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Actualizado el 25 de Noviembre de 2020

La Presidenta y sus renuncias

Los terceros ausentes son los 500 mil estudiantes que fueron excluidos injustamente por el gobierno en su plan de gratuidad. Un gobierno que nos tiene acostumbrados a la letra chica de los grandes anuncios, a prometer mucho sin cambiar nada.

Por Rodrigo Perez de Arce
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Rodrigo Perez de Arce es Vicepresidente del Movimiento Gremial UC

No hay dos lecturas: la situación política de Chile está lejos de calmarse. La escalada en la violencia social, tanto por parte de Carabineros como del propio movimiento estudiantil, sumado a la incapacidad de los políticos de responder a las demandas, es algo que prepara la cancha para que se tomen caminos que ponen en riesgo el ambiente de sano diálogo democrático, indispensable para construir reformas que cambien el rumbo de nuestro país en pos de mayor libertad y justicia.

En este contexto, la Presidenta tiene una gran responsabilidad, y sus medidas no contribuyen a visibilizar y resolver los problemas de los grandes ausentes en la palestra nacional. Son muchos los que faltan en el concierto nacional y sin ellos no llegaremos a buen puerto.

La primera gran ausente es la educación inicial; ya no sólo en los anuncios del 21 de mayo, sino que en la política nacional de educación y en la nueva propuesta de carrera docente. Es en esta etapa donde se producen las mayores brechas de aprendizaje, donde se generan las primeras competencias y la piedra fundamental de todo el sistema. Sorprende que un gobierno que basó su programa en la igualdad no se haga cargo de corregir una injusticia latente, que perjudica a diario a los niños de Chile, siendo cómplices de la condena en vida, de que miles no puedan desarrollar su vocación y construir su proyecto de vida, incluso antes de entrar a la escuela.

La segunda ausencia en los anuncios es la autonomía de los proyectos educativos, limitando a las escuelas a un programa nacional, fiscalizado por el Ministerio de Educación, con lo que se pone en peligro los distintos carismas y modelos de educación que aportan a la pluralidad de nuestro país. Esta diversidad con equidad permite que cada persona pueda tener herramientas y valores para emprender su camino de vida, aportando a Chile desde sus inquietudes y visiones.

Los terceros ausentes son los 500 mil estudiantes que fueron excluidos injustamente por el gobierno en su plan de gratuidad. Un gobierno que nos tiene acostumbrados a la letra chica de los grandes anuncios, a prometer mucho sin cambiar nada. Su exclusión, sólo por pertenecer a una universidad no perteneciente al Cruch, a un instituto profesional o a un centro de formación técnica es algo que nos indigna. Nos hace creer que para Michelle Bachelet hay estudiantes de primera y segunda categoría, lo que debe movilizarnos para ampliar su participación. No queremos cambios para algunos, queremos una educación libre, justa y de excelencia para todos.

Sin embargo, la mayor ausencia es la de la propia presidenta. El “paso” que marcó su campaña, su incapacidad de responder preguntas, el secretismo con que se han manejado las distintas reformas, se ha contagiado al resto de su gobierno. Todavía no sabemos qué propondrá para hacerse cargo de los problemas en educación superior más allá del mero eslogan.

Nosotros no nos detendremos, sino que renovaremos cada día el compromiso con una educación justa y equitativa, donde exista verdadera diversidad, autonomía de proyectos y donde la excelencia sea la norma general. Sólo así lograremos un país que se hace cargo de sus problemas y donde las personas no deleguen sus conflictos al Estado, sino que sean ellas mismas las que se pongan en movimiento para lograr transformar su realidad en busca de un Chile más libre, justo y fraterno.

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