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Actualizado el 25 de Noviembre de 2020

Polvo de estrellas

"A Julianne Moore la hemos visto hacer de todo, incluso escenas lésbicas y heterosexuales (Los niños están bien). Aquí agrega otras experiencias: un trío homo-hétero y se tira pedos en el WC mientras defeca".

Por José Blanco J.
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José Blanco J. es Profesor de Estado (Universidad de Chile), Doctor en Filosofía y Doctor en Materias Literarias (Universidad de Florencia, Italia). Se ha dedicado a la filología medioeval y humanista, dando especial importancia a Dante, Petrarca y Boccaccio sobre los que ha escrito numerosos libros y ensayos. Ha traducido al castellano textos de cronistas florentinos que vivieron en América en los siglos XVI y XVII. También ha publicado libros de historietas de dibujantes chilenos.

A Julianne Moore la hemos visto hacer de todo, incluso escenas lésbicas y heterosexuales (Los niños están bien). Aquí agrega otras experiencias: un trío homo-hétero y se tira pedos en el WC mientras defeca.

Su personaje (Havana Segrand) no es autobiográfico, pero la cantidad de películas que ha protagonizado últimamente nos la hace aparecer como una actriz ambiciosa y excedida (vencedora de Oscar, Globos de Oro, Premios BAFTA y festivales).

Se nos presenta como una mujer egoísta, dispuesta a cualquier cosa (incluso de alegrarse de la muerte de un niño) con tal de obtener un papel cinematográfico.

Paralelamente, se ofrece la historia de Benjie, un “niño prodigio” (Evan Bird), que produce gran cantidad de dinero y que viene saliendo de un tratamiento contra la drogadicción. Su madre (Olivia Williams) es la manager y su padre (John Cusack) es un terapista televisivo que – entre otras estrellas – atiende a Havana.

Y aparece otro perno que une las piezas de este mecano: Agatha (Mia Wasikowska, Alicia en el país de las maravillas de Tim Burton), hermana de Benjie, que viene saliendo de un manicomio por piromanía criminal y que – siendo amiga de un chofer de limusina (Robert Pattinson) – entra al servicio de Havana.

A partir de estos personajes, el canadiense David Cronenberg instala un verdadero tablero de ajedrez en el que mueve las piezas de una tragedia clásica, con sus argumentos perennemente válidos: el incesto, la purificación por el fuego, el destino ineludible, la imposible redención.

Pero, siguiendo la ruta de todas sus películas, incluye sus temas marcadamente truculentos: la violencia, el crimen a sangre fría, el fuerte que abusa del débil, la doble naturaleza (buena y mala) del ser humano, la falta de afectos familiares. Y, además, agrega fantasmas de muertos que atormentan a los vivos.

Hay muchos que probablemente verán sólo a los desalmados y trepadores habitantes de Hollywood, que – convertidos en estrellas – no suben al cielo (como los seres mitológicos), sino que quedan pegadas en el boulevard Paseo de la Fama de California.

Los cinéfilos, en cambio, recordarán Mortalmente parecidos, El almuerzo desnudo, Crash o – incluso – La mosca. Y se estremecerán al pensar en el débil equilibrio que soporta la terrificante dualidad de los animales racionales.

(Maps to the Stars. Canada/USA, 2014)

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