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Actualizado el 25 de Noviembre de 2020

Yo marché el 16: La alegría de volver a ser protagonistas

Los actores del movimiento social por la educación no debemos olvidar por ningún segundo que este es el año de tres ejes centrales de la reforma educacional, y nuestra tarea debe ser no cansarnos nunca de dejar en claro que estos sólo serán transformadores si responden a los términos de nuestras organizaciones.

Por Javiera Reyes
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Javiera Reyes es Economista U. de Chile, estudiante de magister, Presidenta Ceic 2014 y vicepresidenta FECh 2015 y 2016.

El 12 de mayo de 2011, todos se sorprendieron por los 25 mil asistentes que coparon las calles de Santiago por esos extraños recorridos que nos tiraban cuando no se nos consideraba un actor relevante. Así, fuimos creciendo para en junio ser más de 100 mil, en julio 200 mil y en agosto más de un millón de sueños reunidos en el Parque O’Higgins, con padres, abuelos y niños abrazados por una sola idea: conquistar una reforma que devuelva a la educación a su sitial de derecho fundamental, de herramienta vital para el desarrollo de los seres humanos de nuestra patria.

Poco a poco nos fuimos convenciendo que sí era posible exigir la gratuidad universitaria, el fin del lucro en todos sus niveles, la desmunicipalización de la educación escolar y una carrera docente que dignifique la labor del profesor. Pero poco a poco también, nos fueron reprimiendo cada vez con más fuerza, estigmatizándos con el mote de violentos, de querer todo gratis, de no dar nada a cambio por recibir lo que cualquier país decente entrega a sus ciudadanos. Pasaron los meses, los años y las calles fueron convocando cada vez menos. Dónde está el movimiento estudiantil preguntaron con mofa los conservadores que nos creían desaparecidos y desarticulizados; los reaccionarios que se sobaban la guata pensando en que harían una reforma en la medida de lo posible para salir del paso, maquillando sin disimulo las propuestas por las que muchos de nuestros compañeros han dado la vida.

A esos conservadores, muchos de los cuales hoy deben sentarse en tribunales para declarar frente a un juez por haber sido corrompidos por empresas como Penta o Soquimich, los 150 mil estudiantes que ayer –sólo en Santiago- nos tomamos la Alameda les demostramos que mientras sus ideas anti gratuidad universal quedaban en evidencia que sólo respondían a un conflicto de interés, nuestras ideas siguen intactas, tan intactas como nuestras ganas de no abandonar una batalla que ha sorteado todos los tipos de obstáculos posibles.

Pero quedan más vallas. Los actores del movimiento social por la educación no debemos olvidar por ningún segundo que este es el año de tres ejes centrales de la reforma educacional, y nuestra tarea debe ser no cansarnos nunca de dejar en claro que estos sólo serán transformadores si responden a los términos de nuestras organizaciones.

Primero, la desmunicipalización de los colegios no puede aceptar que se inventen extraños organismos que reemplacen al Ministerio de Educación, única entidad capaz económica y administrativamente de gestionar a los establecimientos con la finalidad de fortalecer drásticamente la enseñanza pública, de la mano de una carrera docente que termine con el agobio al profesorado.

Segundo: ayer y el jueves 9 quedó clarísimo que sólo la unidad nos va a permitir ser un interlocutor poderoso frente al gobierno y los parlamentarios. En esa línea es necesario aplaudir la voluntad mostrada por los secundarios, quienes en una semana dejaron los pies en la calle en dos marchas masivas por la Alameda, dando el ejemplo en torno a la necesidad de no luchar por carriles separados.

Y tercero: la gratuidad. Ayer dijimos fuerte y claro: no queremos una gratuidad con letra chica y con condiciones. Es incorrecto que se piense en la posibilidad de que los profesionales egresados paguen parte de su educación; eso significaría un tratamiento preferente a las rentas del capital por sobre las del trabajo, y pone en cuestión el concepto garante del Estado sobre los derechos sociales. Mucho menos debemos aceptar que se pongan límites de años a quienes cursen carreras de educación superior, generando un evidente perjuicio en los estudiantes que vienen con una base de estudios más débil. Si al ministro le quedaban dudas sobre la chance de financiar la gratuidad por estas vías, con la fuerza y unidad en la propuesta manifestada ayer esperamos habérselas despejado.

Ese espíritu de saber que lo podemos lograr; esa mística de estar convencidos en que al fin conquistaremos los sueños que se hicieron grandes hace cuatro años, es la que ayer nos dejó a todos con una sensación de alegría, sensación difícil de encontrar en este 2015 marcado por la mano negra de los negocios en los ejecutores de la política institucional. Es la alegría de volver a sentirnos protagonistas de nuestros cambios, de marchar junto a miles con la firme convicción de que está en nuestras manos, en nuestra capacidad de unidad y claridad programática, ganar una educación gratuita sin segundas lecturas. Una gratuidad auténtica para todo el pueblo de Chile. Nos vemos en la calle.

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