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Actualizado el 25 de Noviembre de 2020

Tarjeta verde todo el año

La tarjeta verde serviría para mejorar la convivencia, para llegar a acuerdos, para entregar salud y educación con igualdad, para compartir la riqueza que la multiculturalidad deja en los países. Ese sería un trofeo valiosísimo que hoy Chile está en condiciones de ganar.

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Fernanda Alvarado es Directora en la Región Metropolitana de la Fundación Superación de la Pobreza. Trabajadora Social, Magíster en Desarrollo Humano Local y Regional. Fue directora de Un Techo para Chile en Valdivia y Los Lagos, y también fue jefa de barrio del Programa de Recuperación de Barrios en Valdivia. Fue profesional SERVICIO PAÍS en la comuna de San Gregorio, Región de Magallanes los años 2007 y 2008.

La excelente iniciativa de la tarjeta verde en los estadios durante esta Copa América, denominada “America nos une. No hagas tú la diferencia”, de Unicef y Futbol Más, no sólo buscó y logró con éxito que la gente respetara la interpretación de los himnos nacionales, sino que además, relevó en el contexto de esta fiesta deportiva, un sentimiento que debiera ser tan obvio, pero que rara vez lo es: somos americanos, hermanos de continente, de historia, de territorio, de culturas similares y el respeto mutuo por todo ello, sí es posible. La simple acción de levantar la tarjeta era una invitación al respeto por los hermanos, a incorporar la no discriminación como tema de conversación, a no olvidar que la copa era una fiesta y no una guerra.

Ojalá pudiésemos levantar todos los días la tarjeta verde en la calle, en las escuelas, en los consultorios, hospitales, en las regiones, comunas y barrios que reciben con más intensidad a la creciente cantidad de inmigrantes que llegan desde los países fronterizos y desde toda Latinoamérica, buscando mayor bienestar que el que tenían en sus países, buscando oportunidades, muchas veces con grandes sacrificios. La tarjeta verde serviría para mejorar la convivencia, para llegar a acuerdos, para entregar salud y educación con igualdad, para compartir la riqueza que la multiculturalidad deja en los países. Ese sería un trofeo valiosísimo que hoy Chile está en condiciones de ganar.

Este no es, por cierto, un tema sin sombras. Chilenos y migantes deben ser capaces de poner de su parte. A través de nuestros profesionales SERVICIO PAÍS, hemos acumulado experiencia en el trabajo con migrantes y conocemos de primera mano los relatos de niños, jóvenes, padres y madres sobre la discriminación constante con la que deben lidiar a diario, y la estigmatización con la que conviven en los barrios capitalinos donde habitan, muchas veces junto a compatriotas, en condiciones de hacinamiento, insalubridad o riesgo en viviendas inadecuadas.

Para ayudar a que nuestro país haga frente al desafío de la multiculturalidad, hemos constituído, por iniciativa del Arzobispado de Santiago y junto a más de 15 instituciones académicas, públicas, de la sociedad civil, municipios y escuelas, la “Mesa por una Educación Intercultural”, instancia inédita en Chile, que busca visibilizar y sensibilizar al país sobre la realidad que enfrentan niños, niñas y jóvenes migrantes insertos en el sistema escolar chileno, y sobretodo, incidir en los enfoques, contenidos y prácticas que permitan instalar en el país una verdadera educación intercultural.

Hay tareas urgentes, como apoyar a los niños que por estar en situación irregular no pueden recibir subvenciones, o hacerse cargo de la repitencia de muchos por falta de documentos de sus naciones de origen, enfrentar diversas manifestaciones de prejuicios y discriminación dentro de los propios establecimientoso, o hacer seguimiento al fenómeno creciente de la existencia segregada de “escuelas para migrantes”. Pero eso es sólo parte de lo más urgente, queda mucho por hacer.

Esto, lejos de la mera “tolerancia”, supone que el país avance, desde sus políticas públicas y educativas hasta los acuerdos de buena vecindad, hacia la valoración real de la diversidad cultural y comience con un sistema educativo inclusivo, que se haga cargo de las necesidades de cada uno de sus estudiantes, dejando de lado las posiciones homogeneizantes o desde la imposición cultural, y por el contrario, eduque desde el respecto a las diferencias e identidades diversas. ¡Tarjeta verde para las escuelas!

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