¿A quién le importa la Arquitectura?
Son nuestras ciudades y pueblos, y el descuido en el que se encuentran, una deuda que tenemos hacia nosotros mismos como arquitectos y como ciudadanos.
Antonio Lipthay es Arquitecto UC, Magister en Diseño Urbano de London School of Economics (LSE) y socio fundador de Mobil Arquitectos. Planificador urbano y especialista en diseño de alta complejidad. Convencido de que una ciudad bien pensada puede romper con la desigualdad. En twitter @antoniolipthay.
Por estos días se inaugura la XIX Bienal de Arquitectura de Chile con el lema “El país que queremos”. La idea es que no sólo la arquitectura sea tema de arquitectos, sino también de la ciudadanía en general.
Por primera vez (y para ser consecuentes con el concepto de “país” y la mayor visibilidad de esta bienal) se realizará desde Valparaíso como foco y simultáneamente, de manera satélite, en Santiago, Iquique, Concepción, Puerto Montt y Punta Arenas.
Claramente, esta bienal es la más ambiciosa que se ha realizado en cuanto alcance y principalmente en cuanto al tema que quiere instalar con la pregunta implícita sobre “el país que queremos”. Pero ¿cuál es ese país que queremos? ¿Cómo es? ¿De quién es?
Es difícil esta tarea de difundir los atributos de la creación arquitectónica nacional. El esfuerzo está centrado primeramente a través de una muestra de obras de arquitectura, también en base a un programa nutrido por la discusión entre arquitectos nacionales e internacionales y sobre todo por una gran presencia de Universidades que imparten la carrera, que sin duda atrae al mayor volumen de visitantes. Pero, ¿qué pasa con la comunidad que no es parte de la órbita de la arquitectura? ¿Qué pasa con las organizaciones sociales que detienen el tránsito por las trasformaciones que su barrio va a sufrir debido a una planificación urbana centralizada y lejana a ellos? Para qué hablar de la gran mayoría de los chilenos que siente que aún sus ciudades no representan una oportunidad verdadera de desarrollo y prosperidad.
Y si bien la bienal es una síntesis y selección de lo que una parte del país produce en arquitectura (esa edificación con sentido), parece ser que son nuestras ciudades y pueblos, y el descuido en el que se encuentran, una deuda que tenemos hacia nosotros mismos como arquitectos y como ciudadanos, que imagino, deambula como alma en pena en nuestro territorio como testigo de su fragilidad.
No quiero que esto se entienda mal. La arquitectura de objetos es importante y le hace bien a la discusión mas académica de la arquitectura, de hecho Chile es famoso por ella y por su buena calidad. Pero lamentablemente, no hemos actuado con la misma claridad y consistencia en cuanto a los bienes públicos, al medio físico de todos. Como sociedad hemos tratado mal nuestro escaso suelo, nuestro débil paisaje, el precario patrimonio histórico y nuestro cada día mas impuro aire. Y más aún, cuando nos preguntamos “que país queremos”, nos damos cuenta que nuestros “espacios públicos” (lo físico y lo social) sobre el cual se construye la confianza cívica, están más erosionados y oscurecidos de lo que nos gustaría aceptar.
Para quienes tenemos no sólo la convicción, sino también la evidencia, de que mejores ciudades y mejor arquitectura son un bien común, producto de una sociedad sana, no podemos dejar de aplaudir que las bienales de arquitectura sigan subsistiendo. Sin embargo, en lo personal, aspiraría a que una celebración del arte de lo público o el arte de hacer ciudades naciera también desde la ciudad misma, no tanto ya en el formato de una muestra, sino como una profunda reflexión sobre aquello que somos capaces de construir, no metafóricamente hablando, sino que en el sentido más concreto. El país que queremos es aquel que somos capaces de construir colectivamente. ¿Estaremos hoy para esa construcción colectiva? ¿Le importa a alguien la arquitectura?