La pobreza energética
El 42% de los chilenos no tenía agua caliente en sus casas, según consta en el último censo validado que ha tenido el país, en el año 2002. Esta cifra seguramente ha mejorado en todo este tiempo, pero no tanto como para poder desmentir el hecho de que estamos ante la presencia de una forma de pobreza invisible a los ojos de la sociedad.
Manuel Baquedano es Sociólogo de la Universidad Católica de Lovaina, Bélgica, fundador y presidente del Instituto de Ecología Política, IEP, y autor de La Batalla de Ralco y Tu Huella Ecológica.
La pobreza energética según Cote Romero, es la incapacidad de mantener el hogar a una temperatura adecuada para el desarrollo de una vida digna, así como no poder disponer de otros servicios energéticos básicos, o tener que emplear una parte desproporcionada de los ingresos al pago de las facturas energéticas (Romero, Alta Tensión, Icaria).
En nuestro país, la pobreza energética golpea fundamentalmente a los hogares de familias de tercera edad, donde la carencia de agua caliente llega a más del 50%. En Chile existe más de un millón de pensionados que viven con un ingreso de $144.224 o menos. La ausencia de agua caliente o calefacción no se mide tanto por la inexistencia de artefactos como calefones o estufas eléctricas o gas, sino por la incapacidad de disponer del dinero para obtener el combustible que los hacen funcionar.
Tres son los principales factores de la pobreza energética en nuestro país: bajos ingresos económicos, aumentos continuos de los costos de la energía y la baja eficiencia energética en las viviendas.
Según la organización mundial de la salud el 30% de las muertes ocurrida en temporada de invierno se deben a la pobreza energética, la que no solo afecta a los ancianos, sino también a los niños y jóvenes al no tener las condiciones mínimas en el hogar para poder estudiar, situación agravada por la existencia en el país de más de 2.000 colegios y liceos donde no existe agua caliente. El bono de invierno de $51.000 que se le entrega por parte del gobierno a más de un millón de personas revela el reconocimiento, en forma indirecta, por parte del Estado a esta nueva forma de pobreza.
La incorporación de un nuevo paradigma en el uso de la energía , donde prevalezca el bienestar de las personas por sobre el lucro de las empresas eléctricas y gas, está a la base de cualquiera política que desee terminar con la pobreza energética que afecta a tantas personas en este país.
Las viviendas deben ser mejor construidas y con mejor aislación para así no depender tanto de la calefacción externa, el agua caliente debe provenir de colectores solares térmicos para así evitar las cuentas de gas y la iluminación ser cubierta con el uso de la energía solar fotovoltaica que es gratis cuando es libre de las distribuidoras eléctricas.
Solo la utilización masiva de las energías renovables en las viviendas podrá terminar con esta nueva forma de pobreza, invisible a la mayoría de los chilenos.