Cuando la emergencia pasa de moda
En nuestro país lamentablemente seguimos planteándonos desde la diferencia, construyendo ciudades segregadas y manteniendo las mismas lógicas.
Valentina Latorre es Directora Social de TECHO-Chile
El norte de nuestro país ha sido duramente golpeado. Las lluvias, para las que no estaba preparado el territorio, generaron un aluvión y se llevaron todo lo que encontraron a su paso. Recuerdos, historias, camas, veladores, memoria. Todo eso en una semana, con un golpe que no discrimina, porque a todos les tocó. Es duro estar en la zona afectada y ver las calles antes asfaltadas ahora repletas de barro, mascarillas, botas hasta las rodillas; sentir el olor a la inundación y a la pérdida de tantos; que la boca se llene del sabor a polvo suspendido en el aire.
A unas cuantas semanas de la catástrofe, es importante destacar algunos elementos.
El primero, la necesidad de una política nacional de emergencias efectiva, que sea preventiva y no reactiva. Como TECHO–Chile en cada emergencia nos ponemos a disposición con los recursos que tenemos: un voluntariado organizado y con experiencia en la construcción. En cada emergencia nos topamos con el mismo problema: la respuesta desde los distintos actores es reaccionar frente a lo sucedido, cuando muchos elementos pueden preverse con anterioridad. Además, es importante que para la emergencia existan protocolos que nos congreguen frente a un actor con capacidad real de toma de decisiones, que no solo coordine, si no que guíe la labor, genere directrices, tenga facultades de decisión y así todos los demás nos pongamos detrás de éste para actuar.
El segundo punto, y de mayor relevancia, es cómo con el paso del tiempo la disminución de cobertura de la prensa disminuye. Cuando esto sucede, se dilata el interés y disposición para tomar las botas y partir, donar, preocuparnos u otra acción que busque alguna solución. En síntesis, disminuye nuestra preocupación por esas familias que en muchos casos lo han perdido todo. Crudo, pero real. Cada día cuesta más encontrar manos disponibles los fines de semana, las “lucas” necesarias, personas dispuestas a simplemente estar. Y es que cuando la emergencia no nos afecta, no nos mueve el piso propio, el brutal centralismo de nuestro país se acrecienta de manera impactante. La emergencia simplemente deja de ser noticia y muchos bajan la guardia.
Finalmente, como último punto, no podemos dejar de problematizar la situación en la que viven las miles de familias de campamentos de nuestro país, que se encuentran en una emergencia permanente. Suena a cliché y lo repetimos mucho, pero es absolutamente cierto.
Cuando viajamos a la zona afectada, vemos muchas familias que no están con acceso a agua, o alcantarillado. Esto como país nos moviliza y movemos todo lo que tenemos para que esta situación cambie. ¿Cómo no pensar en las miles de familias que nunca, pase lo que pase, tienen acceso a estos servicios básicos? Porque eso es un campamento; de acuerdo a la definición del Ministerio de Vivienda (2011): “más de 8 familias que habitan en posesión irregular de un terreno, con carencia de al menos 1 de los 3 servicios básicos (electricidad, agua potable y sistema de alcantarillado) y cuyas viviendas se encuentran agrupadas y contiguas”. En Chile, de estos, tenemos 676.
El llamado que hacemos tendrá entonces dos componentes. El primero, es que nos sigamos movilizando en esta emergencia. Que a pesar de que deje de ser noticia, sigamos poniéndonos con la necesidad que hoy viven miles de familias. El segundo, es que nos hagamos parte de un trabajo permanente por una sociedad justa, donde no haya ninguna familia que se vea obligada a vivir en campamentos y en exclusión social. Donde todos gocemos de los mismos derechos, donde cambiemos las lógicas y nos entendamos como iguales en ciudadanía. En nuestro país lamentablemente seguimos planteándonos desde la diferencia, construyendo ciudades segregadas y manteniendo las mismas lógicas. Con esto, día a día, como sociedad perdemos el valor de construir juntos y miles de familias continúan viviendo en una emergencia permanente.