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Actualizado el 25 de Noviembre de 2020

Un país que despertó diferente

“Bienvenido a un país que despertó diferente” dijo hace un par de días en radio Zero, Andrés Rivera, activista trans y consultor en derechos humanos, respecto del comentado caso de Andy, la niñita transgénero de cinco años que protagonizó el reportaje de la serie “Contacto”. Tiene razón.

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El de Andy ha sido, a pesar de la salida del director del SII, el tema más comentado de la semana. Qué difícil no emocionarse ante el testimonio de amor y generosidad de Víctor Escobar y Andrea Escalona, los papás de esta niñita que nació en cuerpo de hombre. Qué difícil no impresionarse de que sea el mismo canal que hace poco era de la Iglesia, el que ahora ponga en pantalla y en horario prime un caso de transexualidad. Qué difícil no sorprenderse de que un hombre chileno hable con ese nivel de entrega de su hijo, que ahora es su hija, y que sea capaz de renunciar a todo ese machismo inconsciente que es parte de nuestra carga cultural por su amor de padre. Qué difícil es no quedar con la piel de gallina cuando uno observa a Andy viviendo el mejor día de su vida porque ahora puede usar ropa de mujer y dormir en una pieza de niñita, y que todo esto lo veamos por televisión porque hay una familia que está dispuesta a empelotarse públicamente para ayudar al futuro de su hija. Por amor. Porque esta es una tremenda historia de amor.

Creo que Víctor Escobar, el papá de Andy, se merece unas líneas aparte. Víctor no nació en Noruega ni viene llegando de vivir veinte años en Dinamarca, por nombrar cualquiera de esos países ultra avanzados en temas valóricos. Víctor es un chileno que vive en Chicureo. Un chileno que fue a un colegio donde, si eras malo para el fútbol, te molestaban de mariquita. Un chileno que seguramente, como todos alguna vez desafortunadamente lo hicimos, contó o se rió de un chiste de homosexuales. Víctor, como casi todos los hombres de este país, debe haber sido criado por un padre que le daba menos abrazos de los que él les da a sus hijos. A Víctor nadie le enseñó a ser el papá de un hijo transexual. Pero, y esto es lo maravilloso, la nueva generación de padres, los que hoy tienen menos de 50 años, han hecho un cambio de paradigma. Y Víctor es el ejemplo más poderoso de aquello. No sólo van a las reuniones del colegio, cambian pañales, dan mamadera, abrazan, besan y se preocupan de dar apego a sus hijos: los papás del 2015 son capaces de hacer una pelota de basura con sus trancas, sus traumas, sus prejuicios y tirarlos al tacho. Por amor a sus hijos.

Eso es lo que importa ahora. ¿Va a ser más feliz como niñita? Entonces me pongo de cabeza a entender la transexualidad, busco especialistas, hablo con el colegio, los demando si no se ponen los pantalones y le abro las puertas de mi intimidad a un programa de reportajes para que Chile se enfrente con la transexualidad y mi hija viva en un mundo donde pueda ser aceptada. Ese es un papá. Ese es un hombre. Esa es una familia extraordinaria. Y ese es un canal de televisión liderado por un liberal y ya no más por la curia retrógrada. Bienvenidos todos a un país que despertó diferente.

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