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Actualizado el 25 de Noviembre de 2020

De la evasión y otras yerbas

El discurso es el mismo, desde unos conspicuos senadores justificando la emisión de boletas falsas, hasta el trabajador de alguna faena que se lleva algunos materiales para la casa, o la señora que va a hacer trámites al centro de Santiago y no paga la micro, todos son capaces de explicar sus conductas deshonestas bajo el mismo slogan: “si todos lo hacen po…”.

Por Mauricio Rios
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Mauricio Rios es Sociólogo Escuela de Trabajo Social UST Santiago

Primera escena: La mañana del 20 de febrero de 1835, Charles Darwin se encontraba en Valdivia, cuando fue sorprendido por un terremoto y posterior maremoto. Durante los días previos visitó Talcahuano donde quedó impactado por la magnitud del desastre, sin embargo un hecho le llamó profundamente la atención, relatándolo de la siguiente manera.

“Los que habían podido salvar alguna cosa se veían obligados a velar de continuo, porque los ladrones se unían a la partida, dándose golpes de pecho con una mano y gritando ´¡Misericordia!´ a cada pequeña sacudida, mientras con la otra mano trataban de apoderarse de cuanto veían”.

Segunda escena: Durante un partido de la Selección Chilena, en el reciente mundial de Brasil, 85 barristas chilenos fueron detenidos por ingreso ilegal al estadio, al respecto un hincha se justificaba diciendo: “No hicimos ningún daño, no somos delincuentes. Vimos el partido igual. Las entradas valían 2.200 reales ¿Quién puede pagar esa plata? Uno ve la oportunidad y entramos… se hizo tira dos puertas y se cayó un panel, nada más…. la hicimos, entramos a ver el partido igual”.

Tercera escena: En otro escenario, el año 2014, según cifras entregadas, la evasión del Transantiago alcanzó un 27,2%, lo que significa la mayor evasión desde que se implementó dicho sistema de transporte público.

Tal como se muestra, el ya famoso the chilean way parece tener cada día mayores acepciones.

Hoy por hoy, asistimos a un escenario de transformaciones complejas, la implementación de un modelo subsidiario desde mediados de los 80, y su consolidación en los 90s hizo que finalmente una de las principales característica del Chile actual sea la del que cada uno se salve solo, que se las arregle por su cuenta y que se apere al modelo de la forma que pueda.

Como resultado de dicho modelo, nos encontramos, finalmente, en un altísimo sentimiento de desconfianza, de inseguridad y de desprotección, que han hecho que el escenario de lo social se encuentre en una fase cada vez más turbulenta. Dicho escenario se vuelve propicio para el desarrollo de estrategias tendientes a justificar lo que no siempre resulta válido justificar.

El discurso es el mismo, desde unos conspicuos senadores justificando la emisión de boletas falsas, hasta el trabajador de alguna faena que se lleva algunos materiales para la casa, o la señora que va a hacer trámites al centro de Santiago y no paga la micro, todos son capaces de explicar sus conductas deshonestas bajo el mismo slogan: “si todos lo hacen po…”. En el fondo, en este modelo en el que nos subimos o nos subimos, cada uno comienza a diseñar estrategias que le permitan, de alguna manera, responder a las propias exigencias de éste.

En ese sentido, la evasión histórica del Transantiago, no sólo se explica por la mala calidad del servicio, o por los constantes problemas suscitados el año recién pasado con el Metro de Santiago, también dan cuenta de un proceso de institucionalización de la pillería, de la trampa, del engaño y de la deshonestidad o de la mal llamada picardía de chileno. Es, de una u otra manera, el reflejo de la institucionalización progresiva de la deshonestidad.

Hace mucho, hemos venido construyendo un país con una cultura generalizada de deshonestidad a todo nivel, que se expresa en malas prácticas de cierto sector del empresariado, en un clientelismo o derechamente nepotismo en algunas figuras de nuestra clase política, en los saqueos de locales comerciales en plena catástrofe en el norte y en el pasajero que evade el pago del transporte bajo la premisa, no menos cierta, del mal servicio.

Crecimiento con inequidad, deshonestidad, egoísmo, desprolijidad y desconfianza. Estos elementos característicos del modelo que se nos impuso desde los 80s, tiene su correlato en una pérdida esencial de solidaridad, expresada no sólo en malas prácticas, colusiones y demases, sino también en prácticas cotidianas que han ido enquistándose en nuestro entramado social. El país se ha convertido en una sorprendente paradoja de crecimiento con inequidad, una progresiva instalación de la deshonestidad, individualismo y pérdida de cohesión social.

Tal como algunos modelos analíticos nos enseñan, es necesario transformar las debilidades presentadas en oportunidades para repensarnos, para reconfigurar una suerte de nuevo pacto, de restituir confianzas y sobre todo de darle otra vuelta de tuerca en el cómo queremos vivir y convivir.

Cuarta escena: En estos momentos, tal como ocurrió en Dichato, en Valaparaíso y tantos otros lugares, vecinos, voluntarios, bomberos, carabineros y muchos otras personas anónimamente están de diversas maneras apoyando las labores de rescate, limpieza y reconstrucción en diversos puntos de la tercera región.

Prefiero quedarme con esto, quizás esta pueda ser la vía chilena.

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