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Actualizado el 25 de Noviembre de 2020

Flexibilizar, confiar, crecer

Ante las cada día menos alentadoras noticias económicas, vale la pena preguntarse cuánto de responsabilidad le corresponde al Gobierno, cuánto a los empresarios, cómo nos vemos, cómo nos ven desde afuera y emprender con urgencia caminos de solución que reactiven el intangible más preciado del momento: la confianza.

Por Roberto Castro
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Roberto Castro es Decano Facultad de Ciencias Económicas y Administrativas Universidad Central

Si como dijo el presidente del Banco Central al dar a conocer el IPoM de junio con las nuevas cifras que recortan la estimación del crecimiento para 2015, tanto la política monetaria como la fiscal ya hicieron su trabajo, si no queda margen para aumentar el gasto público, ni bajar expansivamente la tasa de interés y si la única explicación de la actual contracción económica que nos lleva a crecer menos de lo esperado, es la falta de confianza, entonces, no sirve emplazar solo al Gobierno.

Las reformas educacional y laboral son necesarias para enfrentar el reto de la competitividad. Chile ya ha caído 6 lugares en el ranking de competitividad mundial, de acuerdo al Reporte de Competitividad Global del Foro Económico Mundial, que muestra el descenso de nuestro país desde el lugar 27 en el año 2005, hasta el 33 en 2014.

Es preciso también que el sector empresarial tome conciencia de que las reformas son esenciales para potenciar la competitividad de las empresas chilenas y, por tanto, de la economía como un todo.

Los equipos de alto desempeño en las empresas son aquellos que tienen un objetivo claro y común y han desarrollado la confianza entre sí; ponen el “nosotros” por encima del “yo”. Chile hoy requiere un equipo de alto desempeño, para ir del paso cansino al tranco firme de crecimiento. Y conformar ese equipo es responsabilidad del Gobierno y del sector privado, especialmente las dirigencias empresariales.

Mientras nos preocupamos de debatir no nos ocupamos de construir a largo plazo. Hay que mirar más allá del interés personal o la tasa de ganancia a corto plazo, para determinar cómo las empresas chilenas harán negocios en los próximos 20 años y, también, asumir responsabilidades.

La ecuación es simple; pero no por simple, menos compleja: a mayor inflexibilidad empresarial en el proceso de llevar adelante las reformas, menor competitividad país.

Por eso, cuando el crecimiento de Chile está en juego, se hace necesario que el Gobierno, por su parte, entienda que debe abrir las ventanas para que salgan los sesgos ideológicos pasados de moda y permitir la entrada del aire fresco que sopla desde los ciudadanos.

Si el empresariado chileno hace lo propio, se dará cuenta de que los ojos del mundo tienen una visión bastante menos crítica respecto de las reformas que se busca implementar en el país, porque las decisiones de los inversionistas son a largo plazo, pensando en los ciclos económicos a la luz de un escenario global y no centrados en la pelea doméstica.

La discusión de las reformas requiere considerar la diversidad de la sociedad chilena y si la lentitud actual de nuestra economía obedece a causas internas, entonces, es importante abrir el debate y escuchar todas las voces, porque mayor amplitud y consenso parecen ser, por el momento, la única mezcla virtuosa capaz de volver a ponernos en la ruta. El bien de Chile va mucho más allá de ganancias de corto plazo, por un lado, o de cumplir un programa de gobierno, por el otro.

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