Crónica de un desastre anunciado
En estos momentos surge fuertemente el concepto de solidaridad. Sin embargo, también es necesario preguntarnos algunas cosas: ¿Fue solidario acaso el arquitecto, el constructor y el ingeniero que decidieron construir un bloque entero de casas a un metro bajo el nivel de la calle? ¿Fueron solidarias acaso las autoridades que permitieron que se construyeran viviendas en las mismas riveras de los ríos?
José Francisco Lagos es Presidente de la Fundación Chile Siempre
Casas con huellas que decían que por ellas pasó cerca de dos metros de barro, gente apaleando sin cesar, escombros por doquier, permanente olor putrefacto, autos volcados, personas corriendo por bidones de agua, pueblos casi desaparecidos, toque de queda, frustración.
El fin de semana recién pasado, me tocó partir a Copiapó en una delegación de la Fundación ChileSiempre, con quienes intentamos llevar un aporte concreto y ayudar a personas que lo necesitaban en medio del desastre. La situación era dramática, pululaban personas con mascarillas y las tanquetas de las Fuerzas Armadas que mantenían el control de la ciudad.
Uno de aquellos días en la noche conversando con mis amigos comenté que la ayuda había llegado relativamente rápido considerando que la tragedia ocurrió el martes recién pasado, me dijeron que me equivocaba y que ya habían pasado más de 10 días de aquella eterna jornada. Quede en shock. No podía creer que en tanto tiempo aún había gente viviendo con metros de barro en sus casas, que las calles seguían pareciendo ríos con escombros que eran propias de una escena de las peores películas de terror.
Conversando con la gente afectada me pude dar cuenta de sus preocupaciones, su frustración y a la vez su esperanza. Don Víctor, habitante del sector de Paipote me dijo que los vecinos no podían entender cómo era posible que un alcalde de la VI región haya ido antes a la zona que su propio alcalde, se sentían solos. Al mismo tiempo él estaba muy agradecido de toda la gente que había llegado a ayudar, una máquina de un privado ayudaba a avanzar más rápido, los alimentos y el agua eran fruto de la gente que se organizó y se las hacían llegar, bomberos y las Fuerzas Armadas paleaban codo a codo con los vecinos. Me esperanzó su empuje y sus ganas de superar el desastre.
Sin lugar a dudas hemos visto una reacción muy lenta por parte del gobierno, los vecinos comentaban que la situación más difícil se vendría un par de meses después cuando ya no sea tema en las noticias y no llegue el flujo de ayuda como hasta ahora. Saben lo de Iquique y no quieren que pase desapercibido la incapacidad administrativa de las autoridades en el desastre.
Por otra parte, en estos momentos es cuándo debemos revisar nuestras instituciones, la nefasta disminución de recursos para la Onemi por parte de este gobierno resultó decidor a la hora de la tragedia, los mecanismos de alerta no funcionaron y la planificación urbana resultó ser arbitraria y antojadiza. Sin duda eso debe cambiar y toda la sociedad debe concurrir en esa línea.
Por último, en estos momentos surge fuertemente el concepto de solidaridad y se pone a prueba nuestra capacidad de ponernos en el lugar de los demás. Por un lado es bien recibida la ayuda que ha llegado a la zona, tanto por los voluntarios como por los alimentos y los útiles de aseo. Sin embargo, también es necesario preguntarnos algunas cosas: ¿Fue solidario acaso el arquitecto, el constructor y el ingeniero que decidieron construir un bloque entero de casas a un metro bajo el nivel de la calle? ¿Fueron solidarias acaso las autoridades que permitieron que se construyeran viviendas en las mismas riberas de los ríos? ¿Fue solidaria acaso la Presidenta, que disminuyó los recursos destinados para la Onemi? La solidaridad no solo es ayudar cuando alguien lo pasa mal, es prever los efectos de nuestros actos y asumir la responsabilidad, es realizar bien el trabajo de cada uno, para el beneficio de toda la sociedad.