sobre las normas que nos rigen a todos, llegan a puestos de influencia y utilizan mecanismos ilegítimos para enriquecerse. Esto es gravísimo desde el punto de vista de la fe pública y la confianza en las instituciones. Esta realidad impide la construcción de un país con más y mejores oportunidades. Y es probablemente esta permisividad al tráfico de influencias la que ha permitido los casos que hoy nos escandalizan. Es imperativo fortalecer nuestra institucionalidad garantizando la igualdad ante la ley, castigando a quienes abusan de sus posiciones y restaurando la confianza social.

No caigamos en la fácil tentación de apuntar al sistema como el verdadero culpable. Habrá quienes digan que los partidos ya no sirven, que nuestro modelo ha fracasado y que las instituciones no funcionan. Nadie dice que no sean perfectibles, pero no podemos permitir el oportunismo y el simplismo de culpar a todos por el descaro de unos pocos.

En un escenario como éste –en que los sucesos ahogan nuestro sueño de  un Chile más justo— debemos darnos cuenta de que en esto no hay empate, sino sólo perdedores. Culpar a la política y a los que la pisotean no solucionará nada. Es hora de actuar, exigir más y volver a darle a la política la importancia que se merece.

Hacemos  un llamado  a todos los rincones  de Chile, a esta nueva generación que quiere trabajar  por los demás. A quienes comparten nuestra impotencia, al ver cómo nos desgastamos en desacreditar los aciertos del adversario y en escapar de los fracasos propios.

Asumamos esta responsabilidad. Recordemos que la sociedad es la que delega su poder en los representantes políticos y no al revés. Despertemos y activemos a todo ese sector que siente que no puede ser protagonista y constructor de su futuro. Devolvámosle la ilusión a miles de compatriotas que están cansados de ver cómo sus representantes les prometen soluciones para, al final, darles excusas. Recuperemos de una vez por todas la política, que no es de quienes viven de ella, sino de aquellos que la necesitan para vivir con dignidad. Devuélvannos la posibilidad de construir un país verdaderamente humano y justo.

Recordemos que el gran desafío que tenemos como generación es entregar a los que vendrán un mejor Chile que el que hemos recibido.

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