Día internacional del agua: ni futuro ni ciencia ficción
Todo indica que deberemos comenzar a asumir que esto es “permanente”, que deberemos adaptarnos a lo que ya se nos vino, y que el alto impacto -producto de las reducciones en precipitaciones y el aumento de la temperatura- ya están obligando a algunos a cambiar sus rubros de producción o localizarlos donde las condiciones les sean más favorables.
Eduardo Ordoñez es Ingeniero Civil Industrial de la Universidad de Santiago de Chile. Máster en Ingeniera en Recursos Naturales de Lincoln University, Nueva Zelanda y candidato a Master en Estudios Ambientales en School of Environment, Enterprise and Development, Universidad de Waterloo, Canadá. Posee amplia experiencia en empresas privadas y públicas, así como en centros de innovación ambiental. Es gerente de Desarrollo de ACCIÓN desde 2010.
La sequía que golpea a nuestro país hace seis años ya, es una realidad instalada y en evolución. De acuerdo con la Dirección General de Aguas, (DGA) 43 comunas -entre Atacama y Valparaíso- se encuentran bajo decreto de escasez, y los detalles apuntan a que cada vez se extiende más hacia el sur, impactando la Región de Coquimbo, Valparaíso, Metropolitana, Biobío, La Araucanía, Los Ríos y Los Lagos, registrando déficit de hasta 100% en el centro-sur de Chile.
Como vemos, el problema ya no radica en una zona en particular y tampoco responde a ese concepto “transitorio” de sequía que por tiempo manejamos. Todo indica que deberemos comenzar a asumir que esto es “permanente”, que deberemos adaptarnos a lo que ya se nos vino, y que el alto impacto -producto de las reducciones en precipitaciones y el aumento de la temperatura- ya están obligando a algunos a cambiar sus rubros de producción o localizarlos donde las condiciones les sean más favorables.
Medidas de adaptación que cada vez son más próximas y sobre las cuales hay que comenzar a pensar ahora, ya que adicional al estado hídrico y de temperatura actual, las proyecciones indican que hasta la Patagonia chilena será un lugar más seco hacia fines de este siglo.
El impacto en la escasez, producto de sobre consumo, baja en las precipitaciones o sobre evaporación por altas temperaturas, genera una serie de efectos que nos aquejan a todos en nuestro diario vivir. La gran cantidad de incendios forestales, que no sólo destruye los bosques y la abundante biodiversidad que en ellos cohabita, reduce también su capacidad futura de captura de carbono -simplemente porque en el corto plazo no los reemplazaremos- y además afecta, sin duda alguna, la calidad del aire, la que se ve empeorada por las humaredas permanentes que aquejan sobre todo a niños y ancianos, aumentando con ello las consultas respiratorias, como se ha visto en la ciudad de Puerto Montt.
Por otra parte, afecta directamente el precio de algunos productos, ya que la escasez de agua genera presión en algunas industrias -como la láctea- que ha tenido que reducir su producción, lo que se traduce en alza de precios. De igual modo, los cultivos de trigo y avena se han visto duramente afectados producto de las altas temperaturas, lo que también se transforma en menor oferta y por ende, alza de precios. Hemos visto agricultores y ganaderos del sur del país pensando en cambiar de rubro y pidiendo las ayudas respectivas al gobierno o vecinos siendo abastecidos por camiones aljibes en la Región de Los Lagos, producto de la falta de agua disponible para consumo diario.
Y es que de todos los males que la sequía nos trae, la falta de agua para riego y consumo, es dramático. Según, el último reporte respecto del estado de los embalses proporcionado por la DGA a fines de febrero pasado, sólo el 19% de los embalses tenía más agua que en igual fecha el año pasado. Entre la segunda y cuarta región hay un 48% menos de agua acumulada que en febrero de 2014, y si esto lo comparamos con el histórico mensual, la cifra es de -90%. Toda es agua de riego que no estará disponible.
El agua de riego entre la quinta y la séptima región, es 7% menor al año pasado en igual mes y 37% menor que el histórico mensual; -17% es la cantidad de agua potable versus febrero 2014 y -33% sobre el histórico, mientras que para generación eléctrica hay -3% versus el año pasado y -28%, si lo comparamos con el registro histórico mensual de agua acumulada.
En Biobío, el agua acumulada para riego está a -65% versus el nivel histórico, aunque en 42% sobre el verano de 2014. Finalmente, en el caso de agua para generación eléctrica los datos siguen la misma tendencia: -9% y -50% respectivamente.
El 100% de los embalses del norte tienen menos agua. Los dos embalses que abastecen a la Región de Valparaíso de agua potable, registran en total -55% versus febrero 2014 y -79% respecto del histórico mensual. El embalse El Yeso en la Región Metropolitana que abastece de agua potable a la capital, tiene 12% menos este verano siendo 23% menor su volumen que en un mes como registro histórico. Los embalses para generación y riego de las regiones del Maule y Biobío, aunque relativamente iguales al año pasado (salvo Lago Laja con +45%), todos están bajo los niveles históricos (Colbún -16%, Laguna del Maule -73%, Lago Laja -65% y Ralco -13%). Entonces la pregunta es, ¿cómo enfrentaremos estos escenarios con mayores demandas hídricas por consumo poblacional, procesos industriales, así como para la generación de alimentos y energía?
A pesar de lo anterior, llama la atención que en la primera Encuesta Nacional de Medio Ambiente realizada por el Ministerio de Medio Ambiente, sólo el 3% de los encuestados mencionara la escasez (o contaminación) del agua, como el principal problema ambiental, el séptimo de la lista a nivel nacional. Situación que cambia bastante en ciudades donde el problema ya lleva un tiempo presente, como es el caso de Copiapó y La Serena, donde es el segundo problema principal (22% y 13% respectivamente), mientras que en Arica e Iquique el tercero. Esperemos no llegar a los niveles críticos de los habitantes del norte para darnos cuenta que hay que hacer algo para enfrentar esta realidad a nivel nacional ahora, porque el cambio climático no es futuro ni menos ciencia ficción, es una realidad presente hoy mismo, y el mayor desafío que debemos enfrentar como humanidad no es sólo adaptarnos a las nuevas circunstancias, sino que también mitigar nuestro efecto para no generar una catástrofe aún mayor.