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Actualizado el 25 de Noviembre de 2020

La cultura del odio

La cultura del odio se ha apoderado de nuestra sociedad. Es que con mala educación mucho más no se puede pedir. Cosechamos lo que sembramos. Educamos para competir deslealmente y para que los niños sepan desde un comienzo que están los buenos, que piensan como su familia, y los malos, los enemigos, que son los que piensan distintos. Nos hemos tragado sin asco una propaganda obsoleta y creemos dar cátedras de civilidad, cuando en realidad lo que genera es estancamiento social y mental.

Por Gonzalo Larenas
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Gonzalo Larenas es L&C Consultores, Licenciado en Letras y Literatura, Gestor Cultural, Magíster en Educación y Profesor de la UNAB.

En las últimas marchas se pide por un lado que se vayan todos, como un llamado generalizador en el que no se salva ningún político, empresario o autoridad cualquiera, generando una sensación de abandono de la democracia. Por otro lado tenemos una sociedad que gracias a la exageración y el morbo de algunos medios de comunicación, se siente totalmente desprotegida ante el apocalipsis zombi comunista, marxista, leninista, sacados de los cementerios de la guerra fría. Nada más peligroso que alimentar el odio absurdo entre dos partes cada día más divididas, principalmente por la falta de comunicación y entendimiento. Las consecuencias no se demoraron en llegar: violencia, destrucción, represión y muerte.

Que un tipo salga de su casa disparando como en un juego de video, nos habla de una sociedad que está generando a estos seres, que una docena de jóvenes crean que protestar es robar, saquear y aterrorizar al personal de una oficina es simplemente absurdo. Por otro lado tenemos una policía a la que cada día se le nota más un problema de criterio que proviene al igual que los otros dos casos, de una mala educación, de una incapacidad para distinguir por sí mismos lo que está bien de lo que está mal.

El mayor problema es que la cultura del odio -que a través de la ignorancia se vende fácil con un par de banderas, un recuerdo maquillado y un fanático que ha leído solo un libro- son capaces de crear un ambiente agresivo y violento, en el que se genera el miedo necesario para generar la reacción más tonta del ser humano, su arma más letal; la estupidez.

La cultura del odio comparte con la cultura que normaliza lo que está mal, que no busca soluciones, sino enemigos a los cuales culpar, porque jamás se verán como responsables de lo que los rodea, siempre habrá otro. La comodidad rompió sus propios límites mostrando un ser humano sin conciencia de sus actos. ¡Qué fácil es echar la culpa!

Nos cuesta aceptar nuestros errores porque también nos han enseñado que eso se ve como una debilidad. Nos atormenta equivocarnos, no queremos fallar porque nos apuntarán con el dedo por las calles. Nos aterra el fracaso y eso tiene como consecuencia la falta atrevimiento, creatividad e iniciativa. Se supone que vivimos en un país democrático, pero si doy una opinión distinta a quienes me rodean, puedo correr el riesgo de ser linchado en la plaza pública y quemado en la hoguera por hereje. Nos creemos tolerantes y somos simplemente unos brutos incapaces de vivir en la diversidad natural del ser humano.

La cultura del odio terminará en la medida que todo este ridículo actuar de unos contra otros, donde se justifica incluso la violencia, nos de vergüenza y entendamos que así no se puede seguir, que simplemente estamos dañando nuestra propia calidad de vida, en la que la rabia se transforma incluso en enfermedades mentales y físicas.

La violencia es la prostituta de las mentes débiles y debemos detener esta trata de mentes. Es hora de levantar la cabeza para darnos cuenta que el que creemos enemigo es solo una persona que piensa distinto, de la cual, como antiguamente se hacía a través del diálogo, se puede incluso aprender y así convivir en un mundo que tiene como esencia la diferencia. No tiene sentido querer que todos piensen igual.

No necesitamos más culpables, necesitamos más responsables, ciudadanos que tengan capacidad de autocrítica para cambiar y avanzar. Nuestra mirada está enrojecida y cegada en el otro, cuando debiese estar apuntando hacia adelante, de lo contrario nos vamos a tropezar y caer. Para que la estupidez de paso a la razón, se debe promover y educar en cada espacio en el que exista la convivencia.

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