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Actualizado el 25 de Noviembre de 2020

Rodrigo Avilés y esa policía verde

Con el respeto que me merecen las familias de carabineros asesinados por pelotudos que creen hacer la revolución cuando solamente están perpetuando el sistema que dicen combatir, me parece que hay muchas veces en que hay miembros de la institución que defienden la seguridad creando inseguridad. Ya que tal vez estuvieron mucho tiempo manchados por la lógica pinochetista.

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Francisco Méndez es Periodista, columnista.

Los índices democráticos que mostraban cada cierto tiempo que Carabineros era la institución más respetada de esta nueva democracia, siempre me causaron inseguridad. Me provocaba algo de terror que quienes tenían las armas y pensaban Chile desde la perspectiva de la seguridad antes que de la convivencia, fueran los más queridos en épocas en que las otras instituciones eran miradas con desdén. No estoy diciendo que el trabajo de la policía deba anularse, pero el poder de credibilidad que se les ha dado muchas veces oculta si están haciendo bien o no su trabajo.

Algunas veces no lo hacen bien. Se exceden, usan un poder casi desmedido que parecen creer que reciben desde una especie de divinidad que los deja hacer de todo. Un poder que les dieron quienes los reclutaron diciéndoles que su labor era fundamental y que el que estaba al frente-fuera delincuente o no- siempre era su enemigo. Sobre todo si es que se alejaba de ese orden tan pulcro que creen que es la base de la República.

Pero resulta que la sociedad es más compleja. Que no todos los que están en las calles manifestándose quieren destruir el orden. Que hay personas que quieren construir más que destruir, que se interesan por Chile más a largo plazo de lo que ellos creen. Pero los chicos de verde no lo ven, y tal vez no es su culpa ya que no les enseñaron a verlo. Les dijeron que su labor en la sociedad era más bien pragmática, relacionada solamente con la acción, con el ejercer la violencia de un Estado que los tomó como rehenes por medio de una visión militarista, para que así no fueran de aquellos que se preguntaban cosas, sino de los que solamente aplicaban órdenes.

Con el respeto que me merecen las familias de carabineros asesinados por pelotudos que creen hacer la revolución cuando solamente están perpetuando el sistema que dicen combatir, me parece que hay muchas veces en que hay miembros de la institución que defienden la seguridad creando inseguridad. Ya que tal vez estuvieron mucho tiempo manchados por la lógica pinochetista. Por ejercer la fuerza cueste lo que cueste. Por defender un relato que hizo que muchos se desclasaran, renegaran de su estrato social para así combatirlo y defender a los otros, a los que estaban ganando la lucha de clases que niegan, y cuidando sus pequeños fundos mentales.

Lo de Rodrigo Avilés es una muestra de lo que expongo. El llamado “guanaco” barrió de manera indiscriminada esa tarde con todo lo que viera. Con todo lo que sonara a restitución de clase, a exigencia de un futuro mejor. A ideas. Porque, independiente de la coalición política que esté en el poder, el Estado sigue repudiando las ideas. Sigue ausentándose de las materias en las que debe participar, pero actuando con excesivo rigor cuando pueda en otras áreas.

Por lo tanto es importantísimo que Carabineros entienda cuál debería ser realmente su labor. Lo primordal de que su trabajo se haga bien, ya que ellos son el brazo armado en una sociedad desarmada-salvo algunos termocéfalos que creen que los tiempos están para revoluciones armadas- que necesita que los protocolos sean claros y respetuosos de los derechos humanos.

Una sociedad democrática claramente debe tener policías respetadas. Pero ese respeto no tiene que confundirse con el demostrarse temerarios ante la ciudadanía. Sino con realizar una tarea responsable y democratizadora.

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